martes, 9 de junio de 2009

DI-S (HASHEM)

El fundamento de todos los fundamentos, y el pilar de toda sabiduría, es saber que hay una Existencia Primera, que llama a ser a todas las existencias. (Maimónides, comienzo del Código de Leyes).

¿Cómo Definimos a Di-s?

Di-s. La palabra misma evoca el espectro más amplio posible de opiniones y emociones. Algunas personas creen con entusiasmo, otros descreen con energía, mientras otros se dicen agnósticos. ¿Quién no tiene una opinión contundente sobre Di-s?

La gente puede discutir entre sí sobre Di-s durante todas sus vidas y no llegar nunca a una conclusión, porque todos pueden definir a Di-s de un modo diferente. Muchos que dicen rechazar a Di-s en realidad están rechazando una falsa definición de Di-s; si se les presentara una descripción adecuada, podría no haber discusión.

Cuando aparece la palabra "Di-s", todos tenemos alguna imagen preconcebida. Algunos pueden retener la imagen de su primera infancia, de un hombre con larga barba blanca sentado en un trono en el cielo, lanzando rayos sobre los que se portan mal. Para un niño, Di-s puede ser simplemente alguien que es más grande y más poderoso que su padre. Quizá sea una imagen aceptable para un niño pequeño, pero que un adulto piense en Di-s en términos tan corpóreos y simplistas es claramente insuficiente.

Nuestra propia definición de Di-s puede basarse en opiniones y posiciones de gente que consideramos religiosa. Podemos tener una impresión negativa de Di-s basada en la hipocresía que vimos en casa o en la escuela, o podemos tener sentimientos cálidos basados en el amor de nuestra familia, amigos o maestros. Nuestros sentimientos sobre Di-s han sido afectados también por los libros que hemos leído, las clases que hemos seguido, la música que hemos oído, y miles de otras influencias.

Antes de intentar decir nada sobre Di-s, en consecuencia, es vital arrancar las capas superpuestas de terminología e impresiones. Pero la primera pregunta es: ¿Por qué es necesario definir a Di-s? ¿Por qué no puede tener cualquiera su propia definición? Porque nuestra actitud hacia Di-s no es una cuestión privada. Afecta el modo en que nos comportamos en casa y en público, el modo en que tratamos a nuestra familia y a nuestros colegas, y el modo en que vemos nuestro papel en la vida.

Una persona que desea llevar una vida plena de sentido debe preguntarse: ¿Qué es Di-s? ¿Y por qué necesito a Di-s en mi vida? El modo en que respondamos a estas preguntas definirá, más que cualquier otra cosa, quiénes somos y cómo vivimos nuestra vida, pues la pregunta por Di-s está en la raíz de todo comportamiento humano.

Cualquier definición humana de Di-s, en consecuencia, estará limitada por la subjetividad de la comprensión humana y los límites del conocimiento humano. Después de todo, no tenemos otro modelo más que nosotros mismos, con el cual medir. Así que, usándonos a nosotros mismos como diapasón, tratamos de extrapolar a Di-s. ¿Pero estamos realmente en posición de poder definir a Di-s? ¿Después de todo, estamos buscando definir a un Di-s creado a imagen del hombre, o a un hombre creado a imagen de Di-s?

Dado que Di-s es el Creador, somos creados a Su imagen. Dado que Di-s es una realidad, Él debe ser definido en Sus términos, no en los nuestros, pues Él también creó las leyes de la lógica y la razón. Obviamente, no es sensato suponer que nosotros, las criaturas, podamos definir a nuestro creador. No importa lo avanzada que sea una máquina, no puede hablarnos del ingeniero que la creó o sobre la visión y las fuerzas ocultas que lo inspiraron para crear.

Y aun así, si Di-s está totalmente más allá de nuestra comprensión de la realidad, ¿cómo podemos relacionarnos con Él? Antes de responder a esta pregunta, debemos examinar cómo tratamos de comprender a la realidad misma.

¿Qué es la Realidad?

Examinemos los diferentes enfoques posibles para definir la realidad. Debemos empezar por reconocer que la realidad, como cualquier otra cosa, se define en parte según los instrumentos que usemos. ¿La realidad consiste únicamente de lo que experimentamos a nivel sensorial, de lo que vemos u oímos o gustamos o tocamos u olemos? Esta definición no puede ser precisa, porque ignora nuestro intelecto y nuestras emociones. ¿Entonces la realidad se define por nuestras capacidades para pensar y sentir además de nuestras capacidades sensoriales? Esto también es insuficiente porque deja de lado el inconsciente, al que no se puede acceder cognitiva ni emocionalmente.

Nunca podemos definir la realidad total, porque abarca más de lo que nuestros limitados instrumentos humanos pueden observar o experimentar. Los seres humanos son sólo una pequeña parte de la realidad, una parte de un todo mucho mayor. La parte no define el todo; el todo define la parte.

¿Por qué tenemos un vocabulario tan amplio cuando se trata de hablar de negocios o diversiones o el clima, y cuando queremos hablar sobre nuestra persona íntima tenemos que esforzarnos por expresar nuestros sentimientos? ¿No debería ser más fácil hablar de nuestras emociones profundas que de cuestiones externas superficiales? Y aun así, cuanto más íntimo sea el sentimiento, menos palabras parecemos encontrar.

El motivo para esta paradoja es que la lengua es un instrumento limitado que no puede contener la intensidad de la expresión profunda e íntima. Para comunicar esa intimidad, usamos otros idiomas: el de la poesía y la música y el arte, y hasta el lenguaje del silencio. Podemos detenernos frente a un hermoso cuadro y sentir su efecto, pero nuestro idioma verbal puede ser inadecuado para describir ese efecto.

De modo similar, nos faltan instrumentos para definir la realidad. ¿Cómo sabemos que existe, entonces? Del mismo modo en que sabemos que nuestra parte íntima existe, aun cuando no podamos tocarla o definirla. Podemos ser incapaces de definir el amor, por ejemplo, pero cuando sentimos un abrazo amoroso, ¿hay alguna duda de que la emoción es tan real como el abrazo mismo?

Para ver la realidad, para atisbar en la realidad, debemos aprender a mirar nuestra existencia de un modo nuevo. Por los límites mismos de la naturaleza, tenemos una forma de observación "de afuera hacia adentro". Lo que nuestros instrumentos humanos pueden observar y experimentar (sensorial, intelectual y emocionalmente) es sólo un indicador de lo que yace debajo de la superficie. Empezamos observando los fenómenos físicos que nos rodean, y después usamos nuestras mentes y sentimientos para quitar las capas superficiales, tratando de aprehender las fuerzas internas que hacen que la naturaleza se comporte como lo hace. Si fuéramos capaces de quitar todas esas capas, empezaríamos a tener un atisbo de la realidad. Tal como es, percibimos en el mejor de los casos unas pocas capas externas de realidad, dejando intactas las capas interiores.

Si no podemos percibir la realidad, ¿cómo podemos tener una real percepción de Di-s? Porque Di-s quiere que los humanos lleguen a Él, Lo busquen, y se unan a Él. Por eso, usando como medio la Biblia, Di-s escogió definirse, para permitirnos comprenderlo y conocerlo, y así actualizar Su realidad en nuestras vidas.

Cuando Di-s envió a Moisés a liberar al pueblo judío del cautiverio egipcio, Moisés le pidió que Se describiera Se modo que Moisés pudiera probar la existencia de Di-s al pueblo. Di-s respondió: "Soy el que soy" (Exodo, 3:14).
Al decirlo, Di-s estaba describiendo la esencia de Su realidad: esto es, Él existe porque Él existe.

Los seres humanos comprenden la existencia sólo como un proceso de causa y efecto; no podemos aprehender o siquiera imaginar una existencia que sea indefinida, que no tenga causa, que sea totalmente diferente de la nuestra. Nuestro concepto de la existencia está basado en la percepción empírica; algo existe sólo después de que probamos que existe.

Por el otro lado, Di-s no tiene otra causa que Él mismo; nada Lo precede; Su ser deriva de Su propia persona (Véase Tania, Igueret HaKodesh, sección 20 (130b)).

La existencia de Di-s debe existir, porque es la verdadera realidad.

Entonces, Di-s es una existencia distinta de cualquier otra existencia: "una existencia no existencial (Maimónides, Guía de los Perplejos, 1:57, 63).

Es real porque es real; una realidad que existe porque existe: "Soy el que soy".

En consecuencia, no podemos definir a Di-s. Si una persona fuera a usar la mente humana para probar, más allá de toda sombra de duda, que Di-s existe, no sería a Di-s a quien descubriría; sería sólo un producto de la mente humana. Para conocer verdaderamente la "naturaleza" de Di-s, tendría que ser como Di-s.

Para empezar a comprender a Di-s, entonces, debemos aprender a ir más allá de nuestra propia mente, nuestro propio yo, nuestros propios instrumentos de percepción. Sólo entonces aparecerá Di-s. Buscar a Di-s con nuestros ojos, con nuestro intelecto, con nuestra lógica, sería como tratar de capturar la luz del sol en nuestras manos. Di-s no es definible.

El hecho es, entonces, que no podemos encontrar a Di-s. Debemos permitir que Di-s nos encuentre a nosotros quitando todo obstáculo en nuestras vidas que Le impida entrar: el egocentrismo, la deshonestidad, la ignorancia, o nuestro mismo temor de reconocer algo separado y más grande que nosotros.

Entendiendo a Di-s como la esencia de la realidad absoluta, llegamos a una conclusión asombrosa: "No hay nada más aparte de Él" (Deuteronomio, 4:35.)

O, más simple aun: "No hay nada más" (Ibid., 4:39).

Desde la perspectiva de una realidad absoluta, no hay realmente nada más. Esta es la ley cardinal de la existencia: si ponemos un objeto de cien metros cúbicos dentro de un espacio de cien metros cúbicos, ningún otro objeto puede compartir ese espacio. Del mismo modo, si tenemos un objeto de tamaño infinito, ningún otro objeto puede ocupar ningún espacio, en ningún momento.

Esto es lo que pasa con Di-s. La realidad absoluta de Di-s, si bien se extiende más allá de las fronteras conceptuales de la "existencia", también llena la extensión completa de existencia tal como la conocemos. Lo que no deja espacio posible para ninguna otra existencia o realidad que podamos identificar: los objetos de nuestro universo físico, las verdades metafísicas que contemplamos, nuestras personas mismas. ¿Deberíamos concluir entonces que ninguna de estas cosas existe? No, pues Di-s nos ha dicho que existen. Pero no existen en su propia realidad; existen sólo como una extensión de la energía divina, una parte creada de una realidad absoluta y Divina, una realidad muy diferente a aquella que sólo nuestra mente puede percibir y todos nuestros instrumentos pueden experimentar. Para comprender y entrar en esta realidad absoluta debemos aprender a suspender nuestras rígidas percepciones humanas y permitirnos desarrollar nuevos modos de ver, pensar y creer. Y para hacerlo, antes debemos detenernos reverentes ante Di-s.

¿Por qué Existimos?

Una vez que reconocemos a Di-s como la realidad absoluta, debemos cuestionar la existencia humana. Ahora sabemos que existimos (porque Di-s nos lo dijo) pero también sabemos que no hay nada que diga que debemos existir. El universo de Di-s difícilmente dejaría de existir si alguno de nosotros no hubiera nacido. De hecho, la realidad absoluta de Di-s no sería afectada en modo alguno si toda nuestra existencia no hubiera ocurrido nunca.

Nuestra creación, entonces, es el modo de Di-s de elegir que cada uno de nosotros exista. Ninguno está aquí por accidente; estamos aquí porque Di-s quiere que existamos. ¿Pero por qué?

Di-s creó el universo y la vida como los conocemos para realizar Su visión como divino arquitecto. "Di-s deseó tener una morada en los mundos inferiores" (Midrash Tanjumá, Nasó 7:1. Tania, cap. 36). Creó la Tierra, los recursos que descansan dentro de ella, y los seres humanos que viven sobre ella. Es nuestro deber aprovechar esos recursos para refinar y perfeccionar el mundo material y hacerlo una morada para Di-s. Éste es el propósito de la vida humana.

Para que podamos lograr este propósito, Di-s creó este mundo "inferior", el nuestro. Es un mundo en el que la realidad de Di-s inicialmente está oscurecida, donde vemos la realidad humana como primordial. ¿Por qué Di-s quiso oscurecer Su "autoría"? Porque, para que el hombre exista realmente, y haga elecciones en su vida, se nos permite experimentamos a nosotros mismos como una realidad independiente. Si no tuviéramos independencia, nuestra existencia sería insignificante; seríamos como meros muñecos tirados por un hilo.

En lugar de eso, Di-s creó un mundo "agnóstico", donde Su realidad no es visible. Oscureció Su presencia de nosotros con tanta eficacia que realmente nos percibimos a nosotros mismos como la única realidad. Podemos comprender que Di-s es la realidad, pero experimentamos la existencia de Di-s como algo fuera de nosotros, como una realidad sobreimpuesta, mientras que en verdad, es Di-s quien es real y nuestra existencia está "del lado de afuera".

Hay capas y capas de comprensión separando nuestra realidad sensorial de la realidad absoluta de la energía Divina. ¿Este es un juego que está jugando Di-s, de ocultarse de los ojos humanos? Por el contrario; en realidad es un don, una oportunidad para nosotros de acostumbrarnos al paisaje. Antes de que un niño pueda escribir, debe aprender el alfabeto. Y antes de que podamos comprender la brillante luz de la realidad de Di-s, debemos dejar que nuestros ojos se acostumbren a la luz que nos rodea. Después podemos usar nuestra luz para espiar dentro de las muchas capas de una realidad más profunda.

Pero si toda nuestra existencia se basa en el principio de que Di-s está oscureciendo Su presencia, ¿cómo sabemos que realmente existimos a Sus ojos? ¿Cómo sabemos que realmente estamos haciendo algo al perfeccionar nuestro mundo material? En la Biblia, Di-s nos dice que Él quiere que Lo conozcamos, ¿pero cómo podemos conocer a un Di-s que está totalmente por encima de nosotros? ¿Y realmente le importa a Di-s lo que nosotros hagamos?

La respuesta a estas preguntas está en comprender el proceso misterioso y complejo por el que Di-s creó la existencia humana. Di-s, que es en Sí mismo indefinible e indescriptible, eligió crear al hombre y ponerlo en un mundo físico que es a la vez definible y describible. También eligió manifestarse en este mundo a través de las leyes de la lógica que Él creó, a través del asombroso plan de la naturaleza y de cada ser humano, y a través de la divina providencia. Se nos permite experimentar estos divinos atributos para que podamos empezar a comprender a Di-s y a tener una relación personal con Él. Después aprendemos a abstraerlo, hasta comprender en última instancia que Di-s está inclusive más allá de cualquier cosa que podamos abstraer.

Sí, realmente existimos en la perspectiva de Di-s, y Di-s tiene en cuenta que lo hacemos; no porque debamos existir o porque Di-s deba tomarnos en cuenta, sino porque Él elige que sea así. De ahí que Su cuidado de nosotros sea absoluto, no arbitrario y no negociable.

El hecho de que Di-s oscurezca Su presencia de nosotros de modo que sintamos que somos una existencia autónoma, no significa que no existamos en la perspectiva de Di-s. El hecho de que Di-s oculte Su presencia no es una ausencia de luz; más bien es como una "caja" que oculta de nuestro ojos lo que hay adentro. Y lo que hay adentro de la caja es la pura luz y energía de Di-s.

Por nosotros mismos, entonces, no existimos, pues "no hay nada más aparte de Él". Pero "con Él", existimos. Lo que no es real es nuestra percepción de que nuestra existencia es todo lo que hay. El intelecto humano no alcanza para comprender cómo Di-s puede ocultar Su presencia mientras nos permite llevar una existencia independiente. Pero el misterio no limita nuestra relación con Di-s; en realidad la acentúa, demostrando más aún qué apartado está Di-s de nuestra existencia, induciéndonos así a una mayor reverencia y anhelo de acercarnos a Él e integrar Su realidad a nuestras vidas.

Para unirnos con Di-s debemos combinar ambas perspectivas, la de Di-s y la nuestra. Debemos primero usar plenamente nuestras mentes y corazones para descubrir y comprender a Di-s tanto como seamos capaces; después debemos aceptar que la mente humana no lo es todo, que algunas cosas simplemente no pueden comprenderse con nuestra limitada percepción. Este reconocimiento nos permite relacionarnos mejor con el misterio mismo de la existencia de Di-s. Reconocemos la paradoja de que Di-s está más allá de la realidad que conocemos, mientras que al mismo tiempo abarca la realidad. Que Di-s es capaz de crear tanto lo finito como lo infinito, lo físico y lo trascendente -porque Él está por encima de ambos; Él no es definido ni indefinido. Al contemplar este misterio, nos elevamos a un plano enteramente nuevo; sobre todo, llegamos a relacionarnos con Di-s en Sus términos.

Puesto que Di-s quiere que nos unamos con Él, creó un proceso complejo y elegante por el que podemos hacerlo. Empezamos elaborando y haciendo preguntas, después nos enfrentamos emocionalmente con nuestro dolor existencial mediante nuestra busca de sentido. Lentamente escalamos la vasta montaña de realidad, paso a paso, respondiendo algunas preguntas y descubriendo otras nuevas, encontrando continuamente respuestas más profundas, hasta que finalmente empezamos a relacionarnos con Di-s y unirnos a Él. Llegamos a comprender que no podemos definir a Di-s; aceptamos que está más allá de toda definición, incluyendo el término "más allá de toda definición". Ésta es la definitiva unidad: en un mundo de definiciones y paradojas, reconocemos a Di-s, que está más allá de todas las definiciones y paradojas.

Todo en este universo consiste de dos dimensiones, una externa y una interna. Con el tiempo, llegamos a comprender esta dicotomía dentro de nosotros. Reconocemos que aunque el cuerpo físico es nuestra dimensión más visible y externa, es nuestra dimensión interna (nuestras emociones, nuestros deseos y aspiraciones, nuestras almas) la que es, con mucho, más importante.

Debemos prepararnos para mirar al universo del mismo modo. Es cuestión de cambiar nuestra perspectiva "de afuera hacia adentro" en "de adentro hacia afuera". En lugar de mirar primero la capa externa, y después viajar hacia adentro, debemos aprender a ver la capa interior como nuestra fuerza primordial. Y debemos cultivar la experiencia de esta capa al punto donde podamos usarla para informar a la capa exterior.

No es una tarea simple, pues pasamos todas nuestras vidas mirando al universo de afuera hacia adentro. Al principio, puede parecer imposible llegar a conocer a un Di-s que es tan diferente de nosotros. Pero Di-s nos dio la capacidad de hablar sobre Él, y nos dijo que debemos hacerlo. Podemos encontrar a Di-s dentro de nosotros, y podemos inclusive encontrar al Di-s que está muy por encima de nosotros.

Es nuestro deber, y nuestro mayor desafío, reconocer la diferencia entre la realidad humana y la realidad Divina, y aceptar las oportunidades que Él nos ha dado de transportarnos de un plano al siguiente.

¿Cómo nos relacionamos con Di-s?

Para encontrar a Di-s, debemos aclimatarnos lentamente al crecimiento espiritual. Debemos ascender paso a paso hasta que podamos empezar a ver el universo desde una perspectiva espiritual y, en última instancia, desde la perspectiva de Di-s. Este viaje completa el círculo de nuestra misión cósmica: empezar en Di-s y terminar en Di-s, concretando de ese modo la visión de nuestro Creador.

El primer paso en este proceso es simplemente reconocer una realidad que es mucho más grande que nosotros, y reconocer que nuestra realidad no es real en sí; es sólo una extensión de la energía divina. El segundo paso es hacer de este mundo una cómoda morada para Di-s. Por fin, unimos ambas realidades, la nuestra y la de Di-s.

Lo logramos viviendo una vida material al servicio de un objetivo espiritual: haciendo realidad nuestra alma, nuestra capa más interna, para que dirija a nuestros cuerpos, nuestra capa externa, hacia un objetivo más alto. Una persona puede pasar el noventa por ciento de su vida comiendo, durmiendo, ganándose la vida, divirtiéndose, y en general atendiendo a sus necesidades materiales. Pero si todo esto se hace para dedicar el restante diez por ciento a la plegaria, el estudio, la caridad y otras tareas Divinas, entonces esa persona está transformando activamente la naturaleza misma de su realidad física.

Al abrir nuestra mente a una nueva posibilidad -que toda realidad humana no es sino una pequeña parte de una realidad abarcadora- podemos exceder los límites de la existencia humana. Empezamos aprendiendo a pensar como Di-s mismo. Aprendemos a abarcar la fe y la razón, la independencia y la unidad. Una vez que nos hemos alzado por sobre los límites del pensamiento humano, podemos incorporar este conocimiento más alto en nuestras vidas físicas: en nuestra lógica, nuestras emociones y, más importante, en nuestra conducta. Como nos instruyen los sabios: "Como Di-s es piadoso, así tú debes ser piadoso. Como Di-s es compasivo, así tú también debes ser compasivo (Talmud, Shabat 133b. Sifrí sobre Deuteronomio 11:22. Maimónides, Código de Leyes, Leyes de la Conducta Adecuada 1:6). Esa conducta Divina crea una unidad entre el hombre y Di-s; para lograr esta unidad es que fuimos puestos en la Tierra. Nuestra perspectiva misma del mundo empieza a cambiar; empezamos a percibir la "luz" dentro de la "caja". Reconocemos a Di-s en todo lo que nos rodea. Cuando comemos, comprendemos que nos estamos alimentando con fines constructivos y Divinos. Comprendemos que cada objeto tiene un objetivo divino más grande que la mera consumación de nuestras necesidades. La mesa es para estudiar, la sala es para sostener conversaciones importantes. El trabajo ya no es un medio de ganarse la vida, sino una oportunidad de comportarse de modo más ético y moral, y de introducir a Di-s en nuestro mundo. Un médico reconoce la maravilla divina dentro del cuerpo humano y un ingeniero ve en su trabajo un reflejo del plan y la unidad divinos.

Y por último, aprendemos a ser sensibles a la divina providencia. Reconocemos que todo, desde la agitación de una hoja en el viento al movimiento de las galaxias, es impulsado por la mano de Di-s. En lugar de mirar la vida desde afuera, aprendemos a mirarla desde adentro. La próxima vez que hagamos un viaje de negocios o de vacaciones, no nos preocuparán los aspectos triviales o externos de la gente que encontremos o las cosas que veamos. En lugar de eso, examinaremos nuestra vida a un nuevo nivel de realidad, y nos preguntaremos: ¿Por qué Di-s me trajo aquí? ¿Qué lección más profunda debo aprender de este encuentro?

A medida que aprendemos a buscar el sentido en todo lo que pasa en nuestra vida, encontraremos que nuestra vida misma se hace más significativa. Las interacciones cotidianas, por triviales que sean, toman nuevo significado. Cuando empezamos a separar las muchas capas que ocultan la realidad Divina, nuestro intelecto y percepción sensorial se hacen más agudos. El mundo real empieza a emerger, ya no amortajado en la confusión y la oscuridad, sino bañado en la luz del conocimiento superior.

En ese punto, logramos una hazaña sin precedentes: A la vez que mantenemos nuestra existencia, nos reconocemos como una manifestación de lo Divino. Además, introducimos una energía nueva en este mundo "inferior"; ayudamos a revelar la esencia de Di-s en un universo que originalmente se vio a sí mismo independiente y opuesto a Di-s. Reconocemos que nuestro mundo, que siente que no tiene causa, pudo haber sido traído a la existencia sólo por un Di-s indefinido e indefinible, que no tiene causa.

Para lograr todo esto, el divino arquitecto dio un plano, un mapa de ruta que ilumina los muchos senderos tortuosos y oscuros del mundo. Este mapa de ruta es la Biblia, que le da a la humanidad las instrucciones para llevar una vida significativa y productiva. Nos da la perspicacia para ver más allá de las capas externas de nuestro universo físico y ver lo Divino que hay adentro. Nos muestra las buenas acciones que cada persona debe realizar, los medios por los cuales refinar nuestras vidas y nuestro ambiente. Todo ser humano tiene un pequeño rincón del universo material que debe ser refinado y preparado como hogar para Di-s. Ya sea un médico o un científico, un empleado o un camionero, un padre o un maestro. Y cuando todo el universo llega a comportarse de acuerdo con las intenciones de su creador, entramos a la Era Mesiánica: el tiempo de la redención y la revelación de lo Divino en todo el universo.

Suspendiendo nuestros impulsos egocéntricos y tendiéndonos hacia Di-s, no nos volvemos menos, sino más. Dado que nosotros y todos nuestros empeños materiales son pasajeros por naturaleza, también lo son todas nuestras recompensas y objetivos materiales. Cuando vinculamos nuestras vidas a una realidad que es real y eterna, todas nuestras actividades y logros se vuelven más reales y eternos. Recordemos: Di-s nos creó a cada uno con capacidades únicas. La misión que hemos sido elegidos para cumplir en esta tierra no puede ser cumplida por nadie más que nosotros; es nuestra responsabilidad hacernos conscientes de nuestra misión y canalizar todas nuestras energías en esa dirección.

Paradójicamente, nuestra vida se vuelve significativa sólo cuando descubrimos lo carente de sentido que es por sí misma, en relación a la existencia de Di-s. Pero en última instancia, una vez que alcanzamos la perspectiva de Di-s, vemos que la vida no podría tener más sentido.

Solemos oír a gente que cuestiona la existencia de Di-s. Quizás alguno de ustedes sea uno de ellos. Es interesante notar que mucha gente tiende a cuestionar la existencia de Di-s con mucho más rigor que cuestionan muchos otros aspectos de sus vidas. Pensemos en la frecuencia con que nos apoyamos en el saber especializado de otros para determinar nuestras decisiones vitales. Aceptamos el juicio de médicos y científicos. Aceptamos el consejo de gente que nos dice cómo comer y dormir, cómo jugar y trabajar, cómo vestirnos y cómo comportarnos. ¿Con cuánta frecuencia pedimos examinar la investigación básica en que se apoya el diagnóstico del médico, o pedimos inspeccionar la cocina del restaurante donde comemos?

Pero cuando se trata de Di-s, somos mucho más escépticos. ¿Por qué de pronto nos ponemos tan rigurosamente lógicos? ¿Será que tememos la enorme responsabilidad que estamos aceptando cuando nos embarcamos en nuestra misión divina de llevar una vida productiva y plena de sentido?

La gente hoy habla cada vez más sobre Di-s, sobre la necesidad de volver a una busca de valores más altos y mayor conciencia de nuestra misión espiritual en la Tierra. Todo este discurso está bien intencionado; ahora es hora de hacer algo al respecto.

Dejemos entrar a Di-s en nuestra vida. No cuesta mucho. Di-s sólo nos pide una pequeña abertura, el ojo de una aguja, a través del cual Él nos proveerá la más amplia entrada a una realidad absoluta. Dediquemos apenas un pequeño rincón de nuestra vida a Di-s, pero usemos ese rincón para ese solo fin.

Somos la generación que completará el proceso de traer a la conciencia la presencia de Di-s en el mundo. Alcemos por fin la cortina que ha ocultado la presencia de Di-s tanto tiempo. Estamos cansados de la mascarada. Hemos estado esperando, y Di-s ha estado esperando. No Lo hagamos esperar más.

http://www.tora.org.ar/

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