miércoles, 24 de junio de 2009

La energía del mes de Tamuz (I)

Primeros conceptos

Si consideramos y analizamos el fluir energético del tiempo a partir del primer mes del calendario hebreo, el mes de nisán, podremos determinar claramente que existe un ascenso espiritual marcado y notable con el paso y el correr de los días, las semanas y los meses.

Durante el primer mes - nisán – el pueblo de Israel fue rescatado de Egipto y de las garras más atroces de la esclavitud física y espiritual. Los sabios místicos enseñan que el pueblo de Israel descendió al nivel espiritual más bajo posible - nivel límite entre la existencia espiritual y el exterminio - razón por la cual El Eterno lo rescató a toda velocidad.

Durante el segundo mes - iyar - trabajamos duramente "en pleno desierto" para lograr que el regalo de luz que recibiéramos al salir de Egipto se transformara en parte integral de nuestra persona. Cuando la luz y la elevación espiritual son recibidas "desde afuera", entonces no podemos afirmar que ellas esencialmente nos pertenezcan.

Y por fin llegamos al tercer mes - siván - y gracias a nuestro esmerado y aplicado trabajo espiritual - comprendido en el precepto de La cuenta del omer - alcanzamos la base del Monte de Sinaí y recibimos la Gran Sabiduría - La Torá - que nuestro Maestro, Moisés, logró bajar de las Alturas celestiales.

Tres meses ascendentes: de Egipto al Monte de Sinaí. Tiempo de ascenso y de energía netamente positiva.

Línea temporal que determina la distancia entre la más oscura esclavitud y la luz de la Gran Sabiduría.

Sin embargo, aquel que alcanzó en su vida alguna cima o logro realmente importante y esencial conoce la diferencia abismal que existe entre el acto de llegar y el acto de permanecer en el máximo nivel. Se podría afirmar con toda certeza que se trata de dos sabidurías distintas, dos artes separados: alcanzar el objetivo, la cima, el propósito y, además, lograr permanecer y perdurar en las alturas.

No nos engañemos: no es fácil llegar a la cima, aunque mucho más difícil y complejo es mantener el nivel de excelencia.

Y el mismo relato bíblico no deja lugar a dudas. Israel sale de Egipto, atraviesa el desierto, llega hasta el Monte de Sinaí y recibe la Torá.

Perfecto, ideal, una historia con final feliz.

No obstante, precisamente el tiempo de máxima elevación se transforma de un momento a otro en la caída más violenta, en la pérdida más feroz, en el descenso espiritual más intenso posible.
En su punto de máximo nivel Israel construye el becerro de oro.

En el lenguaje maravilloso de los sabios: la novia traiciona al Novio estando aún bajo el palio nupcial.

Y cualquier persona despierta sentirá que un interrogante lo acosa y lo carcome por dentro: ¿El mismo pueblo que salió de Egipto es el que en pocos días construyó un becerro para idolatrar? ¿La misma gente que vi con sus propios ojos cómo las diez plagas golpeaban en Egipto y cómo el mar se abría, llegó a tramar semejante traición a Moisés y al Creador? Increíble, incomprensible. Inclusive doloroso. ¿Puede acaso un pueblo tener tan corta memoria?

Recurriremos a los maestros más sabios para buscar responder a a estos complejos interrogantes, aunque antes, para ayudar al lector, presentaremos una breve introducción. De este modo intentaremos dilucidar la esencia del cuarto mes, tamuz, el cual no sólo continúa al período ascendente marcado por los primeros tres meses – nisán, iyar y siván – sino que también inicia el tiempo de la caída y el descenso.

El sentido del Mal

Los cabalistas nos enseñan que al principio de los días, o mejor dicho durante el sexto día de la creación, había un hombre, una mujer... y una serpiente. Un hombre y una mujer – Adán y Eva – con un objetivo y una tarea divina que cumplir – “trabajar y cuidar el Gan Eden” - y una criatura, también divina, encargada de tentar al hombre a desviarse del camino correcto, y a interferir y arruinar los planes divinos y humanos de perfección.

Citamos a continuación los pasajes bíblicos del segundo y tercer capítulo del libro de Génesis relevantes para nuestro estudio:

“Y El Eterno, Dios, formó al hombre de polvo de la tierra y le exhaló en sus fosas nasales el alma de vida; y el hombre se transformó en un ser vivo.

El Eterno Dios plantó un jardín en el Edén, hacia el este, y allí colocó al hombre que había formado. Y El Eterno Dios hizo que brotaran de la tierra todos los árboles que eran agradables a la vista y buenos como alimento; y el Árbol de la Vida, en medio del jardín, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal...

El Eterno Dios tomó al hombre y lo colocó en el Jardín del Edén, para que lo trabajara y lo cuidara. Y El Eterno Dios le ordenó al hombre, diciendo: “De todo árbol del jardín podrás comer, pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, no comerás; pues el día que de él comas, ciertamente morirás”.

El Eterno dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una compañera que le corresponda... El Eterno Dios, con el costado que había tomado del hombre, construyó una mujer y la llevó ante el hombre... Ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, y no tenían vergüenza.

La serpiente era más astuta que cualquier otra bestia del campo que El Eterno Dios había hecho. Ella le dijo a la mujer: ¿Acaso Dios dijo “No comeréis de ningún árbol del jardín?”...La serpiente le dijo a la mujer: “Ciertamente que no moriréis, pues Dios sabe que el día que de él comáis, vuestros ojos se abrirán, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”.

Y la mujer... tomó de su fruto y comió; y también le di a su marido junto a ella, y él comió”.

Y si bien el análisis completo de estos pasajes podría ocupar cientos o miles de páginas, en este caso focalizaremos nuestra atención precisamente en el rol de la serpiente.

En el libro Nefesh Hajaim, el gran cabalista Rabí Jaim de Volozyn relaciona a la serpiente con la presencia del Mal en el mundo. Sin embargo, lo que más sorprende de su mensaje es el énfasis que el sabio pone al destacar que la serpiente no sólo tienta a la mujer sino que lo hace “desde afuera”, “en segunda persona”, es decir, le dice: “tú puedes comer del árbol y nada malo te sucederá”. Está bien, es evidente que así sucede, mas ¿qué tiene esto de extraño? ¿La primera o segunda persona gramatical es acaso lo que modifica la influencia del Mal y su capacidad dañina? No obstante, si lo analizamos con detenimiento, descubriremos que esta situación, en la que la serpiente – el Mal – habla al hombre “desde afuera”, es única en la historia de la humanidad. Intentaremos aclararlo.

* * * *

Tal lo expresado, al hombre se le prohibe comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Mas antes de intentar dilucidar el sentido de esta prohibición, los invito a reflexionar superficialmente en el mandato divino: no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Perfecto, lo aceptamos, mas ¿por qué? ¿Qué sentido oculto encierra esta prohibición? O mejor dicho, y tal como lo cita Maimónides en su Guía de Perplejos, ¿acaso el Creador no quería que el hombre comiese de este Árbol para que no llegara a distinguir entre el Bien y el Mal? ¿Qué más valioso que esto? ¿Acaso no es precisamente esta capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo lo que diferencia al hombre de las bestias?

Mas cuando logramos internarnos en el mundo de las palabras bíblicas originales, en el idioma hebreo, y nos aproximamos a sus raíces idiomáticas, entonces todo lentamente se aclara y se ordena.

La expresión bíblica que refiere al Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal es “etz hadaat tov verá”. Es un árbol, etz, que otorga un conocimiento, daat, relacionado al Bien, tov, y al Mal, ra. Y para saber a qué tipo de conocimiento se alude, basta con entender la palabra hebrea daat, la cual en todos los casos en que aparece en la Biblia indica unión, apego y fusión. Por ejemplo, el pasaje bíblico lo utiliza para indicar que Adán conoció – iadá - a su mujer Eva y ella concibió y dio a luz. Es decir, el hombre se unió a su mujer, o tal como lo expresa el versículo: “la conoció”. Y cuando ahora regresamos al Árbol del Paraíso, ya podemos aproximarnos mínimamente a su sentido: era el Árbol que fusionaba y entremezclaba al Bien y al Mal. Y una vez que el hombre come del mismo, entonces “internaliza” a través de este acto la confusión y, desde ese instante el Bien y el Mal no solo se confunden entre si sino que le hablan al hombre desde su interior, en primera persona. El hombre cree que la voz que le habla es su propia voz, mas en realidad, es el mal instinto que lo seduce desde lo más profundo de su ser.

Comprendido. Sin embargo, y debido a la importancia del tema, me gustaría describir la situación existencial del hombre antes de pecar, tal como lo explica el genial sabio cordobés, Maimónides. Adán, antes de probar el fruto prohibido y provocar la confusión antes detallada, distinguía en su mundo cuatro aspectos diferentes: lo verdadero, lo falso, lo bueno y lo malo. Y esto, todo el tiempo que el Mal se encontraba afuera de su persona. Como es lógico, él se guiaba por lo correcto y se alejaba de lo falso, y su camino era elegido de acuerdo con la verdad. Mas al caer, al “acceder” al conocimiento que El Eterno le indico no probar, su vida ya no se rige por lo verdadero y lo falso, o lo correcto o incorrecto sino por lo bueno y malo. El hombre que basa su vida en lo que le parece bueno o malo, en lo que la agrada o le provoca rechazo, es un digno representante del hombre, mas en su estado decadente posterior al pecado. El Bien y Mal, entremezclados y confusos, desplazan y oscurecen a la Verdad y la Mentira.

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Y la siguiente pregunta es obvia, y diría que casi obligatoria para el lector que nos ha seguido atento hasta aquí: ¿Para qué Dios crea el Mal? ¿Por qué la serpiente es colocada junto a Adán y a Eva en el Paraíso? ¿Por qué es tan necesario que además acompañe al hombre en su paso por la vida?

El gran cabalista, Rabí Jaim Moshé Luzzatto, lo explica con absoluta claridad en varias de sus obras clásicas - Derej Hashem, Daat Tevunot – y para no confundir al lector intentaremos resumir sus conceptos en pocas líneas.

El hombre fue creado y puesto en este mundo para ser beneficiado, ya que la esencia divina es el Bien absoluto. Por lo tanto, se le otorga el libre albedrío y se lo coloca en un escenario en el cual la persona puede ser recompensado por sus actos. Sin embargo, si el hombre no tuviese ningún obstáculo, si ninguna fuerza se le opusiese, entonces más que una recompensa recibiría un obsequio, lo cual, y tal como lo expresan los sabios místicos, sería como comer del “pan de la vergüenza”. ¿Por qué? Pues tal regalo avergonzaría profundamente a la persona tal como el necesitado se avergüenza de observar a los ojos de su benefactor. Además, todo aquello que recibimos por obsequio nos llega desde afuera, del mundo exterior, y jamás llegamos realmente a convertirlo en parte de nuestro ser. Un regalo siempre lleva el nombre de aquel que nos lo obsequió mientras que, lo que ganamos y obtenernos con nuestro propio esfuerzo, nos pertenece de modo esencial. Por estas razones, explica el cabalista, el Mal viene a cumplir un papel vital: permitir el trabajo del hombre que, al superarlo, recibe una recompensa divina como producto de su propio esfuerzo, y como resultado de la correcta utilización de su libre albedrío.

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El Maharal de Praga, ese gigante espiritual, explica en varios pasajes de su magnífica obra que el Mal Instinto - representante de las fuerzas espirituales negativas - ataca al hombre precisamente cuando éste supera la mediocridad y sobresale. Todo el tiempo que el individuo se mantiene dentro de los niveles más comunes, más mediocres, entonces el Mal Instinto simplemente no se preocupa de él y lo deja hacer y actuar libremente. El pastor continúa distraído todo el tiempo que las ovejas no se escapan del rebaño. Mas cuando la persona crece, se supera y comienza a trabajar en aras de minimizar la presencia del Mal en el mundo, entonces el Mal Instinto lo ataca con toda su fuerza.

Esta es la razón - explica el Maharal - por la cual Israel en su punto de máxima elevación espiritual se inclina a la construcción del becerro de oro.

La profunda explicación del sabio de Praga también nos sirve para entender por qué tantos hombres al llegar a cimas importantes en sus vidas, se corrompen y desvían.

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El cuarto mes, tamuz - el mes que sigue inmediatamente al mes de siván - se presenta como un tiempo de riesgo espiritual y de caída. El pueblo de Israel ha alcanzado su cima espiritual, y Moisés, el gran líder, ha ascendido a los cielos y ha recibido la Torá directamente del Creador del Mundo. Sin embargo, es precisamente en este momento cuando el Mal ataca al pueblo, quien casi sin notarlo construye un becerro de oro y le otorga poderes idolátricos inexistentes. El tiempo de ascenso ha llegado a su fin, y el mes de tamuz y su energía ejercen ahora su influencia de descenso, de bajada, de confusión y de peligro.

Con el objeto de ser más conscientes de la complicación energética del mes de tamuz y, de este modo, minimizar su influencia dañina, intentaremos aclarar precisamente los aspectos relacionados con la inclinación a la idolatría.

Una puerta muy estrecha

En nuestra tarea de investigar y dilucidar la energía particular de cada mes nos acostumbramos a ingresar por puertas determinadas: la puerta de la historia, la puerta de las letras, etc. Sin embargo, en esta oportunidad, más que una puerta encontramos algo así como una rendija, un pasaje limitado y estrecho que apenas nos permite vislumbrar a la distancia algo de la profundidad esencial del mes de tamuz.

Ante todo ¿qué significa el nombre tamuz? ¿Cuál es su origen y su sentido? Para aclararlo presentamos un texto cerrado y sellado del profeta Ezequiel, en el cual aparece por primera y única vez en toda la Biblia la palabra tamuz. Nos referimos al octavo capítulo de su libro maravilloso.

“Sucedió en el año sexto, en el mes sexto, el cinco del mes. Yo estaba sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados ante mí, y la mano de El Eterno cayó allí sobre mí. Vi, y he aquí que había una semejanza como el aspecto de un fuego del aspecto de sus lomos, y hacia abajo, había fuego; de sus lomos hacia arriba había el aspecto de un resplandor como el color del Jashmal. Entonces extendió la forma de una mano y me tomó por un rulo de mi cabeza; y un viento me transportó entre la tierra y los cielos y me trajo a Jerusalén en visiones divinas, a la entrada de la puerta interna que da hacia el norte, donde estaba el asiento de la provocativa Imagen de la Provocación. Y he aquí, la gloria del Dios de Israel estaba allí, como el aspecto que había visto en el valle.

Él me dijo: “Hijo del Hombre, alza ahora tus ojos en dirección al norte”. Entonces alcé mis ojos en dirección al norte, y he aquí que, al norte de la puerta del altar, esta Imagen de la Provocación estaba en la entrada. Entonces Él me dijo: “Hijo del Hombre, ¿ves lo que hacen? Grandes aberraciones el pueblo de la Casa de Israel está cometiendo aquí, haciendo que Yo Me aleje de Mi Santuario. Y ahora volverás a ver grandes aberraciones”.

Entonces me trajo a la entrada del patio. Vi que había un solo agujero en la pared. Entonces Él me dijo: “Hijo del Hombre, horada ahora a través de la pared”. Entonces yo horadé a través de la pared, y he aquí que había una entrada. Entonces Él me dijo: “¡Entra y ve las malvadas aberraciones que cometen aquí!”.

Entonces entré y vi, y he aquí, todo tipo de imágenes, reptiles y animales repugnantes y todos los ídolos de la Casa de Israel, estaban ilustrados en la pared, en derredor. Y setenta hombres de los ancianos de la Casa de Israel, con Iaazania hijo de Shafan parado entre ellos, estaban parados ante ellos, cada hombre con su incensario en su mano, con una espesa nube de incienso elevándose.

Entonces Él me dijo: “¿Has visto, oh, Hijo del Hombre, lo que hacen los ancianos de la Casa de Israel en la oscuridad, cada hombre en sus habitaciones llenas de imágenes? Pues dicen: ‘El Eterno no nos ve’ y ‘El Eterno ha abandonado la tierra’” Y Él me dijo: “Ahora verás nuevamente las grandes aberraciones que cometen”.

Entonces El me trajo a la entrada del Templo de El Eterno que está al norte, y he aquí que había mujeres sentadas, llorando por Tamuz...”

Y si bien el profeta Ezequiel nos informa acerca de algo o alguien llamado tamuz por quien lloran las mujeres, no podemos menos que aceptar que continúan siendo muchos más los interrogantes que las explicaciones recibidas.

Por su parte, el sabio español Maimónides, en una de las obras filosóficas más importantes de todas las épocas - la Guía de Perplejos - completa y aclara de un modo formidable la explicación acerca del enigma de tamuz, ubicándolo además dentro de un marco y un contexto histórico definidos.

"Sabido es que nuestro padre Abraham fue educado en la religión de lo sabeos, los cuales creen que no hay más Dios que los astros... Cuando en el curso del presente capítulo te haya dado a conocer sus libros, que traducidos al árabe, tengo entre mis manos, así como sus antiguos anales, y te revele su doctrina y relatos, reconocerás que proclaman de modo explícito a los astros como divinidad, y al Sol, el dios supremo; asimismo que los siete planetas son dioses, pero las dos luminarias, los mayores... En sus libros y anales encontrarás la historia de Abraham, nuestro padre, que cuentan al tenor siguiente: Abraham, educado en Kutha, con todos enfrentado por sostener que hay un Ente distinto del Sol... fue perseguido con diversas alegaciones, aduciéndosele, entre otras pruebas, que es clara y patente la acción del Sol sobre el universo, a lo que Abraham les replicó que es exactamente como la madera en manos del maderero. Otros argumentos se mencionan contra ellos, y, como final del relato, consignan que el rey redujo a prisión a nuestro padre Abraham, el cual, aun en la cárcel, continuó durante mucho tiempo argumentando contra ellos. Finalmente el monarca, temeroso de que Abraham menoscabara su gobierno y apartara a la gente de sus creencias religiosas, le desterró a Siria después de confiscarle sus bienes...

En el citado libro se refiere, a propósito de un personaje entre los profetas de la idolatría, a Tamuz, que invitó a cierto rey a adorar a los siete planetas y los doce signos del Zodíaco. Este rey le hizo morir de manera cruel, y se cuenta que la noche de su muerte todos los ídolos de las diversas regiones de la tierra se congregaron en el templo de Babilonia junto a la gran estatua de oro que representa al Sol. Esta estatua, pendiente entre el cielo y la tierra, fue a colocarse en medio del templo, y todas las demás se situaron en derredor. Comenzó a pronunciar la oración fúnebre de Tamuz y a relatar lo que le había acontecido; todos los ídolos lloraron y gimieron durante la noche entera, y en la alborada emprendieron vuelo y regresaron a sus templos en las diferentes comarcas de la tierra. De ahí procede la inveterada costumbre de gemir y llorar sobre Tamuz el primer día del mes de su nombre: son las mujeres quienes le lloran y recitan elogio fúnebre. Reflexiona atentamente sobre todo eso y comprenderás que tales fueron las ideas de los hombres de entonces, pues la leyenda de Tamuz es de gran antigüedad entre los sabeos."

Hasta aquí el texto de la Guía de Perplejos. Y ahora resumamos y saquemos conclusiones:

· El mismo Abraham, padre de la nación hebrea, fue educado dentro del ambiente de idolatría de Tamuz. Maimónides nos enseña que Abraham no crece libre de influencias sino que, por el contrario, éstas fueron las teorías que aprendió de niño y éste el aire de idolatría que respiró durante los primeros años de su vida. Por consiguiente, todo su posterior trabajo ideológico, teológico y espiritual puede ser comprendido como un modo de enfrentarse y rechazar la educación recibida, y como su esfuerzo individual por alcanzar un monoteísmo puro.

· El profeta Tamuz ocupaba el lugar principal dentro de la ideología idólatra de la época, ya que el día de su muerte todos los ídolos se reunieron a llorarlo. Es decir, todas las demás idolatrías o imágenes particulares experimentan su ausencia, le rinden honores y se inclinan ante el “maestro” principal.

· El mes de tamuz lleva el nombre de aquel profeta. Tal "coincidencia" sugiere que debido a que en este mes su influencia energética es muy poderosa, es a su vez el tiempo en que particularmente se lo recuerda y se lo añora. Debido a esta razón, también es el momento en el que los idólatras lo recuerdan con llantos y gemidos.

En pocas palabras, Maimónides nos enseña que el mes de tamuz es el tiempo de máxima influencia de idolatría, lo cual es evidente al considerar el nombre del mes.
Tamuz: mes de influencia energética negativa que inclina y desvía al hombre al terreno de pensamientos y actos de idolatría.

Comencemos entonces a considerar estos conceptos.

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