viernes, 22 de enero de 2010

Cuento de Shabat: El Tish


Al acabar la cena, Reb Avrohom Jaim caminó unas cuadras acompañando al Moré Shaye hacia el hotel. Eran ya más de las diez de la noche y las calles estaban tranquilas, aunque de vez en cuando se encontraban con personas que caminaban en grupos hacia los distintos tishn que se celebraban en Mea Shearim y en los barrios adjuntos. Tish, según le explicó Reb Avrohom Jaim al Moré, es una especie de reunión de judíos que se celebra los viernes por la noche y en la seudá shlishit (tercera comida del Shabat), antes de concluir el Shabat.

En esta "reunión", que tiene lugar en diferentes sinagogas, se agrupan alrededor de una mesa (tish en yídish), el líder de un grupo jasídico con sus miembros. El líder jasídico o Rebe dirige el tish en una combinación especial de convite, canciones y comentarios sobre la Torá. Uno de los puntos culminantes del tish es el reparto de shiraim (comida) por el Rebe, la cual, según la tradición, contiene en sí una bendición para aquellos que la ingieren.

Después de esta explicación el Moré Shaye creyó haber comprendido bastante bien qué era el tish, pero cuando aceptó entrar a uno, no pudo contener su sorpresa. Cerca de trescientas personas, cada uno con su caftan (bata de seda de color café y oro) y su shtraiml (sombrero de piel), inclusive los niños, se mecían al compás de una melodía celestial. Las luces de la gigantesca sinagoga estaban apagadas, y sólo unas cuantas velas sobre una gran mesa iluminaban el salón. Al entrar, sintió como si lo hubieran transportado a algún lugar lejano, a Polonia o Hungría, doscientos o trescientos años atrás.

Las canciones o melodías duraban diez minutos cada una. Sobre la mesa había abundante cantidad de bebidas gaseosas, vinos y kugel. Reb Avrohom Jaim buscó un lugar para sentarse a unos metros del Rebe, quien permanecía todo el tiempo con los ojos cerrados. Pero al sentarse junto a él, abrió sus ojos y observó al Moré Shaye por unos segundos.

Inmediatamente los volvió a cerrar. El corazón del Moré empezó a latir más fuerte, pues nunca había visto ojos tan puros y penetrantes. Sintió claramente que en ese breve instante el Rebe había examinado su alma, pudiendo captar toda su vida. Nunca, nunca jamás el Moré olvidaría esos ojos y el efecto que habían producido sobre él.

Unos minutos después, en medio de una melodía muy dulce, el Rebe hizo una señal con su mano y todo se detuvo. Comenzó a hablar en un yídish suave y claro mientras su rostro resplandecía. Meciéndose y sin abrir sus ojos, habló durante casi media hora:

"La vida de nuestros antepasados y nuestros libros sagrados empezó diciendo nos indica que el judío siempre debe ser optimista y no dejarse vencer por sus pensamientos negativos. Y así fue como Abraham Avinu, después de haber sido idólatra durante cincuenta y dos años, empezó a reconocer al Creador del Universo y a propagar esta creencia entre todos los habitantes del mundo. Además, Abraham Avinu instaló en nosotros la fuerza de desconexión con el pasado y de recomienzo, para convertirnos en una criatura nueva. Nunca es tarde".

El Rebe volvió a abrir sus ojos sólo por un segundo y volvió a observar al Moré Shaye. Esta vez se sintió completamente hipnotizado por él. Para el Moré era obvio que todo su "discurso" estaba dirigido hacia él. Luego el Rebe volvió a hablar:

"Tenemos que entender que D-os le dio a cada judío una gran fuerza: el alma, la cual es única y singular; y por lo tanto cada uno de nosotros tiene una función especial en este mundo. Por eso, el talmud afirma que cuando una persona salva el alma de un judío, es como si salvara al mundo entero. Inclusive las almas de los judíos son, en ciertos aspectos, más elevadas que la de los propios ángeles, puesto que aquellas tuvieron que vivir en la tumá (impureza) de Egipto, cosa que los ángeles no lograron hacer.

Y aún en nuestros tiempos, a pesar de que existe en el mundo una impureza más grande que la que hubo en aquel entonces, nuestras almas siguen sobreviviendo. Además, cada alma es la única capaz de entender ciertos aspectos en el estudio de la Torá. Como dice en el talmud: ´Cada persona tiene una porción única en la Torá y esa parte es lo que ella puede y debe revelar al mundo´. Es importante reconocer que hay ciertos tiempos en el año que nos ayudan a revelar la luz que reside dentro de nuestras almas. Por ejemplo el Shabat, cuando tenemos lo que se llama Or HaShabat (la luz del Shabat), que es como el Olam Habá (Mundo Venidero), y en el cual recibimos la neshamá yeteirá (un alma adicional); eso nos hace sentir la importancia de nuestra alma".

El Rebe hizo otra pausa y formuló una pregunta:

"¿Y de qué otra forma, aparte del Shabat, podemos llegar a entender cuál es la importancia de nuestras almas? Con el estudio de la Torá. Como está escrito en el talmud: ´En verdad, la esencia de la existencia del mundo es el estudio de la Torá; pues ella es en realidad el árbol de la vida, al cual debemos aferrarnos para poder sobrevivir´. Por ejemplo, si una persona se está ahogando, pero cuenta con un tronco de árbol flotando cerca de ella, al aferrarse a él podrá mantenerse viva; pero si lo deja, entonces ya no habrá forma de salvarse.

De la misma manera, nosotros debemos adherirnos completamente a la Torá, para sobrevivir en este mundo en el cual es cada vez más difícil subsistir espiritualmente. La palabra bereishit, con la que empieza la Torá, significa ´en el principio´. En realidad hay dos cosas que son llamadas reishit: la Torá y el pueblo judío. Porque nosotros siempre podemos empezar desde el principio. Aunque haya cosas que uno ha tratado de hacer sin lograrlo, debe seguir intentando, puesto que Dios siempre nos da fuerzas nuevas para vencer todos los obstáculos.

Y eso es lo que el yétzer hará (el mal instinto) intenta lograr: que el judío pierda el ánimo para llevar a cabo su función en este mundo, convenciéndolo de que no valore el potencial que D-os le otorgó. Pero, dado que la palabra reishit indica la esencia del pueblo judío, eso nos muestra que el judío puede volver a empezar, aunque ya haya intentado hacerlo varias veces sin haber obtenido ningún éxito. Y por eso los judíos nos denominamos am kshei óref (pueblo obstinado), es decir que no nos dejamos influir por las circunstancias y seguimos adelante, contrarrestando las fuerzas que nos quieren detener"

"Y eso es exactamente lo que pasó con Adam Harishón siguió diciendo el Rebe: cometió el pecado de comer de la fruta que le dio la serpiente a Eva, y por ello fue expulsado del paraíso. Podría suponerse que, después de haber recibido castigo semejante, Adam no tendría ya fuerzas para construir un nuevo mundo. No fue así: una vez fuera de aquel paraíso, comenzó a edificar desde el principio".

"Además la palabra bereishit indica brit esh, ´pacto de fuego´, refiriéndose a la llama de esperanza que todo judío posee dentro de sí, y que le otorga fuerzas para seguir luchando. Cuando recitamos el rezo: al tashlijenu leet zikná (no nos abandones en nuestra vejez), no nos referimos a la vejez física sino a la del alma, cuando ya habremos perdido el ánimo para seguir luchando y progresando. El pueblo judío es considerado como un joven, y la Torá lo señala con respecto a Yosef Hatzadik y a Moshé Rabeinu, al llamarlos naar (joven). El pueblo judío es un yéled shaashuim (niño preferido de D-os), pues el Creador le otorga frescura y renovación, para que él pueda sortear todas las situaciones que deba atravesar en el mundo".

"Como vemos, la esencia misma del judío reside en la palabra bereishit, que es la fuerza de la renovación, de recomienzo, al igual que la luna se renueva cada mes. Nosotros tenemos la oportunidad de hacerlo a cada segundo, ya que ningún instante es igual a otro. El judío debe saber que no tiene que desanimarse por lo que haya hecho hasta el presente. D-os está esperando que la persona empiece, cada una en el momento preciso en que comprenda cuál es su función en el mundo.

Cuando lo haga, tratará de mejorar y progresar en todos los aspectos: en sus valores humanos, en las relaciones con sus semejantes, en la pureza de su fe, en la confianza en el Todopoderoso, en el cumplimiento de las mitzvot, en el estudio de la Torá, en el rezo… en fin, en todo. Para lograrlo, debemos luchar contra el yétzer hará, que trata de convencernos de que todo da lo mismo, de que todo es anticuado y rutinario. Nosotros creemos firmemente que, con la venida del Mashíaj, los muertos resucitarán físicamente. Debemos comprender que también los ´muertos espirituales´ tienen el poder de resucitar, si así se lo proponen. Esas son las personas que después de un largo letargo, despiertan y empiezan su regreso al judaísmo eterno".

Por último, el Rebe del tish dijo:

"Además, hay que saber que D-os es ´Aquel que renueva en cada instante el acto de la creación´, como decimos en el rezo. Nosotros, al renovarnos, estamos actuando igual que Él. De todo esto deducimos que la oportunidad de renovación del judío es la esencia de la mitzvá de teshuvá o retorno a D-os. Dichoso el que sepa aprovechar esta oportunidad que nos ofrece el Creador para renovarnos y ser capaces de retornar hacia Él".

Cuando finalizó sus palabras, el Rebe se levantó y, para sorpresa del Moré Shaye, se acercó a él y le dijo:

Que pase usted un buen Shabat y que siempre tenga éxito en todos sus caminos. Y recuerde que el judaísmo implica renovarse siempre y que "el juego de la vida termina sólo en la última jugada".

http://www.tora.org.ar

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