viernes, 26 de junio de 2009

La energía del mes de Tamuz (III)

Las letras y el punto de máxima caída

Si bien la energía negativa de desviación comienza a influir en el mundo a partir del mes de tamuz, su punto máximo es alcanzado en el mes siguiente, el mes de av. Como uno de los tantos ejemplos diremos que los dos templos de Jerusalén fueron destruidos el 9 del mes de av. También los espías que recorrieron la Tierra de Israel durante todo el mes de tamuz, regresaron junto a Moisés el 9 del mes de av.

Lo caída energética que comienza en el mes de tamuz se completa en el mes de av.
Los sabios indican que precisamente en este día - el 9 del mes de av - en el punto de máxima caída, en el fondo energético del calendario, debemos dedicarnos a la lectura del libro bíblico de Lamentaciones. Citamos a continuación algunos pasajes de los cinco capítulos de este conmovedor texto bíblico:

· “¡Cómo ha quedado solitaria la ciudad que estaba llena de gente! ¡Cómo se ha tornado viuda” Ella, que era grande entre las naciones y princesa entre las provincias, ¡cómo se ha vuelto tributaria! Llora amargamente de noche, y sus lágrimas cubres sus mejillas. No tiene a nadie que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos se comportaron traicioneramente con ella. Se convirtieron en sus enemigos. Judá ha sido en cautiverio con gran aflicción y dura servidumbre. Habita entre los paganos y no halla descanso, alcanzada por todos sus perseguidores” (Capítulo 1).

· “¡Cómo cubrió El Eterno con una nube la hija de Sión en Su ira! Ha arrojado del cielo a la tierra la belleza de Israel, y no se acordó del escabel de Sus pies en el día de Su ira. Tragó El Eterno sin piedad todas las moradas de Jacob. Derribó en Su indignación las fortalezas de la hija de Judá... (Capítulo 2).

· “Yo soy el hombre que ha visto la aflicción por la vara de Su ira...Busquemos y probemos nuestros caminos, y volvamos a El Eterno. Elevemos nuestro corazón con nuestras manos a Dios en el cielo. Hemos pecado y nos hemos rebelado...Pletórico de ira nos perseguiste. Mataste sin compasión. Te cubriste con una nube, para que no pudiera llegarte ninguna plegaria. Nos pusiste como heces y basura en medio de los pueblos” (Capítulo 3).

· ¡Cómo se ha oscurecido el oro! ¡Cómo se ha alterado el oro más fino! Las piedras santificadas son esparcidas en la esquina de cada calle. Los preciados hijos de Sión, comparables al oro fino, son ahora menospreciados como si fuesen tiestos de barro, obra de manos de alfarero...Las manos de las mujeres plenas de compasión, han cocido a sus propios hijos. Estos fueron su alimento durante la destrucción de la hija de mi pueblo” (Capítulo 4).

· “Recuerda, oh Eterno, lo que nos ha sobrevenido. Contempla nuestro oprobio. Nuestra herencia es poseída por extranjeros, nuestras casas por extraños. Nos hemos vuelto huérfanos. No tenemos padre, y nuestras madres son como viudas. Los ancianos ya no se reúnen en el portón, los mancebos ya no hacen oír su música. Ha cesado la alegría de nuestro corazón. Nuestra danza se tornó en luto. Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Hay de nosotros, por haber pecado! Desfallece nuestro corazón, y nuestros ojos ven las cosas turbias. Sobre la montaña de Sión, que está desolada, andan los zorros...Vuelve a nosotros, oh Eterno, y nosotros volveremos. Renueva nuestros días como antaño. ¡No puedes rechazarnos enteramente y airarte al extremo con nosotros! (Capítulo 5).

Tal obra, además de referirse en su contenido a Jerusalén desolada y destruida y al pueblo sometido al máximo sufrimiento, también a través de ciertos detalles aparentemente insignificantes nos permite llegar al núcleo mismo de su mensaje.
Pequeños detalles, diminutos, aparentemente insignificantes, colmados de señales y de huellas de sabiduría.

Me permito solicitarles vuestra máxima atención.

* * * *

Si leemos el libro de Lamentaciones con detenimiento notaremos que todos sus capítulos, a excepción del último, están ordenados respetando el orden del abecedario hebreo. Significa: los versículos comienzan con letras que mantienen el orden estricto del abecedario.

Mas a partir del segundo capítulo encontramos una modificación en el orden del mismo: la letra pei aparece escrita antes que la letra ain (Ver Tablas de letras en la Introducción de esta obra).

Los sabios del Talmud (Tratado de Sanhedrín), atentos y sensibles a todo cambio o modificación, indican que en realidad tal inversión en el orden de las letras pei y ain no es casual sino que, por el contrario, encierra un mensaje muy profundo, y lo ejemplifican precisamente citando el caso de los espías enviados por Moisés: ellos dijeron con sus bocas - pei - lo que sus ojos - ain - no vieron.
En pocas palabras, la raíz del exilio, la caída y la destrucción está simbolizada por la modificación del orden correcto entre la letra pei y la letra ain, lo cual indica la posibilidad humana de hablar lo que nuestros ojos no vieron.
Qué sugerente y qué significativo resulta entonces reflexionar acerca de la enseñanza de los sabios que indica que precisamente entre estas dos fechas históricas – el 17 de tamuz y el 9 de av – existen veintidós días, el mismo número que conforma el abecedario hebreo.

Los cuatro sabios

Tal vez uno de los pasajes más famosos y maravillosos del Talmud nos sirva para acercarnos un paso más a los conceptos citados. Más precisamente, nos referimos al relato talmúdico acerca de los cuatro sabios que ingresaron al huerto – pardés (Talmud, Tratado de Jaguigá 14b). Presentamos a continuación una traducción resumida de aquel texto, la cual ya incluye algunas explicaciones para facilitar la comprensión del lector:

Enseñaron los sabios: “Cuatro entraron al pardés, y éstos son: Ben Azay, Ben Zoma, Ajer, y Rabí Akiva.... Ben Azay observó y murió... Ben Zoma, observó y fue afectado... Ajer corrompió su percepción de la divinidad, y Rabí Akiva salió en paz.”

Evidentemente el texto se refiere a cuatro sabios que intentaron investigar los niveles místicos más profundos – el pardés – razón por la cual el estudio de este pasaje es un pilar de los textos cabalísticos.

Y quien de un modo dramático toma el centro de la escena, y convoca la máxima atención, es la figura de Elisha Ben Abuia, el cual a partir de su desviación herética pasa a ser llamado por el Talmud con un nombre sugerente: Ajer. El sabio deja de ser quien fue y se transforma en “otro”: Ajer.

El mismo Talmud relata lo sucedido a Ajer en “las alturas”. Es fundamental destacar que nada de lo dicho aquí debe ser tomado al pie de la letra ya que, sin duda, el texto de sabiduría sugiere niveles de comprensión que nos superan por completo. De todos modos, el sentido llano del pasaje talmúdico podemos resumirlo del siguiente modo:

Cuando Ajer ingresó al pardés, vio a uno de los ángeles principales, a quien se había dado el permiso para sentarse y anotar los méritos de Israel. Entonces Ajer recordó que había aprendido que, entre otras cosas, en las alturas no existía el concepto de sentarse, lo cual lo confundió. Por consiguiente, al ver que de todos modos un ángel estaba sentado en contra de las leyes y decretos celestiales, concluyó que “tal vez existían dos poderes en los Cielos”: el de Dios, y el del Angel que estaba sentado. Y a pesar de que en los Cielos intentaron demostrar a Ajer – castigando al ángel con sesenta golpes de fuego – que en realidad existía un solo y único dominio y poder, el divino, el sabio no modificó sus pensamientos acerca de la dualidad en las alturas. El daño en su aprehensión de la divinidad ya había afectado lo más profundo de su ser.

Maimónides, en su Guía de Perplejos (Primera parte, capítulo 32), se refiere a este texto hermético:

“Lo propio acaece en cuanto a las percepciones intelectuales, puesto que, si te detienes en lo obscuro y no te engañas a ti mismo creyendo demostrado lo indemostrable, en orden a materias que no lo han sido; si no te apresuras a rechazar y declarar categóricamente falsas cualesquiera aseveraciones cuyas contrarias no se hayan demostrado; si, en una palabra, no te empeñas en penetrar lo que te es imposible, habrás llegado a la perfección humana y conseguido el rango de Rabí Akiva, que “entró en paz y salió en paz”... Ahora bien, si te lanzas a la aprehensión de cosas que exceden tu capacidad o te precipitas a declarar falsas aquellas aseveraciones que no hayan sido demostradas o que son imposibles, siquiera sea remotamente, te clasificas con Elisha, Ajer, y además de no lograr la perfección, te quedarás en el ínfimo grado de la imperfección, y te ocurrirá que sobrevalorarás las fantasías, te sentirás arrastrado al vicio, a la depravación y el mal, secuela de los prejuicios del intelecto y extinción de su luz”.

Y si entendemos que los ojos simbolizan el estudio profundo y la investigación, el análisis pausado y la inclinación contemplativa, bien podemos afirmar que en este caso “la boca” prevaleció a los ojos y Ajer, simplemente, no los tuvo en cuenta.

Tal vez esta sea la interpretación de Maimónides al afirmar: “si no te apresuras a rechazar y declarar categóricamente falsas cualesquiera aseveraciones cuyas contrarias no se hayan demostrado”, y también “te precipitas a declarar falsas aquellas aseveraciones que no hayan sido demostradas o que son imposibles, siquiera sea remotamente”. O en nuestro lenguaje, si no antepones tu boca a tus ojos o, la letra pei a la letra aín.

Profundicemos

Si bien la tergiversación en el orden de las letras que simbolizan la boca y los ojos puede parecer un detalle insignificante, los sabios místicos nos enseñan que esta combinación inversa es absolutamente destructiva.

En la simbología mística, los ojos representan la fuente de información y contacto con la realidad, mientras que la boca expresa la traducción de tal relación en ideas y palabras.

No sorprende entonces que la palabra bíblica para denominar a una fuente de agua sea idéntica al nombre de la letra: ain. ¿A que se debe tal estricta relación lingüística? Muy sencillo: tanto la letra como la fuente de agua representan el origen y el punto inicial de un fluir y una dinámica determinados.

Cuando el ojo ocupa el lugar correcto, entonces la boca refleja de modo transparente la realidad.
Cuando la boca funciona de modo independiente, desconectada de los ojos, entonces la transparencia se transforma en confusión y la realidad en simple imaginación.

La boca ya no traduce la información que le brinda el ojo, sino que sirve pleitesía a los deseos del hombre.

La boca ya no busca reflejar estrictamente la realidad; ahora habla deseos, pronuncia voluntades.

Mucho más grave aún: una vez que la boca habla disfrazada de fuente, cuando llega el turno del ojo éste ve lo que la boca ha dicho, que a su vez es lo que el deseo le ha dictado.

El ojo ahora cree observar una realidad que no es más que la expresión de sus deseos.

En lugar que la boca marche detrás de los ojos, éstos aprehenden la realidad descripta falsamente por la boca.

La boca ya no expresa lo observado sino que, por el contrario, se observa lo expresado por la boca.

Los sabios místicos revelan que esta desarticulación entre la boca y los ojos representa la raíz de toda caída y destrucción.

El orden correcto de los ladrillos y las piedras energéticas posibilita una construcción estable de los cimientos y las bases. Mas cuando el orden se modifica y se corrompe, el futuro edificio está condenado a tambalearse y caer destruido en mil pedazos.

El desorden de letras y el hombre contemporáneo

Si bien hasta ahora hemos analizado el tema a un nivel abstracto y teórico, sin duda que todos nosotros reconocemos en nuestro mundo interior esta dinámica destructiva y corrosiva.

La boca habla y determina; los ojos más tarde observan lo dicho.

El hombre contemporáneo vive atrapado en un universo gigantesco de palabras. Mas exactamente en una cárcel con rejas de palabras: palabras de radio, palabras de televisión, palabras de periódico, palabras de revista, palabra digital, palabra celular, palabra de internet, palabra...

Sobra aclarar que en su enorme mayoría se trata de palabras pronunciadas por bocas que preceden a los ojos.

Palabras que violan el orden natural, palabras que son semillas de futuras destrucciones.

¿A qué se debe este fenómeno enfermizo?

Los hombres contemporáneos pueden ser calificados en alguna de estas dos categorías: aquellos que viven desconectados del tiempo o aquellos que repiten sin cesar que el tiempo no les alcanza para nada.

En ambos casos - ya sea debido a la desconexión o a la carencia - el hombre contemporáneo no dedica el tiempo mínimo y elemental que se requiere para observar la realidad, analizarla, reflexionar al respecto y sacar conclusiones. Por el contrario, apurado, atolondrado y aturdido, habla y parlotea sin descanso. Y una vez que ha hablado y dicho todo sobre todo, entonces le llega el turno a su ojo fugaz que - nuevamente carente de tiempo o desconectado del mismo - coincide plenamente con todo lo dicho.

Sus ojos ciegos aprehenden una realidad inventada por su boca de cotorra.

En el campo urbano, social y cultural, las palabras de radio, diarios y televisión se prestan "desinteresadamente" a reemplazar la boca del hombre contemporáneo, ocupada en hablar de sus cosas privadas. Y muy curiosamente, los ojitos agotados del hombre moderno terminan viendo y captando la realidad tal como la Gran Boca la ha pronunciado y explicado.
¿Puede un hombre cuerdo imaginar combinación más dañina y perversa que esta?

Comenzando a cerrar el círculo

En otra parte de El Calendario Cabalístico escribimos que en la mayoría de los casos seguimos leyendo y analizando la Biblia tal como la aprendimos y la estudiamos en el colegio. Aunque sin desprendernos de esta perspectiva, nos será imposible explicar y entender cómo un pueblo que había visto y oído a la divinidad descender entre nubes, fuego y relámpagos sobre el Sinaí, tras cuarenta días construye un becerro de oro y le proclama fidelidad absoluta. Tal como tampoco nos resultará muy sencillo comprender cómo los representantes más notables de cada tribu espiaron la tierra de Israel y transmitieron al pueblo ansioso y esperanzado un informe tergiversado y engañoso.

Nuestros sabios místicos lo explican afirmando que ellos realmente "vieron", y que en ningún caso se trata de gente mentirosa o embustera.

Sólo que ellos "vieron" lo que ya había hablado su mente y su corazón. “Vieron” sus deseos, vieron sus miedos y temores, vieron sus deseos que exigían comodidad y refugio.

El pueblo de Israel "realmente" observó en los cielos el entierro de Moisés, porque sus mentes ya se habían dicho a sí mismas que seguramente el gran maestro no regresaría.

Los diez espías "realmente" vieron que hombres gigantes e invencibles habitaban la tierra prometida debido a que sus corazones ya habían sido capturados por la cobardía y por la duda.

La letra del mes

Los libros místicos relacionan al mes de tamuz con la energía particular de la octava letra del abecedario hebreo, la jet. Y para entender al menos algo de esta enseñanza, resulta fundamental primamente aclarar algunos conceptos.

Es sabido por todos, inclusive por aquellos que no se introdujeron en el mundo de la mística, que la semilla encierra al futuro árbol. O dicho en términos conceptuales, la semilla representa el nivel “en potencia” del futuro árbol “en acto”. Dos niveles, dos estados relacionados de modo esencial. No obstante, esta misma idea tan simple puede tomar dimensiones mucho mayores cuando la llevamos a un plano un tanto más abstracto.

En el lenguaje de los sabios, el principio o el inicio de toda cosa o fenómeno, encierra todo lo que sucederá con el correr de las horas, los días o los años.

El Talmud señala que la primera vez que una idea es expresada en la Biblia, éste es el sitio del cual se puede aprender de modo más claro y puro acerca de la misma. Más profundo aún, y aplicando estas ideas a nuestro tema en particular, la primera vez que una letra aparece en la Torá, de esta primera aparición y de su contexto puede entenderse la esencia de la letra.

¿Cuál es la primera oportunidad en la que aparece la letra jet? Muy sencillo: en el segundo versículo del libro del Génesis, como inicio de la palabra oscuridad: joshej.

Y tras haber leído nuestro análisis de la energía de tamuz, no sorprende que letra del mes sea la jet, ya que durante el mismo la visión se enturbia, el ascenso se detiene, y la luz que junto al Sinaí parecía eterna, lentamente comienza a tornarse en oscuridad.

Volvamos a Tamuz

Tal lo dicho, los textos de sabiduría describen a tamuz como a un profeta de idolatría. Y no solamente como un simple profeta sino como el más grande de todos, razón por la cual los ídolos de los cuatro rincones del planeta se reunieron a llorarlo.

Los sabios místicos enseñan que la imagen de tamuz como el Gran Profeta de la idolatría, alude al punto máximo de palabras desconectadas de toda visión.

La Gran Boca que marcha delante de los pequeños ojos.

Sólo una boca desconectada por completo de los ojos puede llegar a construir una realidad y a crear un mundo sin base, imaginario por completo, un escenario en el que todo puede suceder.

El mundo imaginario del idólatra en el que un turbio entierro sucede en los cielos, un mundo en el que a un becerro de oro recién hecho con aretes de mujeres se le adjudican poderes trascendentes, y a hombres simples, de carne y hueso, se los aprehende como gigantes invencibles.

El trabajo espiritual del mes

1. El valor de la caída

Uno de los sabios pensadores más brillantes de la historia de Israel, Rabeinu Tzadok Hakohen, se ocupa en varias partes de su obra del revalorizar precisamente la caída y el descenso de la persona. Este gigante espiritual nos revela que el camino natural de la persona es ascender, alcanzar un determinado punto, una cima individual, para después descender nuevamente y comenzar la tarea de ascenso buscando y aspirando nuevos logros. ¿Acaso esto significa que necesariamente la persona deberá caer en su camino ascendente? Y la respuesta del cabalista es positiva, y mucho más aún: el ascenso posterior es directamente proporcional a la profundidad de la caída precedente.

En nuestro modo superficial de entender la realidad, categorizamos al ascenso como positivo y al descenso y a la caída como negativo. Lo bueno – el ascenso – se detiene y se interrumpe, para dar lugar a lo malo y decadente – el descenso y la caída. No obstante, y tal como lo enseña el sabio, el ascenso y la caída pueden entenderse también de un modo más profundo como dos elementos necesarios de un proceso de crecimiento y desarrollo espiritual.

Un jasid se quejó al rabí de Lublín de que era atormentado por un deseo pecaminoso y sentía abatido por ello. El rabí le dijo: “Guárdate ante todo del abatimiento, porque es peor y más pernicioso que el pecado. Cuando la inclinación al mal despierta deseos en el hombre, lo que le interesa no es sumirlo en el pecado, sino sumirlo en el abatimiento por el camino del pecado”.

Lo escribimos al comienzo de este libro: el Mal constituye un elemento esencial en la historia de la humanidad, y es el elemento divino que permite al hombre trabajar y superarse. Es cierto, el Mal provoca la caída del hombre, más el descenso posibilita a la persona profundizar en el acto de vivir, alcanzar mayores niveles de comprensión, y fortificar sus persona para los tiempos venideros.

Preguntaron a Rabí Shmelke: “Por qué se considera tan glorioso el sacrificio de Isaac? Por ese entonces nuestro Padre Abraham había alcanzado un alto rango de santidad, por lo uqe no es de extrañar que hiciera inmediatamente lo que Dios le pidió”.
El contestó: “Cuando un hombre es sometido a prueba, todos los rangos y toda la santidad le son quitados. Despojado de todo lo que alcanzó, se enfrenta cara a cara con Aquel que lo está probando”.

Debemos cambiar nuestra concepción acerca del Mal hasta poder afirmar sin titubeos que el Mal es un bien que no entendemos.

A un nivel superficial no lo entendemos, mas cuando profundizamos, cuando estudiamos, cuando reflexionamos, rápidamente descubrimos que una vida sin grietas ni quebrantos sería un paso monótono por el tiempo, una vida sin trabajo, sin superación, una vida regalada y carente de sentido.

Toda vez que Rabí Itzjak llegaba al pasaje de la Hagadá de Pesaj donde se habla de los cuatro hijos y allí leía acerca del cuarto, ése que “no sabe cómo preguntar”, decía: “Aquel que no sabe cómo preguntar, soy yo mismo, Levi Itzjak de Berditchev. No sé cómo preguntarte, Señor del mundo, y aun si lo supiera, no soportaría hacerlo. ¿Cómo osaría yo preguntarte por qué todo sucede como sucede, por qué somos expulsados de un exilio a otro, por qué se permite a nuestros enemigos atormentarnos? Pero en la Hagadá, al padre de “aquel que no sabe preguntar” le es dicho: “A ti te corresponde revelárselo”. Y, Señor del mundo, ¿no soy yo tu hijo? No te ruego que me reveles el secreto de tus caminos: ¡no podría soportarlo! Pero muéstrame una cosa, muéstramela más clara y más profundamente: muéstrame qué significa para mí esto que sucede en este mismo momento, qué exige de mí, qué es lo que tú, Señor del mundo, me está diciendo por ese medio. Ah, lo que quiero saber no es por qué sufro, sino solamente si sufro por tu causa”.

En el mes de tamuz comienza la caída de Israel tras alcanzar su punto máximo a los pies del Monte Sinaí. Y es un tiempo en el que soplan energías de tropiezo y de caída. ¿Acaso esto es peligroso? Claro, muy peligroso, para quien aún no ha comprendido el valor fundamental de la caída y su importancia para el próximo ascenso.

2. Elegir lo verdadero

Dijimos más arriba que, tal como lo explica el genial sabio cordobés, Maimónides, Adán, antes de probar el fruto prohibido y antes de provocar la confusión antes detallada, distinguía en su mundo cuatro aspectos diferentes: lo verdadero, lo falso, lo bueno y lo malo. Y esto, todo el tiempo que el Mal se encontraba afuera de su persona. Como es lógico, él se guiaba por lo correcto y lo falso, y su camino era elegido de acuerdo con la verdad. Mas al caer, al “acceder” al conocimiento que El Eterno le indico no probar, su vida ya no se rige por lo verdadero y lo falso, o lo correcto o incorrecto sino por lo bueno y malo. El hombre que basa su vida en lo que le parece bueno o malo, en lo que la agrada o le da rechazo, es un digno representante del hombre, mas en su estado decadente posterior al pecado. El Bien y Mal, entremezclados y confusos desplazan y oscurecen a la Verdad y la Mentira.

Pensemos y reconozcamos con toda franqueza: ¿cuantos de los caminos que elegimos son escogidos por nosotros por tratarse de caminos verdaderos? ¿O es que acaso sólo vamos detrás de lo que nos gusta y nos causa placer?

Un hombre acudió a Rabí Levi Itzjak y se quejó: “Rabí, ¿qué he de hacer con la mentira que constantemente se infiltra en mi corazón?” Se detuvo y luego gritó muy alto: ¡Oh, y ni siquiera lo que acabo de decir fue dicho sinceramente! ¡Jamás encontraré la verdad! De desesperación, el hombre se arrojó al suelo.

¡Con cuánto fervor busca este hombre la verdad!, dijo el rabí. Con mano suave lo levantó del suelo y dijo: “Está escrito en el libro de los Salmos: “La verdad brotará de la tierra”.

Existe un texto talmúdico, al final del Tratado de Sotá, en el que los sabios se refieren a la características de los años finales de la historia y del mundo. Allí se determina, entre otras cosas, que en los tiempos anteriores a la venida del Mesías “la verdad va a faltar”. Es decir, serán tiempos en los que el hombre no tomará en cuenta a la verdad y, por el contrario, marchará detrás de los deseos de su corazón.

En el mes de tamuz Israel realizó mal la cuenta de los días que Moisés debía permanecer sobre el Monte, y es el mes en el que al pueblo le pareció ver algo así como el entierro del líder en los cielos. Mas, si realmente aquella generación hubiese buscado la verdad con todo su corazón, no con tanta celeridad hubiesen reemplazado al mismo Moisés por un becerro de oro, construido por sus propias manos, desprovisto por completo de todo elemento de santidad trascendental. ¿Un pueblo que se guiará por la verdad podría haber exclamando ante este ídolo “éste es quien nos sacó de Egipto?

Un discípulo preguntó al rabí de Lublín: “Rabí, tú nos enseñaste que si un hombre conoce su propio valor y echa cuentas honradas con su propia alma, a él puede aplicársele el dicho popular: “Sacar las cuentas es pagar la mitad de la deuda”. ¿Cómo debemos entenderlo?
“Cuando se envía mercadería a través de la frontera”, dijo el rabí, “se le aplica el sello del rey y esto la certifica. De modo que cuando un hombre hecha cuentas honradas con su alma, la verdad, que es el sello de Dios, se aplica sobre él, y queda certificado”.

De modo equivocado solemos pensar relacionar al bien con el placer, y al placer con el bien. No obstante, todo el tiempo que lo correcto no es tomado en cuenta, cada elección que no considera también a la verdad, se condena a sí misma a durar muy poco tiempo. La idea del bien cambia y se modifica con el tiempo, y lo que antes nos provocaba placer, hoy nos genera rechazo. Mas la verdad es eterna, la firmeza de la misma se mantiene por siempre. Y tal vez debamos alguna vez permitirnos pensar que quizá el saber que hacemos lo correcto, por elección, conscientemente, es lo que a la larga provoca en nosotros el máximo placer. El único que, por basarse en la verdad inmutable, tampoco se modifica con el paso de los días y los años.

Aprovechemos la energía de este mes para revisar nuestros actos y para decidir si queremos basarlos y apoyarlos en parámetros y pilares verdaderos o en nuestras vanas y cambiantes ideas del bien, del mal y del tan inestable placer.

3. Anticipar los ojos a la boca

Aprendimos que la caída más dañina comienza en el momento en el que la persona modifica el orden de sus ojos y su boca. En lugar de hablar lo que ve, primero habla, y después observa. Y dijimos también que lo más grave de esto es que al final los ojos terminan “viendo” lo que su boca dijo. Los invito a reflexionar acerca de cuánto de los que normalmente opinamos con un tono de máxima seguridad se basa en hechos comprobados y estudiados a fondo.

Para explicarlo citaré un ejemplo maravilloso.

La Biblia nos relata que cuando el pueblo de Israel, tras cruzar el desierto, se aprestaba a entrar a la Tierra Prometida, el rey de Moab, Balak, sobremanera se asustó y decidió tramar un plan para evitar que Israel llegara a su tierra. Entonces, mandó a llamar al máximo “profeta” de aquéllos días, Bilaam, para que observara a Israel desde lejos y lo maldijera. El Talmud, en el Tratado de Berajot, enseña que el gran poder de Bilaam consistía en que sabía calcular exactamente el instante en el que Dios se enoja, y entonces en este preciso momento también él maldecía y vilipendiaba. Y si bien al fin y al cabo el plan de estos dos malvados fracasó, y las maldiciones fueron trocadas en bendiciones, el Talmud de todos modos se interesa por un punto particular de esta historia: ¿cómo el malvado Bilaam podía lograr maldecir en sólo un instante? Y la respuesta de los sabios es que el mínimo tiempo de un instante le era suficiente para pronunciar el término hebreo “kalem”: ¡que sean exterminado!

Para entender esta maldición, diremos que Maimónides escribe que la palabra rey, melej, está compuesta por tres letras: mem, lamed y jaf, y que este orden no es casual. La primera letra, la mem, marca el nivel del moaj, del cerebro y de la mente de la persona, que es la que debe conducir al individuo; la segunda letra, la lamed, es la que refiere al nivel del lev, el corazón, el cual debe seguir a la mente, y por último, la letra jaf marca el nivel del hígado, el kaved, el cual es asociado con la sangre y domina al aspecto físico y corporal de la persona. En resumen: rey, melej, es quien anticipa la mente a sus sentimientos, y éstos a su cuerpo.

La maldición kalem, la cual pretendía dañar al pueblo de Israel, reúne la mismas letras que rey, melej, aunque en el orden inverso. ¡Pobre de la persona cuyo cuerpo determina el camino, el sentimiento lo sigue, y sólo después permite a su mente tomar parte en la decisión! ¿Puede acaso imaginarse una persona mayor maldición que esta? En el plano más practico posible, imaginen a una persona eligiendo comprar un automóvil porque al manejarlo lo disfruta, su color le atrae y le sienta bien. Luego, claro, una vez que sus actos y su deseo lo han impulsado a gastar miles de dólares, explicará a sus amigos que se trata de un excelente motor, y que es sumamente sabido que el mismo da muy buenos resultados. Los actos, los sentimientos, y recién después la cabeza en funcionamiento. Dejo a la imaginación del lector la aplicación del mismo ejemplo a la elección de una pareja...

Cuando la boca habla sin que los ojos hayan revisado los hechos, la persona funciona de modo inverso y, esto garantiza su futura derrota.

Una vez, en la mesa, Rabí Uri dijo las palabras del salmo con gran fervor: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu Ley” (119:18). Luego las explicó de esta manera:
“Sabemos que Dios, antes de crear el sol y las estrellas, creó durante el primer día una gran luz para que el hombre pudiera mirar de un extremo al otro del mundo sin que ninguna cortina se interpusiera entre su mirada y lo que era visto. Pero después Dios ocultó esa luz. Por eso David suplica ante el Creador: “Abre mis ojos”. Porque no es realmente el ojo, con su blanco y su pupila, lo que produce la visión; el ojo tiene visión porque e poder de Dios se la da. Pero una cortina impide que el ojo vea lo que está lejos en la misma forma que ve lo que está cerca. David suplicaba que esta cortina fuera eliminada, para que pudiera admirar la maravilla de todo lo que existe. Porque, dice, “de Tu Ley”, o sea de acuerdo con la Torá, veo que no debe haber separación alguna”.

Y si alguna vez, precipitadamente, anticipamos la boca a los ojos, y creamos una realidad propia, basada en nuestra fantasía, como el idólatra, debemos al menos estar dispuestos a rectificar nuestras ideas cuando la realidad nos demuestra la contrario. ¡Cuántas veces por orgullo nos aferramos a conceptos o a ideas que expresamos y no estamos dispuestos a modificarlos en ningún caso! ¡Cuántas veces clamamos a los cielos porque sentimos que en nuestro mundo la presencia divina aparenta estar ausente! Mas es completamente cierto: Dios habita en el mundo creado por El y no en el que nosotros inventamos o imaginamos. Es cierto, el mundo que es producto de nuestras fantasías no es habitado por Dios, y, por consiguiente, no podemos quejarnos ante El o pedirle explicaciones de lo que en el sucede.

Uno de los seguidores de Rabí Moshé era muy pobre. Se quejó al rabí de que su estrechez le impedía aprender y orar.

“En este día y en este tiempo”, dijo Rabí Moshé, “la mayor devoción, mayor que el estudio y la oración, consiste en aceptar el mundo exactamente tal como es”.

También a Ajer intentaron demostrarle en los cielos su error y su equivocación, mas él ya había sacado sus propias conclusiones, a las cuales se aferró hasta llegar al final, al escalón más bajo, a lo más profundo de su caída.

Aprovechemos la energía de tamuz para reordenar nuestra estructura interna, para dar prioridad a nuestros ojos y para que las palabras que salgan de nuestra boca sean fieles a un sistema que nos permita ser reyes... de nuestra persona y nuestra vida.


Costumbres y leyes relacionadas con Tamuz

· Tal lo dicho, el 17 de tamuz ocurrieron muchas tribulaciones al pueblo de Israel: las primeras tablas de la Ley fueron quebradas, se anuló el sacrificio de tamid, el cual era ofrecido antes de la destrucción del Templo, las murallas de Jerusalén fueron penetradas por los enemigos, la Torá fue quemada y se erigió un ídolo en santuario del Templo.

El recuerdo de estos acontecimientos dolorosos y su preservación en el corazón de cada persona sirve como punto de partida para la realización de la introspección personal, el retorno a Dios con arrepentimiento sincero y el mejoramiento de las acciones, todo ello con el propósito de que estas tribulaciones no vuelvan a ocurrir. Debido a esta razón, el 17 de tamuz es declarado como un día de ayuno comunitario.

Es importante destacar lo que Maimónides escribió al respecto:

“Hay días en los que todos ayunan – a causa de las tribulaciones que les ocurrieron – a fin de conmover los corazones y de abrir las puertas del arrepentimiento. Esto constituirá una remembranza de nuestras malas acciones, así como de las acciones de nuestros padres que son como nuestras acciones ahora, al punto tal que ello provocó – tanto a ellos como a nosotros – dichas tribulaciones”.

· Las tres semanas que van desde el 17 de tamuz hasta el 9 de av, son denominadas bein hametzarim debido al versículo del libro de Lamentaciones que describe así la destrucción del Templo: “Todos sus perseguidores la alcanzaron entre los estrechos – bein hametzarim” (1:3).

· En cada Shabat, durante el período de bein hametzarim, después de la lectura de la Torá en la sinagoga se lee tres secciones de los profetas que hablan acerca de la retribución y los castigos que acontecerán debido a los pecados del pueblo.

· Desde el 17 de tamuz hasta el día después al 9 de av, no se celebrar matrimonios. En algunas comunidades sefardíes no se celebran matrimonio únicamente a partir del comienzo del mes de Av y hasta después del 9 de av. No obstante, está permitido comprometerse durante todo el período de bein hametzarim.

· Está prohibido cortarse el cabello y rasurarse durante las tres semanas de bein hametzarim. Empero, a los sefardíes les está prohibido hacerlo únicamente a partir de la semana en la que tiene lugar el 9 de av.

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