jueves, 23 de abril de 2009

Parashá Tazría (Concibiere) - Metzorá (Leproso). Shabat 1 de Iyar 5769 (25 de Abril 2009)

Parashá Tazría - El Iehudí siempre busca el milagro

Señal y milagro sucedía a Israel para advertirles del pecado de Lashón Hará” (Leyes de la impureza de la lepra)...


La Parshá de esta semana se ocupa de las manchas de tzaraat (similar a lo que sería la lepra) que aparecían en las casas, ropas, y el cuerpo de la persona, producidas por el pecado de Lashón Hará, la mala lengua.

El Rambam escribe que estas manchas eran sobrenaturales, una “señal y milagro sucedía a Israel para advertirles del pecado de Lashón Hará”(Leyes de la impureza de la lepra).
La enfermedad llegaba gradualmente: Primero “cambiaban las paredes de su casa. Si seguía en su pecado- cambiaban los elementos de cuero”. Luego llegaba a sus ropas. Y finalmente, si después de todas estas advertencias, persistía en su falta, la mancha aparecía en su piel, “para que esté separado y solitario, y no vuelva a ocuparse de habladurías” (Rambam).

ES POSIBLE EQUIVOCARSE

La forma en que llegaban estas manchas llevaba al reconocimiento de que no se trataba de un acontecimiento casual y cotidiano. La persona entendía que se trataba de una señal del Cielo, de la Supervisión Divina directa, y especial intención de advertirle del pecado.
Sin embargo, quien no deseaba creer, podía aducir que se trataba de un acontecimiento natural, buscando una explicación lógica a lo sucedido. Porque de todas formas, no se veía un milagro revelado, que rompía las reglas de la naturaleza, y dejaba a todos boquiabiertos. La aparición de las manchas tomaba la forma de una enfermedad, dejando la posibilidad de interpretar equivocadamente, que nada extraordinario sucedió.

LA FE JUDÍA

Aquí queda de manifiesto la concepción de mundo del judío. Los iehudim son definidos en el Talmud como “creyentes, hijos de creyentes” y al toparse con un acontecimiento como este, ven en él la “mano de Di-s”.
No sólo un suceso milagroso, como el de las manchas de Tzaraat, despierta este sentimiento en el iehudí, sino incluso lo que sucede de forma cotidiana. El judío cree con convicción, que todo está dirigido “desde Arriba”, por la Providencia Divina, solo que utilizando canales diferentes y es así como concibe la realidad.

TODO ES BUENO

El iehudí se desenvuelve, con la creencia de que, así como existe una intención Divina en las manchas, también hay una finalidad en los diferentes sucesos. Más aún: cree que inclusive las cosas que aparentemente son negativas, contienen un bien excelso, ya que si todo proviene de Di-s, no es posible pensar que algo malo se derive de El, ya que El es la Esencia de la Bondad.
Y todo esto se hace notorio en las manchas de Tzaraat. El Midrash relata que una de las razones por las cuales las casas adquirían las manchas era porque los Cananitas habían ocultado en ellas sus tesoros, antes de la conquista de la Tierra de Israel por los iehudim.
Resulta entonces, que justamente, como resultado de la aparición de un fenómeno negativo, la mancha de impureza, la persona debía destruir su casa. Pero esto dejaba al descubierto el bien oculto-aparecían los tesoros.

En mérito a esta fe fueron redimidos nuestros antepasados de Egipto, y en su mérito marcharemos a la Redención completa, muy pronto, por medio de nuestro justo Mashíaj.

Likutei Sijot, tomo 1 Pág. 239


Parashá Metzorá - Palabras Devastadoras

No importa cuán terribles puedan ser los actos de una persona, no importa cuán corrupta es en cuerpo y alma, hablar mal de ella, es más grave aún. Algo para tener en mente cuando uno está tentado a hablar mal de su semejante.

La afección de tzaráat, cuyas leyes se detallan en los capítulos 13-14 de Levítico, era un fenómeno enteramente espiritual. No era enfermedad natural alguna (de hecho, esta "lepra" también atacaba vestimentas y casas), sino un síntoma de grave degradación moral. Particularmente, la persona afectada (el "metzorá") era uno cuyas acciones habían provocado el disenso y la división dentro de la comunidad.
Su castigo -medida por medida- era una lepra sobrenatural que lo marcaba como un paria. Era desterrado a una vida de máxima soledad, hasta que su arrepentimiento lo curara de su lepra y fuera readmitido en la sociedad[1].
La naturaleza espiritual de esta enfermedad se evidencia en el hecho de que tanto el inicio como la culminación del estado de tzaráat se lograban con el anuncio de un kohén ("sacerdote"). Si las marcas sospechosas aparecían sobre un vestido, casa o persona, eran examinadas por un perito (comúnmente, pero no necesariamente, un kohén) experto en las sumamente complejas leyes y procedimientos que identifican al tzaráat. Pero incluso luego de un diagnóstico de tzaráat, el estado de impureza ritual que involucraba a la persona u objeto afectados no entraba en vigencia sino hasta que el kohén lo declarara "impuro".
Así era aun cuando el "experto" que hizo el diagnóstico no era él mismo un kohén, y el kohén confiaba únicamente en su pericia. La impureza de tzaráat tampoco afectaba retroactivamente: hasta que el kohén no pronunciara la palabra "impuro", el estado de tzaráat no comenzaba. (Así, la Torá aconseja vaciar una casa sospechada de tzaráat de todo su contenido "antes de que el kohén venga para ver la plaga, no sea que todo en la casa resulte contaminado" cuando el kohén lo pronuncie impuro[2]).
En el mismo espíritu, dado que era la palabra del kohén lo que afectaba el estado de tzaráat, la remoción de este estado -incluso luego de que todas las señales físicas de tzaráat desaparecieran- se lograba asimismo sólo con la declaración del kohén que el metzorá se había curado de su impureza.

Dos Lecciones

El rol del kohén como condenador y desterrador es aún más sorprendente porque parece contradecir todo lo que el kohén representa.
Di-s le ha ordenado al kohén "bendecir a Su pueblo Israel con amor"[3]. Nuestros Sabios describen al "discípulo de Aharón" (el primer kohén) como alguien que "ama la paz, persigue la paz, ama a las criaturas de Di-s y las acerca a la Torá"[4].
Pero es precisamente a causa de su designación como paradigma del amor bondadoso que la Torá encomienda al kohén -y sólo al kohén- la tarea de condenar al metzorá.
No hay nada más odioso a Di-s que la división entre Sus hijos. La razón de que el metzorá deba ser desterrado es que él mismo fue una fuente de división; no obstante, la Torá es reacia a separarlo de la comunidad. No basta con que los expertos técnicos lo consideren un paria; es sólo cuando el kohén -cuya naturaleza y ser tiemblan ante el pensamiento de desterrar a un miembro de la comunidad- está convencido de que un individuo exhibe todas las señales de tzaráat que el metzorá es separado de su pueblo.
Hay aquí también otra lección: no eran los síntomas de tzaráat los que contaminaban al metzorá, sino la declaración de su impureza por parte del kohén. En otras palabras, no importa cuán terribles puedan ser los actos de una persona, no importa cuán corrupto ella es en cuerpo y alma, hablar mal de él es más grave aún. ¡La declaración del kohén de que él es impuro afecta su estado espiritual mucho más profundamente que el hecho de su impureza![5]
Algo para tener en mente cuando uno está tentado a hablar mal de su semejante.

Basado en Likutéi Sijot, Vol. XXVII, págs. 88-91


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