domingo, 21 de junio de 2009

Las Mitzvot(III)

¿Por qué el pueblo judío fue el elegido para recibir las mitzvot?

Repetimos que no sabemos las razones de H’.

Pero, si intentamos razonar un poco, podemos conjeturar que para emprender la dispersión de la Torá por todos los rincones de la Humanidad, para llevar el mensaje de la Torá y las acciones de las mitzvot a todas y cada una de las personas de este Mundo, era necesario empezar en algún punto. Podemos llamar a ese punto de inicio: Israel. Pueblo, que tiene entre otros fines el de convertirse en una "luz para los pueblos", según expresara el profeta Ieshaiá en su profecía (Ieshaiá 42:6).

O como dijera por su parte el profeta Mijá (4:2): "Vendrán naciones numerosas y dirán: ‘Vengan, subamos al monte de H’, al templo del Dios de Iaacov, él nos enseñará sus caminos, e iremos por sus sendas’; porque de Tzión saldrá la Torá y la palabra de H’ de Ierushalaim."

Pero, para que los pueblos hagan tal, nosotros debemos escuchar el llamado que dice: "Casa de Iaacov, vamos caminemos por la luz de H’" (Ieshaiá 2:5), por el cual, nosotros debemos saber andar por el Camino, tener los ojos abiertos a la Luz, para nosotros y la Humanidad.

Eso se consigue...¡cómo no!, cumpliendo con las mitzvot.

Pero, y que quede bien claro, no es por las naciones que debemos cumplir las mitzvot, sino por nosotros, o en realidad, por reverencia y amor a H’.

Todos estos psukim hacen referencia al Final de los Tiempos, y es para esa generación que Malají (3:17, 18) profetizó: "Estoy preparando un día, dice H’ el Todopoderoso, en el que ellos volverán a ser mi propiedad. Seré compasivo con ellos, como un padre con su hijo que le sirve. Entonces ustedes verán de nuevo, la diferencia que hay entre el justo y el malvado, entre quien sirve a H’ y quien lo sirve."

En su obra ‘Shaaré Teshuvá’, Rav Ioná de Gerona aprende de este párrafo que es por intermedio del cumplimiento de las mitzvot que se logra, efectivamente, servir a H’, sea en las mitzvot de acción o de abstención. Es merced al cumplimiento, y al acondicionamiento espiritual que se efectúa con este ejercicio de práctica cotidiana, que el judío puede ser incluido en el grupo de los denominados hijos de H’ que Le sirven. Las mitzvot distinguen a quien las cumple, sirviendo como estandarte que lo eleva por sobre el malvado que no sirve a H’.

Por último, como podemos apreciar la elección de Israel por sobre el resto de la Naciones no implica una vergüenza, odio o ignominia hacia ellos, sino, una carga, un yugo que el judío debe aprender a cargar sobre sus espaldas. Ser elegido no es un triunfo por sobre el resto de los pueblos, sino una meta, una finalidad personal y colectiva, que puede traer aparejada la victoria de toda la Creación.

Qué es prioritario, ¿el estudio de las mitzvot o su práctica?

Los jajamim parecen contradecirse en el Talmud, porque en un momento dicen: "No es el estudio lo fundamental sino la práctica (de las mitzvot)" (Avot 1:17). Y un poco después aseguran que: "El inculto no puede temer al error (pecado), ni el ignorante ser piadoso" (Avot 2:6).

¿Cómo explicar esta aparente contradicción?

Podemos hacerlo de manera bastante simple, si decimos: es importante el estudio que al menos permite el conocimiento de las mitzvot y de las halajot, de cómo llevarlas a la practica, para...llevarlas a la práctica. Porque, profundizar en fundamentos, en razones, en recompensas en etcéteras puede ser bonito o masajeante para el cerebro, pero completamente inútil y perjudicial si ese estudio no provoca el cumplimiento de las mitzvot.

Es decir, primero hay que dejar la ignorancia, teniendo un conocimiento de las bases; luego cumplir mitzvot con pleno conocimiento; finalmente, y si es posible, profundizar (aunque esto es completamente prescindible).

En caso de que se intentara cumplir con las mitzvot por costumbre, por familiaridad o porque así fue adoctrinado por su familia o amigos, puede ser que este cumpliendo con las mitzvot, y puede ser que lo haga de la manera más perfecta que lo pueda hacer; pero, lamentablemente no alcanza el grado un poco superior de piadoso, de aquel que ejerce sus acciones con amor y conocimiento, es decir, no por arrebatamiento o pasión, sino por verdadero Amor (no olvidemos que en hebreo de la Torá el verbo conocer implica tanto el acto intelectual como el apareamiento sexual, esto es, se conoce con la pasión, con los instintos, pero también con el espíritu.)

Mitzvá y sentimientos

Pretender elaborar una posible relación entre las mitzvot y los sentimientos es desde su inicio una tarea destinada al embrollo, puesto que no mucho tiene que ver unas con otros.

Los jajamim contundentemente expresaron (Kidushin 31a; Avoda Zará 3a): "más grande es aquel que cumple las mitzvot por habérsele ordenado, que aquel que las cumple por propia voluntad." Es decir, el acatamiento del "yugo celestial" (la obligación de las mitzvot) es superior a la pasión por realizar buenas obras.

Aquel que realiza buenas acciones (que pueden, y generalmente así es, coincidir con mitzvot) por propio deseo, por imposición de su voluntad, y no por ganancia de diverso tipo (distinción, abaratar impuestos, adormecer la conciencia moral, etc.) sin dudas es un ser humano distinguido y apreciable.

Aquel que realiza virtuosos actos por aceptar las mitzvot, quizás no sienta ningún noble sentimiento, hasta quizás su corazón se conduela, pero es doblemente apreciable.

¿Cómo? ¿Por qué?

Pensemos un instante, ¿qué pasa con las buenas intenciones y los nobles actos, cuando el deseo por realizarlos se esfuma? ¿Adónde huyen la generosidad cuando el corazón se entumece? ¿Qué queda del ‘amor’ y entrega, cuando el terror invade las entrañas?

Sin embargo, aquel que fielmente sigue una senda trazada, y no se aparta de ella (más que lo permitido por las marcas de dirección impresas en la misma senda) puede sufrir huracanes de pesar, borrársele la alegría de la vida, vivir lleno de pavor, y sin embargo continuar yendo por el camino correcto. ¿Cuántos judíos soportaron inenarrables torturas a lo largo de los siglos y sin embargo no perdieron su ‘humanidad’? ¿Cuántos fueron inmolados en este siglo, o en el pasado, mientras de sus labios se elevaba la afirmación de Amor hacia el Único H’? ¿Cuántos morían en tanto salvaban a otros, o al menos la llama viva de la Nación? Y (en la mayoría de las ocasiones) no estaban anclados a vacías tradiciones, ni eran esclavos del costumbrismo idiotizante, sino que eran portadores de una certeza, la misma que proclamaron sus antepasados bajo el monte Sinaí, siete semanas tras la Salida de Mitzraim: "Haremos y Escucharemos" ; haremos, primero haremos, cumpliremos las palabras de la Torá, viviremos de acuerdo a las mitzvot, después nos pondremos a filosofar, a rescatar el entendimiento humano de entre los insondables misterios del Eterno.

Y, es verdad, muchas personas pueden sostener su integridad moral a pesar de las terribles adversidades, y recordamos a muchos que lo hicieron por ejemplo en la Shoa, pero, ‘pueden’, continúa dependiendo de la voluntad, del carácter de la personalidad, y no de un patrón externo y superior.

En una época en que las opiniones, basadas en nada, son la moneda corriente, el patrón de juicio, puede resultar molesto la afirmación de Jaza"l antes mencionada, pero, así esta dicho, no es imprescindible el sentimiento, ni siquiera la voluntad (aunque en otro lugar en este mismo ensayo vemos otra cosa), lo importante es cumplir con aquello que asumimos como mandatos provenientes del Eterno.

Razonar e investigar es muy útil, a veces, pero siempre insuficiente.

Sentir y emocionarse es útil, a veces, pero siempre insuficiente.

Hacer y cumplir es útil, siempre.

Toda la sensiblería propia de nuestra época es desechable, así como el frío rigor lógico que querían imprimir algunos sabios de la Edad de Oro, si detrás de estas (y por delante) no se encuentra la praxis, la acción que modifica el ambiente en el cual nos movemos.

Pero, es posible que algún romántico aluda el tema diciendo: ¿Acaso no se ordena en la Torá ‘amar’ a Dios, y ‘amar’ al prójimo?

Puede parecer una pregunta irreductible para el que no entendiera el significado atribuido al verbo amar. Amar, significa hacer por el otro, ponernos en su lugar, actuar en su beneficio, por él (o Él) y sin mirar los propios réditos; eso es amar para el judío fiel a las mitzvot y a la Torá (al respecto Avot 6:19).

Amar es la pasión por compenetrarse de los sufrimientos del otro, de sus necesidades.

Amar es sentir con el otro, y por el otro, pero, junto al otro.

El amor, desde un punto de vista estrictamente judío, nada tiene que ver con bellas palabras, o sentimientos nobles o caídas de ojos, si estas no aportan a modificar, o al menos interesarse en, la realidad compartida con el otro.

Como evidencia podemos recordar aquel midrash en el cual Hilel resume toda la Torá en una elaboración en formulación negativa del famoso ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo Soy H’’, que es: "Lo que te es odioso, no se lo hagas a otro; esa es toda la Torá, el resto es comentario. Ahora, ve y estúdialo" (Shabbat 31ª); como vemos, el jefe del judaísmo de aquella época pone el verbo amor en sus reales y materiales términos: amar es no hacer a otro lo que yo percibo que me (lo) puede perjudicar. ¿Hablamos de sentimientos que se vuelan en el viento de las querencias o de práctica concreta de sentir con sentido al otro?

Porque, precisamente, se corre el amor del simple sentir al sentido.

Yo amo a otro si busco un sentido a su presencia junto a mi, es decir, si buscamos juntos un sentido a nuestras existencias. Y, tal cual magistralmente enseñara Hilel, toda la Torá es el comentario a este amor, comentario que es obligación la de profundizar en él, pero, otra vez, no para permanecer en las palabras vacuas, sino en las acciones útiles.

Si apreciamos como Rav Aarón HaLeví (‘Sefer HaJinuj’ mitzvá 243) explica la mitzvá de amor al prójimo podemos comprender claramente que la lucha contra el sentimentalismo no es de estos días, sino que lleva ya mucho tiempo desarrollándose, puesto que toda su argumentación se basa en el ‘hacer’ y en el dejar de ‘hacer’ acciones que pueden beneficiar o perjudicar al otro, respectivamente.

En cuanto al amor a H’, obviamente que nada de lo que hagamos le es útil e indispensable, pero, El nos creó con Su Amor, nos sostiene con vida por Su Amor (Misericordia es otro de los calificativos habituales para esta manifestación divina), y por Su Amor nos permite amarLo, sobre esto esta dicho (Mejilta de rabí Ishmael 3): "El es compasivo y lleno de gracia, también tú has de ser compasivo y ejercer la gracia".

Por amor hay que conseguir llegar al nivel propuesto por Rabán Gamliel (Avot 2:4): "Haz su voluntad como si fuera la tuya para que El haga tu voluntad como si fuera suya. Anula tu voluntad ante la suya..."; anular la propia voluntad, para dejarse adherir a la Voluntad suprema del Creador.

Esa es la meta de las mitzvot, la perfección máxima, merced al amor total.

Ahora, un último detalle; aquel que cumple las mitzvot aunque no esté obligado a hacerlo (niño, sordomudo, no judío, etc.) no peca, sino todo lo contrario, su recompensa es inmensa, sólo que no alcanza el nivel del que las cumple por obligación (según Baba Kama 38b). Y si aún resulta arbitrario y hasta tonto que los jajamim prefirieran el acatamiento a la cariñosa voluntad, sería conveniente releer este capítulo.

Integración

Cuando el judío se ata los tefilín al cuerpo, se puede explicar que integra diversas dimensiones al cumplimiento de estas mitzvot (los tefilín):

- Intelecto: pues la tefilá de la cabeza envuelve el cerebro
- Percepción: pues la tefilá de la cabeza debe estar sobre los ojos, y ambos tefilín sobre el cuerpo, sin ningún elemento extraño interfiriendo
- Sentimiento: ya que el bait de la tefilá de la mano se coloca a la altura del corazón
- Acción: pues mano y brazo son fuertemente adheridos a la tefilá de la mano
- Alma: pues la intención del cumplimiento eleva el burdo cuero de un animal sacrificado a la condición de objeto simbólico imbuido de santidad.

Como vemos en este ejemplo toda la persona se compromete en el cumplimiento de las mitzvot, por lo cual, es bueno el raciocinio, el sentimiento, la percepción, la acción, la imaginación, etc.; pero todo en su adecuada medida, en su justo cumplimiento.

Si las mitzvot provienen de H’, y también la Naturaleza, ¿por qué muchas mitzvot se contraponen a lo natural?

En primer término, nada nos habilita para afirmar que la Naturaleza es el parámetro por el cual hay que colegir las acciones humanas. Si bien es cierto que el Hombre es también Naturaleza, no es menos cierto que es una creación social, que no sería Hombre de no mediar la sociedad. Y además de la sociedad se encuentra el designio superior impuesto por H’, de hacernos una especie en parte similar a las bestias de la tierra, en parte similar a los entes espirituales. Una especie única (al menos en este planeta) con dos tendencias íntimas, ambas válidas y ‘naturales’, la tendencia al Mal, que se asemeja a dejarse llevar por los impulsos, por la animalidad; y la tendencia al Bien, que la podríamos equiparar a los impulsos que llevan a trascender, a elevarse por las determinaciones de la materialidad concreta y finita de nuestras existencias.

H’ en su infinita sabiduría nos dotó de ambos elementos, y ambos son indispensables para mantener la vida humana floreciente y vigorosa en esta Tierra, pero, el desequilibrio, la falta de armonía de uno de ellos, acarrea, indefectiblemente, el rompimiento de los patrones establecidos por H’.

Una persona que sea toda materialidad, o toda espiritualidad no es lo que H’ (creemos) planificó como ser humano.

Por lo cual, las tendencias naturales son buenas, no poseen nada en sí que las convierta en malas, pero, de privar sólo ellas, entonces las conductas de la persona serán, indudablemente, malas.

De manera idéntica para aquella persona que deje volar su espiritualidad apartándose de la existencia fáctica y social.

Para armonizar las tendencias, para educar a la bestia implícita en el Hombre, para adecuar al ‘ángel’ que poseemos, se nos ordenaron las mitzvot.

Todas las tendencias materiales son disciplinadas, educadas y puestas al servicio de un Fin superior.

Por ejemplo, el impulso natural y básico de alimentarse, no es rápidamente satisfecho, tal como haría un animal o un bruto, sino que antes el judío respetuoso de la Torá eleva su agradecimiento y su bendición al Eterno que proveyó el alimento.

Por ejemplo, la evacuación corporal no es realizada como un simple proceso fisiológico, sino que, posteriormente al mismo, se reconoce la Sabiduría y Misericordia de H’ que nos proveyó de los conductos y métodos adecuados para elaborar y desechar los diversos elementos que nos permiten subsistir, así como nos permitió gozar de bienestar para funcionar correctamente.

Por ejemplo, el fuerte impulso libidinoso es domeñado a través del ritual de los esponsales, de la pureza familiar, de las normas que convierten el lecho matrimonial en un altar respetuoso al Eterno y no en un nido de áspides presurosas en descargar sus angustias o energías.

O por ejemplo, proscribiendo la existencia de ermitaños, de personas que prefieran renunciar a la corporalidad propia humana. En la Torá los que querían dedicarse al Eterno, los nezirim o nazarenos en español, sin estar obligados a ello, debían, al finalizar su período de dedicación, elevar una ofrenda de remisión de pecado, porque, sí, el privarse de lo que el Eterno nos provee y permite es un pecado.

Los placeres de este Mundo fueron creados para servir al hombre en su camino de acercamiento y adherencia al Eterno, aunque, lamentablemente, muchas veces más de uno se queda adherido a los bienes que sirven de medio, obviando la finalidad para la cual fueron creados. Ay por aquellos que idolatran a las propias mitzvot y cierran sus sentidos a lo que en verdad la Torá exige, pues yerran aun más que aquellos que desconocen los principios de la Torá. (Al respecto, sería aconsejable, entre otras, leer la obra de Rav Moshé Jaim Luzzatto, ‘Mesilat Iesharim’).

Un maestro talmudista del siglo III decía: "El hombre deberá dar cuenta, en el día del juicio, por cada placer inocente del que se privó". Pero, atención, también dará cuenta por cada placer que fue usado para pervertir la existencia personal y colectiva de alcanzar su meta sagrada. Aunque también dijeron nuestros sabios (Avot 4:16): "Un instante de placer en el Mundo por venir sobrepasa todo placer de la vida entera en este Mundo"; y el mismo sabio expresó (allí): "Este mundo es como el vestíbulo del Mundo por venir, prepárate en el vestíbulo para poder ingresar en la sala principal". Similar pensamiento se expresa en el Talmud Bablí (Avodá Zará 3b): "Aquel que trabaja antes del Shabbat (alegoría para este Mundo) comerá en Shabbat (el Más Allá)".

El cuerpo (que para el judío es la persona, el "alma viviente") no es ni una prisión para el espíritu, como creen los cristianos, ni una cárcel para los placeres, sino un una oportunidad, la coyuntura de servir al Eterno con "todo nuestro corazón, con todo nuestro ser y todo lo que seamos (o tengamos)" (parafraseando a Devarim 6:5). Cuando en el Shemá Israel escrito en la Torá dicen estas palabras que mencionamos, RaSh"I explica allá: "con tus dos pulsiones (tendencias). Es decir, tanto lo que consideramos como tendencia a lo malo, como la tendencia a lo bueno, deben ser puestas al servicio de H’.

Tanto las leyes de la Naturaleza (físicas) como las de la Torá provienen del mismo Legislador. Él nos confirió la capacidad de ir develando algunas de las físicas, pero en su inmensa Majestad nos otorgó el beneficio de enriquecernos con la Torá y las mitzvot, que son Sus leyes que entrelazan el mundo de la materia con el mundo del espíritu. Es opción nuestra hacer caso de este caro presente, o desecharlo como inútil, anticuado, primitivo, represor, restrictivo o fuera de moda.

En definitiva, ambas leyes no se contraponen, sino que la Torá viene a completar (a hacer completar) la obra del Eterno aplicada en la Naturaleza.

"Turno Rufo, el malvado le preguntó a Rabí Aviva:

- ¿Son acaso más bellas las acciones de su Dios o las de un hombre?

- Las del hombre de carne y hueso son más bellas.
- Sin embargo, el cielo y la tierra que vemos, ¿acaso puede el hombre hacer algo de igual belleza?
- No me hables de lo que está más allá de las posibilidades de la criatura, puesto que las criaturas no tienen poder sobre ello. Háblame de las acciones de los hijos de Adam.
- ¿Por qué practican ustedes la circuncisión?
- Ya sabía yo que me preguntarías sobre esto, y por eso te tomé la delantera y de dije que las acciones del hombres son más bellas que las del Santo, bendito sea.

Rabí Akiva trajo entonces espigas y algunos panecillos y le dijo al malvado:

- Aquí está la obra del Santo, bendito sea, y aquí la obra del hombre.
- Ciertamente que estos panes son más bonitos que estas espigas –dijo el perverso.

Turno Rufo volvió a preguntar:

- Si Dios desea la circuncisión, ¿por qué el niño no sale circuncidado del vientre materno?
- ¿Y por qué sale el cordón umbilical del niño fijo a su vientre, y su madre debe cortarlo? Si los niños no nacen circuncisos es porque el Santo, bendito sea, ha dado a Israel mitzvot, para que se purifique por medio de ellas." (Tanjumá, Tazría 5)

http://www.masuah.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario