jueves, 25 de febrero de 2010

PURIM: Leyes y Costumbres (V)


¿Por qué nos disfrazamos?

En Purím es costumbre disfrazarse incluso como no judíos para no ser reconocidos. Las costumbres judías tienen su base en la Torá, y no seguiríamos una a menos que existan razones valederas para hacerlo.

Uno de los motivos que avala esta costumbre es que de esta forma demostramos que aunque a veces cometamos pecados y nos comportemos como lo hace gente de otras naciones, esto no es más que una manifestación externa; en nuestro interior, sin embargo, permanecemos fieles a Di-s. Esto fue lo que ocurrió con los judíos de aquella generación; veneraron al ídolo de Nabucodonosor, pero ello no fue más que una simulación, ya que se mantenían fieles a Di-s en sus corazones.

Nuestros Sabios nos enseñan: Los estudiantes de Rabí Shimón bar Iojái le preguntaron: "¿Por qué fueron condenados a la destrucción `los enemigos de Israel´ [un eufemismo talmúdico para hacer referencia a los propios judíos al hablar de algo malo] de aquella generación?"
Les contestó el Sabio: "¡Respondedme vosotros!"
"Porque ellos gozaron del banquete ofrecido por ese malvado [Ajashverosh]".
Entonces él les dijo: "Si ésa es la razón, solamente aquellos que vivían en Shushán deberían haber sido exterminados, mas no los que vivían en otros lugares".
Ellos le dijeron: "¡Dinos tú, entonces!"
Les contestó: "Porque se prosternaron ante el ídolo".
Ellos le preguntaron: "¿Acaso Di-s concede gracia en un caso así [es decir, si se prosternaron ante el ídolo, por qué fueron perdonados]?"
El respondió: "¡Lo hicieron sólo por apariencia; y también Di-s obró así [es decir, permitiendo a Hamán que los amenazara] por apariencia!" (Meguilá 12a).

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Algunos encuentran en la Torá una alusión a esta costumbre, basándose en la explicación del versículo que expresa: Y Yo he de ocultar Mi rostro en aquel día (Deuteronomio 31:18). La raíz de las palabras hebreas que se utilizan en la expresión "Haster astir" -"he de ocultar"- se encuentra fonéticamente relacionada con Ester. Así, los Sabios explicaron que dicho versículo constituye una alusión a Ester en la Torá, y asimismo refleja la costumbre de "ocultar" nuestros rostros en Purím, el día de Ester.

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Israel y Amalék representan dos polos diametralmente opuestos en la historia de las naciones del mundo. Pero como ocurre a menudo con los extremos, estos suelen compartir ciertas características. Eisav -el progenitor de Amalék, tanto en términos de parentesco como de personalidad- tendía a ocultar su verdadera personalidad. Se vestía con ropas finas, actuaba piadosamente y hablaba con soltura; todo el tiempo ocultaba su perversidad detrás de una máscara de engaño y astucia. La Torá declara: Una trampa en su boca (Génesis 25:28); nuestros Sabios explicaron: Su boca era una trampa; es decir, su discurso y su intención no eran una misma cosa.

El atributo diametralmente opuesto se puede observar en los justos del pueblo de Israel. Así, el Rey David parecía un pecador, mientras en realidad se destacó por su devoción personal. La rectitud de Iaacov estaba tan bien oculta que hasta su padre Itzjak no logró conocer su verdadera personalidad. Fue sólo cuando Rivká reveló las cualidades internas de Iaacov que Itzjak le otorgó las bendiciones que sólo él era verdaderamente digno de recibir.

Hasta no diferenciar: el Precepto de Emborracharse

La obligación rabínica de beber en Purím hasta no poder diferenciar entre "maldito es Hamán" y "bendito es Mordejái" requiere de un análisis, ya que no encontramos una obligación semejante en ninguna otra situación. ¿Por qué nos obligaron los Sabios a beber hasta el punto de no poder controlar nuestras facultades mentales? Los Sabios de generaciones posteriores explicaron esta obligación de la siguiente manera:

La salvación del pueblo de Israel en la época de Mordejái y Ester no fue temporal; por el contrario, reflejó un cambio eterno en el destino de Israel. En el piut (poema litúrgico) que se recita en Purím, decimos: "Tú fuiste su salvación eternamente, y su esperanza en cada generación". Hasta la época de Mordejái y Ester, el futuro de Israel era pesado en una balanza de pecado y arrepentimiento. Era factible que, Di s no lo permita, alcanzaran un punto donde estuvieran expuestos a la destrucción completa en el caso de cometer un pecado grave y no arrepentirse sinceramente.

En ese momento los Hijos de Israel se encontraban al borde de la destrucción total, ya que habían cometido una serie de pecados graves. Se habían prosternado ante el ídolo de Nabucodonosor y participado del banquete de Ajashverosh -una celebración organizada por ese rey malvado para glorificar la destrucción de Israel-, y pese a que profanó los recipientes sagrados extraídos del Beit HaMikdash haciendo uso de ellos, los judíos no se abstuvieron de unirse a él en su juerga.

También cometieron varios otros tipos de transgresiones luego de haberse emborrachado, al grado de estar expuestos a una destrucción total. Su juicio parecía sellado, Di s no lo permita. Sin embargo, se arrepintieron desde lo más profundo de sus corazones, con llantos, súplicas y ayunos, lo que hizo que se despertara la misericordia Divina y se abriera un nuevo sendero de salvación ante ellos.

En ese momento, el atributo Divino de misericordia se presentó ante Di s y dijo: "¡Amo del Universo! Tus hijos han pecado y contra ellos se ha decretado una dura sentencia. Pero Mordejái y Ester, los justos, hicieron que se despertara en ellos un arrepentimiento sincero y el decreto fue anulado. ¿Qué ocurrirá en el futuro si vuelven a pecar y no hay entre ellos ningún justo como Mordejái y Ester que les enseñe cómo expiar sus pecados? ¿Es posible que el pueblo de Israel, Tus hijos, pueda ser entonces, Di s no lo permita, destruido totalmente, sin piedad?"

De inmediato el sendero de redención se ensanchó, y la salvación se hizo eterna, convirtiéndose en la esperanza de cada generación. Aunque su pecado sea extremadamente grave y ascendiera a los mismos cielos, sus enemigos no podrán destruirlos. Los enemigos de Israel perecerán, mas Israel nunca perecerá. Incluso en aquella generación no fueron salvados merced a su arrepentimiento, sino gracias a los atributos de misericordia y compasión. Y estos portones de misericordia y compasión, una vez abiertos, nunca vuelven a cerrarse.

Así como la salvación de la cual gozó el pueblo de Israel en ese entonces no sobrevino gracias a su mérito, sino merced a la misericordia y la compasión, del mismo modo nosotros demostramos -a través de la forma en que celebramos- que también nuestra salvación se basa solamente en la compasión y la misericordia, más que en nuestros propios méritos. Comemos y bebemos hasta perder incluso nuestra capacidad de diferenciar entre izquierda y derecha, depositando nuestra fe completamente en Di s, Quien nos protege y libra de todo enemigo y torturador, del pecado y de la iniquidad, ahora y para siempre.

¿Por qué nos esforzamos en alcanzar un estado en el cual ya no podemos diferenciar entre conceptos tan diametralmente opuestos -"Maldito es Hamán" y "Bendito es Mordejái"-? Es como si dijéramos: "Incluso si ya no podemos distinguir entre objetos cuyas diferencias deberían ser evidentes, sabemos, sin embargo, que no nos veremos privados de la salvación, que nuestras esperanzas no son en vano y que nuestra alegría no carece de fundamentos, pues depositamos nuestra confianza solamente en Di-s. Sobrios o ebrios, no tememos al mal ya que Tú estás con nosotros para siempre".

Los Sabios ofrecieron varias explicaciones adicionales alegóricas y místicas, respecto de la mitzvá de beber hasta el punto de no ser capaces de establecer diferencias.

En hebreo, el valor numérico de estas dos frases, "maldito es Hamán" y "bendito es Mordejái", es el mismo, 502. Así, debemos emborracharnos hasta no poder calcular la suma de ambas frases.

Cualquiera puede diferenciar entre "maldito es Hamán" y "bendito es Mordejái". Sin embargo, uno debe aprender a reconocer las varias fases intermedias que existen entre estos dos extremos y así poder determinar cuáles cuestiones se inclinan hacia el bien y cuáles hacia el mal. Quien ha bebido en Purím hasta no poder diferenciar claramente estas fases intermedias, se considera lo suficientemente ebria como para haber cumplido con la obligación.

Otra explicación: Existen dos formas a través de las cuales la santidad encuentra expresión en este mundo: a través de la victoria de los justos, o por medio de la caída de los malvados. Nuestros Sabios dijeron: Tal como las alabanzas de Di-s son expresadas por los justos en el paraíso, de igual modo son expresadas por los malvados en el purgatorio. Sin embargo, Di-s prefiere las alabanzas de los justos. Cuando Israel obra meritoriamente, los justos son exaltados y es su alabanza la que se expresa; todos son felices y la alegría es completa. Pero cuando Israel carece de méritos, su salvación resulta de la caída de los malvados que son excesivamente perversos y descienden al purgatorio. El mundo entero tiembla por temor a Di-s, pero no hay verdadera alegría. Por eso, la alegría de "bendito es Mordejái" -o sea, la salvación de Israel por sus propios méritos- es superior a la de "maldito es Hamán" -la que llega con la destrucción de los malvados-.

Sin embargo, los Sabios ordenaron que en Purím la persona debe beber hasta no poder diferenciar entre estos dos tipos de salvación. ¿Por qué? Porque la caída de Hamán es totalmente diferente a la de otros malvados. El júbilo que resulta de su derrota es tan inmenso como aquel que deriva de la victoria de los justos. Hamán es descendiente de Amalék, sobre quien expresa el versículo: Cuando perece el inicuo, hay alegría (Proverbios 11:10). Cuando Amalék es aniquilado, es como si existiera una revelación de la Shejiná en el mundo y, por lo tanto, corresponde que celebremos jubilosamente con una alegría completa.

De esta forma, no existe diferencia alguna entre el júbilo asociado con "maldito es Hamán" y aquél relacionado con "bendito es Mordejái". Por lo tanto, para que el hombre no se sienta angustiado por haber sido merecedor de la salvación por causa de la excesiva maldad de los inicuos en lugar de serlo por mérito propio, nuestros Sabios ordenaron que el hombre beba y olvide la diferencia entre estas dos fuentes de salvación.

Extraído de Sefer Hatodaa –Nosotros en el tiempo. Rabbi Eliahu Kitov

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