martes, 23 de marzo de 2010

Pesaj: Significados ocultos del Jametz y la Matzá


Nuestros Sabios nos enseñaron muchos conceptos ennoblecedores que son inherentes a las leyes de Pesaj. Lo que sigue a continuación es una pequeña selección de sus enseñanzas acerca del significado simbólico de jametz y matzá.

La diferencia entre el jametz y la matzá es muy pequeña; utilizamos la misma harina, el mismo agua y el mismo horno para ambos. ¿Por qué, entonces, son tan infinitamente diferentes?

Por el mero hecho de que la persona no se ocupa de la masa, ésta se hace jametz -fermenta, aumenta su volumen, altera su forma, y tiene un gusto ácido-. Todos estos cambios ocurren de por sí y no requieren de esfuerzo alguno por parte del hombre. Pero para que esta masa se convierta en una matzá apta para el cumplimiento de una mitzvá importante, el hombre debe trabajar duro, esmerarse y esforzarse.

El jametz y los agentes que causan la fermentación simbolizan el orgullo y la altanería; por eso en Pesaj está prohibida hasta su más mínima partícula. Estos rasgos -cualquiera sea el grado en que estén presentes en la persona- son perjudiciales para su carácter.

Es la demora de una reducida cantidad de tiempo lo que puede hacer que la masa para la matzá se convierta en jametz -una fracción de tiempo en el que la persona no hace nada-. A ello aluden las mismas palabras en hebreo: matzá/ se escribe con las letras mem, tzadik, hei. Si agregamos una pequeña línea a la hei/, ésta se convierte en una jet, y las letras forman entonces la palabra jametz . Ello nos indica la profundidad y majestuosidad del lashón hakódesh -la lengua santa-, donde las palabras y letras no son meras combinaciones circunstanciales sino resultan de la sabiduría del Creador. Cada palabra y letra en hebreo, e incluso su forma misma y el orden en que se disponen, encierra un significado muy profundo acerca de la raíz espiritual de donde proviene. Podemos llegar a comprender algunos de ellos, pero para entenderlos todos debemos esperar al día en que toda la tierra se llenará del conocimiento de Di-s (Isaías 11:9).

El jametz simboliza la inclinación al mal [o mal instinto - Iétzer Hará]; por lo tanto, la búsqueda del jametz y su eliminación representa la lucha del hombre por vencer esta inclinación. El jametz es más sabroso que la matzá, es de apariencia más agradable y de mayor tamaño. Ello también es cierto respecto de la "mala inclinación" que arrastra a la persona hacia los placeres mundanos, los hace más atractivos a sus ojos, y que parezcan más importantes de lo que realmente son. Este es el jametz que el hombre debe eliminar por completo.

El precepto de eliminar el jametz fue el escudo que protegió a los Hijos de Israel del castigo que se cernía sobre ellos en el momento de la redención de Egipto. Los pecados de los irrefrenables egipcios se originaron principalmente en el orgullo que sentían por su vasta riqueza y gran poderío. La riqueza y la fuerza física fueron sus dioses venerados, simbolizados por el carnero y el ganado [en hebreo, ashterot, vinculado a la palabra ósher, riqueza]. Egipto, el enorme monstruo marino que se extendía a ambas orillas del Nilo y que alardeaba: Mío es mi río, y yo me hice a mí mismo (Ezequiel 29:3), era una nación de jefes déspotas y tiranos. Todas las otras naciones eran sus subordinadas. Incluso entre ellos mismos, cualquiera que fuera físicamente más fuerte que su vecino pasaba a ser su amo y dueño. Los primogénitos egipcios gozaban de beneficios especiales, elegidos como favoritos sobre los más jóvenes. Incluso los sirvientes más humildes que trabajaban en los molinos no se sentían humillados por su baja posición sino que buscaban menospreciar a aquellos cuya posición era inferior a la suya enseñoreándose sobre ellos. Es decir, aun las clases sometidas y esclavizadas de la sociedad egipcia no pretendían liberarse de sus opresores, sólo buscaban a alguien inferior a ellas para verse a sí mismas como sus amos y maestros. Todo Egipto estaba plagado de orgullo y arrogancia. Cuando el Faraón dijo: ¿Quién es Di-s para que yo atienda Su voz? (Exodo 5:2), no hizo otra cosa que expresar los sentimientos de una nación entera, tanto sus hombres libres como sus esclavos.

Egipto hubiera preferido verse destruido y diezmado por las plagas que se sucedieron unas a otras, en lugar de consentir en dar la libertad a sus esclavos y admitir que su poder sobre ellos era apenas una ilusión. ¿Podía, aquel que expresó: Mío es mi río y yo me hice a mí mismo, reconocer la existencia de un poder superior al suyo? Fue sólo cuando Di-s pasó por encima de la tierra de Egipto, arrasándola y convirtiéndola en la más abyecta de las naciones a fin de que los egipcios sepan que Yo soy Di-s (Exodo 7:5) que los ciudadanos de esta otrora gran nación exclamaron: "Di-s es justo y no existe nadie fuera de El".

Las plagas penetraron en cada casa y lugar donde había un vestigio de arrogancia. Dado que no había familia en la que no hubiera un primogénito, la muerte se hizo presente en todas ellas, por medio de la última y más terrible de las plagas: Makát bejorót, "Muerte de los Primogénitos". En ese momento, los vestigios de orgullo, vanidad y arrogancia, fueron desterrados del mundo, pues la grandeza de Di-s estaba por revelarse, y sólo Su Omnipotencia reinaría sobre toda la Creación.

Los primogénitos de las familias judías también se vieron en peligro ante la justicia Divina que prevalecía, pues probablemente también ellos se habían visto influenciados y contaminados por la corrupción e impureza de Egipto, al igual que los demás esclavos que se encontraban sometidos allí. Era posible que entre ellos hubieran algunos que proclamaran con arrogancia: "Yo soy más grande que tú", una declaración que los hacía culpables de provocar la ira Divina que se había desatado para aniquilar a los primogénitos y abatir la altanería, a fin de restituir la majestad del Rey de la Gloria.

Y dijo Di-s a Moshé y a Aharón en la tierra de Egipto... hablad a toda la congregación de Israel, diciendo... cada hombre tomará para sí un cordero por cada casa paterna, un cordero por familia... toda la congregación de Israel lo faenará... tomarán de la sangre y la colocarán sobre las dos jambas... y comerán la carne esta noche, asada al fuego [costumbre de los esclavos], con matzot [costumbre de aquellos esclavos cuyo período de sometimiento ha sido extendido], y con hierbas amargas [costumbre de aquellos que son víctimas del sufrimiento] (Exodo 12:3-8).

Esto nos enseña que aunque el pueblo de Israel residía aún en Egipto, en medio de la corrupción y la impureza, ya podía afirmar que se había purificado plenamente de toda aquella contaminación. El falso dios que representaba la abominación de Egipto -el carnero- yacía degollado ante ellos, y su sangre rociada sobre ambas jambas de la puerta. El jametz , la ampulosa arrogancia de una nación de jefes supremos, había sido eliminado. Todo el alimento de esta noche apuntaba a una sola idea. El cordero, símbolo de la idolatría, la matzá preparada con gran prisa, y las hierbas amargas ("maror") que comieron humildemente, sirvieron para demostrar que ya no formaban parte de la sociedad egipcia. El versículo expresa: No ofrezcas la sangre de Mi sacrificio sobre jametz (ibíd. 23:18), pues el jametz y el Cordero Pascual son conceptos diametralmente opuestos. Sin embargo, la matzá, el maror, y el Cordero Pascual aluden a la misma idea: Ahora todo el pueblo era una nación de hombres libres, no más esclavos del Faraón sino sirvientes del Rey del Universo.

Y pasaré por la tierra de Egipto en aquella noche, y golpearé a cada primogénito en la tierra de Egipto... y la sangre servirá como señal para vosotros en las casas... pasaré por sobre vosotros y no sufriréis la plaga exterminadora cuando golpee a la tierra de Egipto (ibíd. 12:12-13).

La eliminación del jametz , así como la realización del sacrificio Pascual y el rociado de su sangre sobre las jambas de las puertas, protegieron a los Hijos de Israel del severo castigo que se abatió sobre Egipto. Nosotros, en cada generación, recogemos el fruto de los beneficios de estos actos, pues por su intermedio ofrecemos testimonio de que existe un único Di-s, que toda la grandeza Le pertenece, que todo cuanto existe proviene de El, y que todo nuestro sustento es provisto por El como recompensa por nuestro esfuerzo en cumplir las mitzvot que nos ha ordenado.

Rabí Jaím Vital, en su Sefer HaKavanot, compara los primeros trece días de Nisán con los primeros trece años de vida del hombre -representando cada día un año-. "En la víspera del día catorce" -al cumplir trece años y entrar en el decimocuarto año de vida- cuando un niño se convierte en adulto, es decir, adquiere la obligación de cumplir mitzvot, tiene el deber de buscar el jametz . En este instante ingresa en él el Iétzer HaTov -Inclinación al Bien- y la persona acepta sobre sí el yugo de las mitzvot. Tiene entonces la capacidad de luchar contra su inclinación al mal, -el Iétzer HaRá-, buscarla y destruirla, dondequiera se encuentre.

La búsqueda del jametz sirve para advertir al hombre en cuanto a su inclinación al mal. Se le ordena buscarlo en lugares ocultos y eliminarlo para poder disfrutar de la liberación del dominio de su inclinación. Debe experimentar esa libertad como si él mismo hubiese salido libre de Egipto.

Por lo tanto, es costumbre distribuir por la casa trozos de pan antes de la búsqueda, para indicar que aunque uno se haya purificado de la mejor manera posible de los pecados y de la iniquidad, no debe presumir y decir "Ya no estoy contaminado por pecados". Por el contrario, debe continuar la búsqueda, pues sin duda encontrará rastros de jametz en su interior, representado por el orgullo. Porque no hay justo sobre la tierra que haga el bien y no incurra en falta (Eclesiastés 7:20): Aquel que se jacta y piensa de sí mismo que ya ha corregido todos sus errores, puede estar seguro de que ni siquiera ha comenzado a servir a Di-s en la forma apropiada.

(Elihau Kitov. Nosotros y el tiempo - Sefer Hatodaa Vol. I)

No hay comentarios:

Publicar un comentario