jueves, 29 de abril de 2010

HISTORIAS PARA CONTAR EN FAMILIA (I)

1- Nunca es Demasiado

Una vez, cuando el Jafetz Jaim (Rabí Israel Meir Hacohén, 1839 - 1933) estaba en la ciudad de Viena, una persona distinguida llegó hasta la casa en donde él se estaba hospedando para hacerle una pregunta importante. En ese momento el Jafetz Jaim estaba en medio de su comida, y el dueño de la casa decidió invitar al visitante a comer con ellos, y le aseguró que al finalizar la comida, él le podría hacer su pregunta al Jafetz Jaim.

Mientras tanto, el Jafetz Jaim estaba recitando el Salmo 23, como solía hacer cuando comía. Cuando terminó de decir el último versículo: "Pero la bondad y la benevolencia me perseguirán todos los días de mi vida, y yo me sentaré en la casa de D'os por largos días", el Jafetz Jaim se dirigió al invitado, a quien él no conocía, y le preguntó: "¿No es asombroso que el Rey David diga: 'Pero la bondad y la benevolencia me perseguirán'?, pues comunmente asesinos y ladrones son los que persiguen a la persona, pero ¿cuándo es que la bondad y la benevolencia la persiguen?

"Nosotros podemos aprender de esto" - continuó el Jafetz Jaim - "que a la persona que está ocupada haciendo actos de bondad y caridad, pued e parecerle que la bondad y la benevolencia realmente lo están persiguiendo, puesto qu e para dedicarse a esas obras de bien él debe invertir dinero o debe sacarle tiempo a su trabajo, y su iétzer hará (impulso del mal) intenta convencerlo de que deje de hacer buenas acciones".

"¿Qué es lo que la persona debe hacer entonces?" - volvió a preguntar el Jafetz Jaim, a lo que respondió: "El Rey David le dice al hombre que en ese caso él le debe rezar a D'os para que la bondad y la benevolencia continuen persiguiéndolo el resto de su vida, para que de esa forma él pueda continuar haciendo actos de bondad y caridad. Él debe saber que si él hace eso, entonces D'os le permitirá concretar aquello que es prometido al final del versículo: 'y yo me sentaré en la casa de D'os por largos días'".

Cuando el invitado escuchó sus palabras, se levantó para retirarse, agredeciendo a su anfitrión y lo saludó. El anfitrión se quedó muy asombrado, y le preguntó al invitado por qué es que decidió irse antes de hacerle su pregunta al Jafetz Jaim. El invitado le explicó:

"El Jafetz Jaim me ha respondido sin que yo le preguntara nada. Hace algunos años, yo establecí un guemaj (centro de benevolencia) en mi ciudad, y en esta última época mi mujer se ha estado quejando de que la benevolencia que yo hago con los demás me está causando pérdidas en mis negocios, y que además me saca mucho de mi tiempo. Ella quiere que yo le pase el guemaj a otra persona, pero yo no quiero hacer eso, y es por eso que decidimos preguntarle al Jafetz Jaim qué hacer al respecto. Pero ahora el Jafetz Jaim ha contestado a mi pregunta, diciendo que incluso si la persona ya ha hecho actos de bondad y caridad en el pasado, ésto no es una excusa para dejar de hacerlos, y se debe continuar con ellos. Y es por eso que ahora yo quiero regresar rápido a mi casa para contarle esto a mi mujer".

2. Saber Alegrar a los Demás

Una pareja recién casada llegó hasta la casa del tzadik (hombre justo) Rabí Israel Abujatzira, para recibir de él una bendición para que tuviesen juntos un muy feliz matrimonio. Cuando el Rav escuchó que ellos se habían casado sólo dos días atrás, inmediatamente le pidió a su esposa que prepare una comida especial en honor de ellos, mandó a llamar a varios invitados para que participaran de la fiesta, y además pidió a todas las personas que estaban alrededor que se acerquen a la fiesta.

Durante toda la comida, el "Baba Sali" - como se lo acostumbraba llamar - estuvo con muy buen ánimo, y dijo muchas palabras de Torá y de fortalecimiento para la pareja.

Después de la comida, el hombre quiso darle al Rav Abujatzira dinero, así como era costumbre cuando se visitaba a una personalidad tan destacada, pero el Baba Sali se negó a aceptar el dinero y dijo: "Por el contrario! Tú debes estar con muchas deudas por causa de tu casamiento, y soy yo el que debo darte dinero a ti, y no tú a mí", e inmediatamente sacó una suma de dinero de su bolsillo y se la dió al jatán (novio, recién casado).

3. Pensando Sólo en el Prójimo

Una vez, cuando el Jafetz Jaim era el invitado en la casa del Rabino local, la Rabanit preparó una elaborada comida en su honor, y puesto que estaba apurada olvidó mencionarle a la sirvienta que ya había puesto sal a la sopa y es por eso que la sirvienta también le agregó sal a la sopa, como solía hacerlo habitualmente.

Cuando la sopa salada fue servida al Jafetz Jaim, él no expresó ninguna clase de insatifacción, sino que tomó la sopa hasta la última gota. Por otro lado, el Rabino, al probar la sopa salada mostró un gesto de mal gusto corriendo su plato hacia el medio de la mesa y miró sorprendido al Jafetz Jaim, quien aparentemente no había percibido el fuerte gusto de la sopa.

Calladamente, sin que nadie lo notara, el Jafetz Jaim tomó al Rabino de la manga y le rogó que terminara la sopa y no revelara que estaba muy salada. Él dijo: "Yo imagino que por el apuro en cumplir con la mitzvá de hajnasat orjim (recibir invitados), la sirvienta le puso sal dos veces a la sopa. Si ella se enterara de eso, se angustiará mucho y por otro lado, la Rabanit también se enojaría y llegarían a entrar en una desagradable discusión. No reaccione en absoluto, sino que por el contrario, alabemos la sopa y digamos que estuvo muy rica!".

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