martes, 9 de febrero de 2010

IETZER HARÁ


Una lucha interna constante

Cada instante en nuestra vida implica un desafío, una decisión entre dos caminos. Tenemos una lucha interna constante entre nuestro instinto de hacer el bien (Ietzer hatov) y nuestro instinto de hacer el mal (Ietzer hará). Esto permite al hombre ejercer su libre albedrío, ya que justamente implica que tenemos la capacidad de elegir entre el bien y el mal. Por otra parte, distintas influencias como ser los lugares a los que concurrimos, las cosas que miramos, las personas que frecuentamos, influyen en que nos inclinemos hacia un lado o hacia el otro. Estas circunstancias tienen el poder de oscurecernos el panorama (haciendo que la elección entre los dos caminos no sea tan clara) o de aclararlo, para así ayudarnos a tomar una mejor elección.

Entonces... ¿cuál es la verdadera función del Ietzer Hará?

Muchos dicen que éste se ocupa de tentarnos permanentemente para que elijamos el camino incorrecto; pero esta definición no es válida ya que, por ejemplo, ninguno de nosotros se encuentra tentado frente a la elección de matar o no matar: eso está claro para (casi) todos.

El Ietzer Hará espera a que nos introdujamos en temas dudosos, donde la diferencia entre el bien y el mal no es tan clara. Es ahí cuando es instinto del mal nos insita a decidir a la ligera; y así llega nuestra equivocación: la visibilidad está confusa y hay alguien que nos dice: "¡dale, hacé esto, no pierdas más tiempo!". Es un instante en el que podemos decidir hacerle caso o seguir a nuestro buen instinto que nos dice que frenemos un poco para pensar, y luego decidir.

¿Cuán poderoso puede ser este instinto?

Nuestros sabios nos aclaran este tema, comparándolo con una venta: nuestro cliente nos ofrece pagarnos $600 en efectivo en este mismo instante, o el doble con un cheque a largo plazo. Por supuesto que monetariamente es diferente la elección porque uno puede necesitar la plata hoy sí o sí, pero cuando hablamos de placer ¿es preferible conformarnos con un poquito hoy o esperar un tiempo y lograr una felicidad que sobrepase a ese placer por miles y miles?
El Ietzer hará es el ser más poderoso de la tierra y el que cae en sus manos no puede librarse. Tiene todas las armas necesarias para apoderarse de una persona y no soltarla nunca.

El ietzer hará se manifiesta no solo en las acciones que realizamos sino también en las cualidades que tenemos que finalmente nos llevan a realizarlas; como ser el enojo, la soberbia, no valorar lo nuestro, la tendencia a querer hablar mal del prójimo, etc.

Todas estas inclinaciones pueden ser contenidas a tiempo y reflexionando previo a la acción podemos evitar que estas malas inclinaciones se apoderen de nosotros. Veamos dos ejemplos:

EL ENOJO: la ira nos hace perder el control sobre nosotros mismos. ¿Cuál es el secreto para no ser presa de la ira? Nuestra tradición dice que el silencio anula la ira así como también el tono de voz bajo. Por lo tanto, cuando uno se encuentra en una situación que podría enfurecerlo, debe bajar su voz o mantenerse en silencio, porque levantar la voz en estado de ira, lo enfurecerá más aún, y por el contrario el silencio o el tono de voz bajo apaciguarán la ira.

En una situación tensa, nuestro mal instinto nos dice: "¡reaccioná!". El secreto es contenerse un instante y comparar que es lo verdaderamente BUENO. Igualmente, el verdadero héroe es quien desde un principio no da la posibilidad a que una situación como ésta se genere.

LA SOBERBIA: esta también es una mala cualidad y uno de los motivos por los cuales hoy en día el Beit Hamikdash (el templo de Jerusalem) no está con nosotros.

Una persona hizo una fiesta en su casa y preparó una invitación para Kamtza, quien era muy amigo de él. El cartero se confundió y envió la carta a Bar Kamtza.

Bar Kamtza, jamás se hubiera imaginado haber sido invitado a esa fiesta, ya que no era muy afín al anfitrión. A pesar de ello, decidió ir, muy contento, y llevó la invitación con él. Al ingresar en la fiesta, el anfitrión se sorprendió al verlo, debido a que no lo esperaba en su fiesta, e intentó echarlo. Bar Kamtza le pidió por favor que no lo avergonzara, pero el anfitrión no le dio importancia y lo echó de su casa. Ningún invitado lo defendió. En consecuencia, Bar Kamtza decidió vengarse de todo el pueblo judío, para lo cual se dirigió a Roma. Allí habló con el César e inventó una mentira, argumentando que los judíos querían rebelarse en su contra.

Finalmente, se destruyó el Beit Hamikdash como consecuencia de este odio que reinaba entre los judíos.

Pero cabe hacernos una pregunta: ¿Por que nuestros sabios dicen que por Kamtza y Bar Kamtza se destruyó el Beit Hamikdash? Es correcto decir que Bar Kamtza fue uno de los causantes de la destrucción, pero Kamtza ¿qué tuvo que ver en todo esto si lo único que hizo es callarse y no ir a la fiesta por no haber recibido la invitación? Justamente porque se calló. Por soberbia, no se animó a hablar con el anfitrión, su amigo, y preguntarle por qué no lo había invitado. Eso generó una pelea latente, un odio que quedó en su corazón. Por odio gratuito se destruyó el Beit Hamikdash.

En situaciones como esta, solemos comportarnos así sin pensar el rencor que estamos alimentando. Preferimos mantenernos callados, en una posición neutral, y pensamos que eso no tiene nada de malo. Es solo cuestión de ser humanos: comparar y elegir qué hacer.

¿Cómo hacer para dominar nuestras tentaciones?

En los casos que mencionamos hablamos del Ietzer Hará como la inclinación al mal, refiriéndonos a las tentaciones naturales que todo ser humano puede tener.

Pero ¿quién tiene la fuerza para doblegar sus tentaciones? Muchas veces, estas se nos presentan porque nosotros nos acercamos a ellas. Nosotros las fomentamos estando cerca del ietzer hará. ¿Para qué estar cerca de él?

A veces nos preguntamos: ¿por qué se pone tanto énfasis en los detalles del cumplimiento de la Torá?

La respuesta está en que si uno no cuida el detalle, termina descuidando lo esencial también, en la medida en que le va restando importancia; es más fácil cuidarse de los detalles que de la tentación misma. Es mucho más fácil decirle a un ebrio que no entre al bar, que pedirle que no beba; el no acercarse al bar esta mucho más cerca de el, que el abstenerse de beber.

El instinto perjudicial está en nosotros cuando nosotros le damos la posibilidad de actuar, detalles que muchas veces consideramos insignificantes pueden conducirnos a una situación riesgosa.

La clave para no equivocarnos es no meternos en situaciones dudosas; frente a una decisión tenemos que darnos un segundo para pensar, y así el panorama será mucho más claro.

¿Podemos rescatar algo positivo del Ietzer Hará?

Si bien es cierto que el Ietzer Hará nos distrae con una variedad de placeres momentáneos y nos hace pensar que en ellos esta la felicidad, alejándonos de los placeres verdaderos; este enemigo que distorsiona todas las verdades de la vida en realidad es el más grande beneficio. ¿Por qué? Porque el objeto de vivir es ejercer el libre albedrío. D's no quiere obligar a los hombres a ser rectos, pues al hombre lo creo con la capacidad de elegir, de realizar por sus propios méritos la búsqueda de la verdad.

En general, los regalos no nos brindan la misma satisfacción que las cosas que conseguimos con esfuerzo, por nuestros propios medios.

La mayor felicidad que una persona puede tener es solucionar un conflicto mediante una buena elección, sabiendo que se podría haber equivocado.

Sin Ietzer Hará, no habría posibilidad de equivocarse, por lo que la felicidad sería mucho menor y también mucho menor nuestro mérito por lograrlo.

Esa lucha incesante entre Ietzer Hatov y Ietzer Hará, es justamente el desafío que nos permite crecer día a día y superar los obstáculos que se nos presentan.

¿Qué debe hacer el hombre para superar su “ietzer”, sus malas tendencias?

“Esta es una pregunta difícil. En primer lugar, el principio esencial de la lucha es: “conoce a tu enemigo”. Es una cuestión compleja acerca de la cual D’s le dio al Adam Harishón, al primer hombre, un consejo en Bereshit (3:14-15) en su advertencia a la serpiente : “Dijo el Eterno D’s a la serpiente: ‘Porque hiciste esto (es decir, llevó a la mujer a pecar) maldita seas tú entre todos los animales y entre toda bestia del campo; sobre tu vientre andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Odio pondré entre ti y la mujer; entre tu simiente y su simiente; ella te pisoteará la cabeza, y tu le herirás el talón’” (Bereshit, 3:14-15). Si la serpiente, es decir, el “ietzer hará” (la tendencia al mal), toma al hombre por su talón, éste no podrá liberarse. El hombre tiene sólo una salida: pisotearle la cabeza. Si atrapa o golpea cualquier otra parte de la serpiente, ésta logrará contornearse y morderlo.

¿Qué significado tiene la expresión “pisotear la cabeza de la serpiente”? El Mahara”l (en Netivot Olam : Netiv Koaj Haietzer) y Rabí Jaim Vitel (en Derej Jaim) explican como sigue: “Es necesario golpear al instinto del mal de inmediato, en cuanto aparece. Cuando atisba por las celosías, cuando apenas surge, aún es débil. Se parece a una persona que golpea suavemente en una puerta y dice: ‘Soy el ietzer hará’. En ese mismo momento - y de inmediato - hay que pisotearlo”.

Nuestros Sabios describieron en el Talmud (en el Tratado de Sucá, 52b) el itinerario y la estrategia del “ietzer hará”, empleando la parábola de la oveja del pobre del Profeta Natán (descrita en Shmuel II:12) explicando: “Al comienzo se le llama al “ietzer hará” - “paseante” (halaj), después “invitado” (oreaj) y finalmente “hombre” (ish). Al comienzo, es similar a un paseante que se encuentra en el camino. Las miradas se entrecruzan y ambos enemigos se contemplan y escudriñan. Entonces, hay que dirigir de inmediato la mirada a otra dirección. Porque si la mirada se fija, uno puede siempre llegar a preguntarse: “¿Por qué no agasajarlo como “invitado”? En realidad, no me comprometo a nada. Sólo lo escucharé y es importante dialogar. A fin de cuentas, me encontraré en mi propio hogar y allí soy yo quien decide. El “ietzer” parece ser bastante simpático. Sólo escucharé lo que tiene para decir”. De este modo, el “ietzer hará” se transforma en invitado. A partir de ese momento, todo está perdido. Rápidamente, el “ietzer hará” se transforma en el dueño de la situación (ish) y es quien controla todos los asuntos de la casa. A partir de entonces, es él quien invita y hace entrar a quien le parece.

Es por este motivo que es necesario esquivar de inmediato su mirada. Un poeta gentil escribió un poema sobre la desesperación: “la desesperación está sentada en un banco, vestida de traje gris y sonríe a todos los paseantes con una sonrisa triste y desgraciada. ¡No la mires! Pues si miras sus ojos, te verás atraído por ella y también tu te sentarás en el banco y sonreirás con una sonrisa desgraciada a los paseantes. Entonces, ya no oirás el cantar de los pájaros y la risa de los niños”.

En cuanto aparece el “ietzer hará”, la tendencia al mal, es necesario destruirlo para no dejarse llevar. No hay que mantener con él un diálogo de paz ni una dinámica grupal, grupos de discusión ni intentar acercarlo, sino exterminarlo de inmediato.

Nuestro país está lleno de gatos que saben bien luchar contra las serpientes. Ambos enemigos se encuentran uno frente a otro, casi sin movimiento, pero con enorme alerta y tensión. Las posibilidades de la serpiente son infinitas: en todo lugar donde muerda al gato lo matará con su veneno. El gato tiene una sola posibilidad: asirla del cuello. De repente, el gato salta y echa sus garras al cuello de la serpiente.

En la selva también serpentean boas enormes de varios metros de largo. No obstante, existe un pequeño mamífero de nariz larga, de la familia de los gatos, llamado mangosta, que se atreve a enfrentarla .La mangosta da un salto y se aferra al cuello de la enorme boa. La boa comienza a golpear a la mangosta contra las piedras, pero en todo golpe que recibe, ésta se sujeta aún más fuerte de la boa hasta matarla. A veces ocurre que el felino muere en el combate, pero nunca suelta a su presa ni renuncia.

Debemos aprender del gato cómo luchar contra la serpiente, el “ietzer hará”. No debemos responderle. No hay que dejarse tentar pensando que es necesario un diálogo y el acercamiento. El gato, la mangosta, destruye a todo aquel que viene a matarlo y a las serpientes recién nacidas. Los más rápidos son los primeros. Es esencial golpear con firmeza al “ietzer hará” antes que introduzca sus garras en nosotros mismos.

Relato: UN CONSEJO DEL IETZER HARÁ...

Uno de los alumnos del Baal Shem Tov rezaba con mucha devoción, volcando toda su energía en sus oraciones. Al poco tiempo comenzó a plantearse durante la Tefilá, que era una atrevimiento de su parte permitirse orar con tanto fervor y piedad, mientras que por otro lado sabe de su condición de ser humano lleno de fallas y pecados.

Estos pensamientos le provocaron una caída emocional, y con el tiempo volvió a rezar con simpleza.

En cierta oportunidad se encontró con su maestro, Rabí Israel Baal Shem Tov y le relató lo sucedido. Su Rebe le contestó: “Si este pensamiento que te acosaba era realmente bueno, ¿por qué no te asediaba en el momento en que te sentabas a comer? ¡Debes saber que se trata de un consejo del Ietzer Hará (instinto del mal)!”

http://www.shabuatov.com/

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