martes, 28 de julio de 2009

Tishá be Ab (Ayuno del 9 de Ab).(XIV).¿Por Qué Seguimos De Duelo?

Extraído de "Viviendo más allá del tiempo" ("Living Beyond Time", Artscroll Publications).

Se cuenta una historia de que en los años 30, el mundialmente renombrado tzadik, el Jafetz Jaim, recibió una carta de un soldado judío quien había sido reclutado por el ejército de Polonia. El soldado relató que fue asignado a una base remota en donde no había soldados judíos, ni servicios religiosos, ni comida casher, y donde era imposible observar Shabat o cualquier otra mitzvá en absoluto. Su pregunta al Jafetz Jaim fue: “¿Cómo puedo sobrevivir como judío observante en este lugar abandonado?”.

La respuesta del Jafetz Jaim es asombrosa: “Si es imposible para ti guardar Shabat, cashrut, o rezar o cuidar las mitzvot, no te desanimes. Hay una cosa que tú puedes y debes hacer. Siempre que tengas un momento libre, habla con Dios, y siempre que hables con Dios, mira hacia el este. ¿Por qué mirar hacia el este? Porque estarás dirigiendo tus pensamientos hacia Jerusalem. Al hacer esto, te reunirás con el pueblo judío y con Dios. De hecho, siempre que un judío mira hacia el este en su rezo – él o ella está en Jerusalem”. El judío puede no estar en Jerusalem, pero Jerusalem siempre está en él.

La mayoría de los judíos participan de alguna manera en un Seder de Pesaj y observan Iom Kipur. Los momentos más dramáticos del servicio de Iom Kipur ocurren justo antes de que el día termine. En la conclusión de este día tan sagrado, se hace sonar un toque largo del shofar, a lo que la congregación responde, “El próximo año en Jerusalem”. La misma esperanza es expresada en el final del Seder de Pesaj. Esto no es una coincidencia.

Para muchos judíos, la ceremonia de casamiento concluye con la entonación de la frase “Si te olvido, Oh Jerusalem, que mi mano derecha olvide cómo funcionar”. Entonces una copa de cristal es rota por el novio como un gesto simbólico de dolor, para que aún en su momento más feliz, la pareja recién casada recuerde la destrucción de Jerusalem y del Templo Sagrado. Esto es para cumplir el siguiente verso, “Deja que mi lengua se adhiera a mi paladar si yo no te recuerdo (Jerusalem), si yo no pongo a Jerusalem por sobre mi alegría más grande”. Las sinagogas alrededor del mundo son construidas mirando hacia Jerusalem. ¿Por qué se hace tanto énfasis en recordar Jerusalem en nuestras vidas?

Para el mundo en general, la historia de Jerusalem empieza con su conquista por el Rey David. Para los judíos, Jerusalem es el lugar en donde el hombre fue creado. Jerusalem es la ciudad del Rey Malkitzedek, la ciudad en que Abraham, Isaac y Jacob alabaron a Dios, la ciudad elegida por Dios para irradiar espiritualidad a toda la humanidad. Jerusalem es la puerta a través de la que todas las plegarias de la humanidad se elevan hacia el cielo. Jerusalem es la ciudad donde la Shejiná, la presencia de Dios, es sentida más intensamente que en cualquier otro lugar de la tierra.


Para el judío promedio, surgen numerosas preguntas: ¿Cuál es la fuente de la singularidad de Jerusalem? ¿Por qué Jerusalem es la única ciudad mencionada en nuestras oraciones? ¿Cuál es la fuente de su santidad, el misterio de su origen? ¿Por qué el Templo de Dios fue puesto en este lugar en particular y no en otro lado? ¿Por qué la situación y el destino de Jerusalem es una profunda preocupación de decenas de naciones alrededor del mundo? ¿Por qué el Templo tiene semejante importancia? ¿Por qué un judío siente que el mundo sin el Templo de Jerusalem es un mundo enajenado y desolado?

Si visitas Jerusalem hoy en día, te conmoverás por su belleza, su extensión, su rebosante población, sus miles de estudiantes de Torá y sus muchas ieshivot. Nuevamente hay más kedushá, santidad, en Jerusalem que en cualquier otro sitio de la tierra. Jerusalem está llena de vida judía, llena de Torá. ¿Por qué entonces, seguimos lamentando su destrucción?

Las respuestas a estas preguntas son encontradas en las tres plegarias diarias por Jerusalem. Durante los últimos 2000 años, los judíos han rezado, “Bendito eres Tú, Dios eterno, Quien construye Jerusalem”. Esta plegaria, que está conjugada en tiempo presente, fue recitada a través de los pasados 2000 años de exilio, incluso estando Jerusalem destruida y desolada. ¿Por qué?

El Talmud Ierushalmi hace una declaración asombrosa: “La generación en la que el Beit Hamikdash, el Templo, no es reconstruido, se considera como si el Beit Hamikdash hubiese sido destruido en esa generación”. La explicación es simple. Cuando hacemos duelo por el Beit Hamikdash, nuestro duelo no es por un edificio que fue destruido hace 2000 años. Nuestros lamentos deben estar dirigidos a reconocer que cada generación está obligada a reconstruir el Beit Hamikdash y que nuestro fracaso para hacerlo tiene poco que ver con la política, el debate sobre quién tiene el control sobre el Monte del Templo, o la amenaza de las naciones árabes de ir a la guerra si nosotros dañamos las mezquitas que están en lo alto del Monte del Templo. El Beit Hamikdash será reconstruido cuando el suficiente número de judíos se comprometa a cambiar sus vidas. ¿Cuándo vendrá el Mesías? Como dice la Torá, “Hoy, si escuchan Mi voz”.

Aunque la Jerusalem moderna es una ciudad reconstruida y hermosa, seguimos haciendo duelo porque su corazón y su esencia yacen en ruinas.
Jerusalem es el corazón de la vida judía. Es literalmente el ojo del universo; es el punto en la tierra donde la presencia de Dios es más evidente y más concentrada. Es desde Jerusalem que la realización humana y la Redención final fluirán. En Jerusalem, el Mesías reinará – y desde allí traerá justicia y amor a un mundo destrozado.

Aunque la Jerusalem moderna es una ciudad reconstruida y hermosa, seguimos haciendo duelo porque su corazón y su esencia yacen en ruinas. Cuando hablamos de Jerusalem en nuestros rezos, estamos hablando del Templo y de su servicio, de la intensidad de la presencia de Dios en el lugar más santo y del esperado gobierno de Dios sobre Jerusalem, y sobre el mundo entero.

¿Por qué necesitamos el Templo?

¿Hasta qué grado los judíos de hoy en día hacen duelo por el destruido Templo de Jerusalem? Nuestras vidas son tan ricas, tanto en lo material como en lo espiritual. Estamos tan complacidos con nuestras familias, nuestros hogares, nuestros negocios, nuestros placeres y nuestra prosperidad que podemos hacer de la destrucción del Templo Sagrado hace 2000 años algo remoto y de limitada incumbencia. Poca gente se lamenta sinceramente por el Templo. Incluso menos sienten realmente la ausencia de la Shejiná, la Presencia Divina. Para el resto de nosotros, es difícil imaginar cómo será el mundo con la Presencia Divina cuando el Beit Hamikdash sea reconstruido en el Monte del Templo en Jerusalem.

En uno de los poemas tristes (kinot) que recitamos en Tishá B'Av cada año, el famoso poeta litúrgico Rab Eliezer Kallir lamenta la ausencia del Templo y de la Presencia Divina. Él hace la siguiente pregunta: “¿Qué queda para nosotros aquí, aquí en este mundo?”. Esta lamentación nos enseña que el Templo y la Torá se basan en un principio que se encuentra en esta palabra: aquí.

La Torá nos recuerda constantemente, “La Torá no está en el cielo, sino muy cerca nuestro, y su propósito puede ser alcanzado aquí en este mundo”. El mensaje de Rab Eliezer Kallir es que no es necesario ascender a los cielos para encontrar espiritualidad. Ahora que la Torá ha sido entregada, la Divinidad y la espiritualidad pueden ser encontradas aquí en la tierra y son accesibles a todos.

La Divinidad y la espiritualidad pueden ser encontradas aquí en la tierra y son accesibles a todos.
En su famoso libro, El Kuzari, Rab Iehuda Halevi es consultado por el rey, "¿Por qué otras religiones ofrecen muchas promesas y descripciones del cielo y del mundo por venir que las que se encuentran en la Torá?". Él responde que esas religiones no tienen otra opción más que enfatizar el mundo después de la muerte; de ese modo nadie puede desafiar cualquier cosa que digan. Además, hay muy poco que pueden ofrecer en este mundo. La Torá, sin embargo, no tiene necesidad de retrasar sus promesas hasta el mundo venidero. Su énfasis es en este mundo porque tiene mucho para ofrecer aquí. Puede, por lo tanto, darse el lujo de hablar poco sobre el mundo por venir. La Torá nos desafía a elevar este mundo hasta la perfección, para crear el Reino de Dios aquí. Claramente enfatiza el mandato de Dios: “Yo seré su Dios y ustedes serán Mi pueblo”. Aquí, en este mundo.

No podría haber un desafío o una promesa más grande. De muchas maneras, el Templo Sagrado hizo este desafío mucho más fácil de asimilar y comprender. En el Templo, era claro para todo el que entraba, que el cumplimiento de los deseos espirituales era posible aquí en este mundo. En el Templo podías sentir la presencia de la Shejiná. Como los sabios lo expresan: “El Templo es el testimonio de que la Shejiná descansa sobre Israel”. Es aquí que los sueños, las aspiraciones y los deseos del hombre pueden ser encontrados y cumplidos. Es aquí que una persona que tiene un problema o está trastornada por pecados o fracasos puede ser transformada. En el Templo de Jerusalem, la conciencia de la presencia de Dios era tan intensa y profunda que nadie podía negar su poder.

Cuando el Templo fue destruido, la Shejiná fue “como un pájaro yendo de techo en techo”. Como resultado, nos robaron el único lugar en la tierra en donde la presencia de Dios y los milagros eran obvios y podían ser vistos y sentidos fácilmente por todos. Se nos negó el conocimiento asombroso de que “todo lo que es real está aquí”, porque la presencia de Dios era muy clara para todo el que atravesaba los portones del Templo.

A medida que el exilio progresó, nos fuimos alienando progresivamente de esta fuente básica de espiritualidad. La Shejiná parecía más y más lejana. Hoy en día, muchos creen que estar cercano a Dios requiere el estudio intenso de trabajos místicos como el Zohar, Cábala y los escritos del Arizal. Ellos creen que cualquiera que sea incapaz de dominar estos profundos estudios debería desesperanzarse de alcanzar cercanía con Dios.

Éste no es el enfoque judío. Por el contrario: Un judío que prepara una comida casher, que es cuidadoso con las leyes del lavado de manos antes de la comida, que recita cada bendición cuidadosamente, que habla palabras de Torá durante la comida, y que recita la Oración de Gracias cuidadosamente, con intención, su mesa es aludida en la Mishná como “ze hashulján asher lifnei Hashem”, “ésta es la mesa en la que está la presencia de Hashem”.

Aunque la Mishná emplea esta frase, aunque los sabios enseñan cada día que la mesa judía puede ser considerada un altar, la persona promedio todavía preguntaría: “¿Qué tiene que ver el hecho de comer con Dios?”. El judío promedio encuentra difícil de creer que podamos encontrar a la Shejiná aquí en nuestro mundo material. Este sentimiento de alienación y de distancia es el significado más profundo de la destrucción (Jurbá) del Templo.

El Sefer Hayashar dice que toda persona tiene “días de amor y días de odio”. Cuando tenemos amor, todo lo que hacemos parece pasar sin ningún esfuerzo. Pero cuando no hay amor, todo es tedioso y nos parece mucho más difícil de hacer. En nuestra relación con Dios, también hay días de amor, días en los cuales estamos complacidos con nuestras vidas y con nuestros logros, días en los que nuestro estudio de Torá y nuestra observancia de mitzvot son animadores e inspiradores. En esos días, nos sentimos felices y satisfechos con nuestras vidas. Sin embargo, cuando nos sentimos alienados de Dios, cuando Él parece lejano, todo es difícil y nada parece salir bien.

La esencia de nuestras vidas debería ser un esfuerzo para vivir en la presencia de Dios; saber que Él está aquí con nosotros, que está presente en nuestras vidas, es la verdadera fuente de alegría y satisfacción. El momento en el que ya no sentimos la presencia de Dios, el momento en el que Él no está contento con nosotros, todo se pone negro. Estamos experimentando los efectos del Jurbán, la destrucción del Templo. Al contrario del pensamiento popular, cuando lamentamos el Jurbán no hacemos duelo por la ausencia de un edificio imponente, Jurbán es la ausencia de la presencia de Dios.

El desafío del judío que vive en el exilio, en la ausencia del Beit Hamikdash, es crear el Templo de Dios dentro de él mismo. El propósito del Beit Hamikdash era inspirar a cada individuo a convertirse en un mini Beit Hamikdash. Nosotros hacemos duelo por el Beit Hamikdash para reconocer que deseamos que la presencia de Dios retorne a nuestro medio.

Trabajando Hacia el Objetivo

Un ser humano está compuesto por cuerpo y espíritu; cada uno depende del otro. La condición de nuestro cuerpo influye en nuestros pensamientos. Sentimos instintivamente que nuestros cuerpos son capaces de responder a pensamientos, motivaciones y aspiraciones espirituales. Nuestro objetivo debe ser que nuestra sensibilidad a asuntos espirituales sea tan aguda como nuestra respuesta al dolor físico y al placer.

En la persona ideal, cuerpo y alma, materia y espíritu, funcionan en combinación y armonía. En esa persona, el cuerpo y el alma están integrados y son inseparables. En la persona ideal, el cuerpo y el alma reciben el mismo cuidado y atención. Mientras que pocas personas alcanzan esto, es crucial que nos demos cuenta que éste es el objetivo.

¿Cómo nos convertimos en una fuerza para la espiritualidad? Nosotros galvanizamos nuestro propio potencial espiritual y afectamos a otros cuando anhelamos una mayor intimidad con Dios, cuando ponemos un énfasis especial en los rezos, en el estudio de Torá y en la observancia de las mitzvot, con una conducta ética, con la correcta crianza de nuestros hijos y la creación de un ambiente apropiado de Torá en nuestros hogares. Cuando nosotros poseemos la visión para invertir nuestro tiempo, nuestros medios y nuestra creatividad en elevar al Pueblo de la Torá, es cuando nos convertimos en una fuerza para la espiritualidad. Como resultado de esos esfuerzos, podremos acercar el día en el que el Beit Hamikdash será reconstruido.

Cuando hacemos duelo por el Templo, la pregunta que se hace es “¿Ayeka, en dónde estás?” ¿En dónde estás en lo referente a espiritualidad y compromiso?
Cuando te sientes en un banquito bajo en Tishá BeAv y llores por la destrucción del Templo Sagrado, presta atención al hecho de que la palabra “eijá” (cómo) con la que comienza el Libro de las Lamentaciones, también puede ser leída como “ayeka” (¿en dónde estás?) mediante un pequeño cambio de las vocales. Cuando hacemos duelo por el Templo, la pregunta que se hace es “¿Ayeka, en dónde estás?” ¿En dónde estás en lo referente a espiritualidad y compromiso? ¿Por qué has abandonado los estudios de Torá de tu juventud? ¿Por qué te has convertido en alguien tan envuelto en su carrera y en sus objetivos financieros, a costa de tu crecimiento espiritual? ¿Qué has hecho para desarrollar tu identidad interior?

Este desafío es mucho más mordaz para esta generación, que ha vivido la reconquista de Jerusalem, incluyendo el Monte del Templo. Es como si Dios nos estuviera diciendo: “Estás más cerca de cumplir con el objetivo más grande ahora que en cualquier momento en los últimos dos mil años. Nunca antes te he traído tan cerca de ese lugar que ha atraído al corazón judío por siglos. Y aún así, hay tantos judíos tan distantes de este lugar sagrado que no les importa si el Monte del Templo finalmente les pertenece a ellos, y que no tienen idea del precioso estilo de vida que la Torá tiene para ellos. ¿Qué estás haciendo para ayudarlos a descubrir la herencia maravillosa y olvidada que les pertenece?”.

Puede que todavía no vivamos todos en Jerusalem, pero Jerusalem vive en nosotros. El desafío es expandir la Jerusalem que está dentro nuestro para que Jerusalem y su Templo reconstruido se conviertan en el centro espiritual para todos los judíos y para toda la humanidad.

Partes de este ensayo fueron inspiradas por el Rabino Shlomo Wolbe.

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