jueves, 18 de diciembre de 2014

Un Milagro de Januká Contemporáneo

Un gran milagro sucedió allí. La semana pasada, dos equipos de científicos reprogramaron con éxito células de piel humana para que funcionen como si fueran células madres embrionarias. Muchos en la comunidad científica creen que esta brecha permitirá eventualmente la investigación de las células madre sin la necesidad crear y destruir embriones humanos, evadiendo de esta forma los dilemas éticos y políticos que han plagado este campo durante la última década. Las implicaciones de este grandioso descubrimiento impactan en la investigación médica de todo tipo, y acelera la carrera en búsqueda de la cura contra enfermedades que van desde el cáncer hasta el Alzheimer.
Por supuesto, el descubrimiento, que no ha sido considerado un milagro por la comunidad científica, no por ello deja de ser milagroso. No es el tipo de milagro que quiebra las leyes de la naturaleza, como la partición del mar. Es un milagro discreto, un milagro que entra dentro de los parámetros humanos y naturales, no obstante, es milagroso —y quizás más milagroso aun. Es un milagro que ocurre en el mes de Kislev, el mes de Janucá, un mes de milagros y luz, una época, según lo mencionado en la lectura de la Torá de este mes, en el que Di-s pone fin a la oscuridad.
El debate moral sobre la investigación de células madre abarca los aspectos éticos, morales y religiosos. Muchos vieron esto como un punto irreconciliable entre la ciencia y la religión, los defensores de ambos lados llevaron sus argumentos a los juzgados y a los comités gubernamentales, dispuestos a luchar hasta las últimas consecuencias. Una batalla moral que dividió a la sociedad en dos bandos, ambos separados por una razón moral.
Pero parece haber surgido una solución en el horizonte que reconciliaría estas dos fuerzas. Conducidos por un pragmatismo férreo restringiendo sus investigaciones a los parámetros éticos aceptables a todos, los investigadores científicos lograron una solución científica al problema. La solución sorprende por su simplicidad: Todo lo que tuvieron que hacer fue agregar cuatro genes. Estos cuatro genes reprogramaron los cromosomas de las células de la piel, dejándolas "en blanco", lo que permitiría transformarlas en células de cualquier parte del cuerpo, sea el corazón, el cerebro, la sangre o los huesos.
El Dr. Yamanaka, uno de los principales responsables de este descubrimiento, calculaba que encontrar los genes correctos tomaría varios años. Milagrosamente, tomó solamente algunos meses.
Pero la solución no salió a luz hasta que preguntas teológicas fundamentales como: — ¿Cuándo comienza la vida? ¿Quién tiene derecho a definirla? ¿Di-s, alias "Diseño Inteligente", existe? ¿La creación sucedió? —fueron discutidas en cada aula, en cada junta médica, en cada universidad, en cada legislatura nacional, en los niveles más altos del gobierno, registrados en publicaciones científicas, periódicos, y difundidas por los medios de comunicación del globo entero.
Entonces y solamente entonces, cuando la humanidad parecía a punto de aventurarse en la autodestrucción ética, un descubrimiento milagroso, aparentemente simple, marca el camino descubriendo células madres sin comprometer la santidad de la vida.
Quizás el milagro más grande de todos es cuando transformamos los obstáculos en oportunidades —cuando reconciliamos lo que pensamos irreconciliable, cuando transformamos oscuridad en luz.
Ocho minúsculas velas nos recuerdan que los milagros siguen ocurriendo.
¡Feliz Janucá!
POR FEYGL CYLICH
Feygl Cylich es una mujer jasídica, maestra, escritora, madre y abuela que vive en Melbourne, Australia. En sus años de estudiante en la Universidad de Chicago, compartió cátedra con el Dr Leon Kass quien fue recientemente elegido como Director del Comité Presidencial en Bioéticas.
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miércoles, 17 de diciembre de 2014

HISTORIAS DE JANUKA: El Candelabro de mi Abuela

Mi abuela es una mujer dulce y pequeña, de apenas un metro y medio de altura. Su candelabro, de más de medio metro de alto, era más que un simple candelero. Era un símbolo familiar, un imán que nos reunía.
 En las vísperas de Shabat, Bobe se ponía un pañuelo de Shabat especial. Con gran fanfarria encendía cada vela. Cuando terminaba de encender la última candela, permanecía delante del candelabro con sus ojos cerrados. Lágrimas corrían por sus mejillas. Ella oraba por su marido, sus hijos casados y sus nietos. Hablaba en idish: "Estimado Padre en el Cielo, mira y protege a mi marido, hijos y nietos. Sea Tu voluntad que crezcan personas buenas, fieles a nuestra religión. Por favor concédele sustento y paciencia a mi estimado marido. Cuídanos a todos” .
Todos estábamos de pie alrededor de la mesa de Shabat con respeto. Bobe se parecía a una reina que hablaba al Rey de Reyes, a Di-s Omnipotente. Cuando terminaba su Plegaria, empezábamos nuestro Shabat.
 Cuando nuestra familia creció, Bobe estaba más tiempo con sus velas. Cuando cumplió 94 años, tenía muchos nietos casados que también tenían hijos propios. Había cinco generaciones en la familia de Bobe. Al encender las velas, Bobe oraba por cada miembro de la familia.
Su candelabro estaba hecho de plata sólida con una base fuerte de plata. Todo el año tenía tres ramas de dos velas. En el medio un tallo era para otra vela. La costumbre tradicional para la víspera de Shabat es encender una vela por el padre, madre e hijos. Cuando nace un hijo, se agrega otra vela de Shabat. Mi abuela encendía cinco velas. Durante la semana de Janucá, ella agregaba dos ramas de dos velas cada una, haciendo un total de nueve velas. El candelabro estaba construido de forma que los posa-velas podían quitarse e insertarse en su lugar tacitas de aceite para el encendido especial de Janucá. Su candelabro de Shabat se convertía en Janukiá.
Durante la semana de Janucá ella le entregaba su preciado candelabro a mi abuelo para encender las velas de la fiesta. Janucá era nuestro tiempo más feliz. Todos los hijos, nietos y bisnietos venían a la casa de Bobe y Zeide para recibir el Janucá guelt (dinero de Janucá) y unirse al encendido de la Janukiá. Zeide estaba de pie orgullosamente, como un Cohen, el sacerdote del Gran Templo, cuando encendía la Menorá.
Cuando Zeide murió, Bobe pasaba sus inviernos en Miami. Y llevaba sus candelabros con ella. ¡Cada Shabat Bobe lustraba los candelabros de plata y oraba:"¡Que mi mazl (suerte) brille siempre!"
Todos esto se acabó cuando alguien robó su Candelabro. Bobe estaba marchita. Su cuerpo pequeño se agitaba como un sauce en la tormenta cuando hablaba sobre su más preciada posesión, su candelabro. ¿Cómo podían robarlo? Su única preocupación era cómo encendería sus velas.
Ella creía que su Candelabro volvería. "He orado para que el Candelabro nos protegiera, y estoy segura de que el Candelabro ha hecho eso.
Ahora rezo para que el Candelabro vuelva a mí." Con determinación silenciosa ella oró y oró. La familia no sabía qué hacer. Inesperadamente un amigo de la infancia de Austria, el lugar de nacimiento de Bobe, nos visitó y avisó:
"Nunca había visto una Candelabro como la que vi hoy. Sorprendentemente vi una réplica de tu Candelabro, en la vidriera de una tienda de regalos"
Nos quedamos mudos.¿Podría ser que nuestro invitado había visto Candelabro robado? ¡Bobe saltó y dijo:"¡Vamos a recuperar mi Candelabro! ¡¡¡Pronto será Janucá y lo necesito!!!"
 Bobe, mis padres, la dama de compañía de Bobe, y un policía fueron a la tienda de regalos. Con un destello en sus ojos y un grito de alegría Bobe tomó su Candelabro y dijo: "Nos has protegido y ahora regresas a casa conmigo." Antes de que cualquiera pudiera decir algo, Bobe asió el Candelabro del estante y lo sostuvo cerca de su corazón. Nadie podía detenerla. Los vecinos de Bobe, judíos y no judíos, se unieron en su regreso triunfante a casa. Cuanto más se acercaba a su hogar, más personas se le unían. Bobe, vestida al estilo europeo, cargando un Candelabro casi tan grande como ella, seguida por una procesión de familiares y amigos, era un espectáculo memorable. Era de verdad un gran desfile de Janucá.
El Candelabro recibió una limpieza especial, y ese fue el Janucá más luminoso en la casa de Bobe.
 ¿Quién dijo que los milagros ya no suceden?

BY ELI HECHT
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martes, 16 de diciembre de 2014

A MODO DE RECORDATORIO: TODO LO QUE NECESITAS SABER SOBRE JANUKA

descargaJanuca, la fiesta de las Luces, comienza el día 25 del mes judío de Kislev, y dura ocho días. En el calendario gregoriano, generalmente cae en diciembre.

Esta guía explicará:
(1) Un poco de historia.
(2) Instrucciones para el encendido de velas.
(3) Otras costumbres.
Un Poco de Historia

La palabra hebrea Januca significa “inauguración”. En el siglo 2 AEC, la época del Segundo Templo Sagrado, el régimen sirio-griego de Antíoco pretendió alejar a los judíos del judaísmo, con la esperanza de asimilarlos a la cultura griega. Antíoco declaró ilegal la observancia del judaísmo - incluyendo la circuncisión, el Shabat y el estudio de Torá – castigando al trasgresor con pena de muerte. Muchos judíos - llamados helenistas - comenzaron a asimilarse a la cultura griega, tomando nombres griegos y casándose con no judíos. Esto comenzó a deteriorar la base de la vida judía y la práctica del judaísmo.

Cuando los griegos desafiaron a los judíos y les ordenaron sacrificar un cerdo a un dios griego, unos pocos judíos valientes tomaron las colinas de Judea en una flagrante revuelta en contra de esta amenaza a la vida judía. Liderados por Matityahu, y luego por su hijo Yehuda el Macabeo, esta pequeña banda de judíos devotos desató un conflicto armado en contra del ejército sirio-griego.

Antíoco envió miles de tropas bien armadas para aplastar la rebelión, pero después de tres años, los Macabeos tuvieron un éxito milagroso en contra de todos los pronósticos, y echaron de su tierra a los extranjeros. La victoria es equiparable a una victoria israelí en contra de todas las potencias del mundo de hoy en día, juntas.
Los guerreros judíos entraron a Jerusalem y encontraron el Templo Sagrado en ruinas y profanado con ídolos. Los Macabeos lo limpiaron, y lo reinauguraron el 25 de Kislev. Pero cuando llegó el momento de re-encender la Menorá, revisaron todo el Templo, y sólo encontraron una vasija de aceite puro que llevaba el sello del Sumo Sacerdote. De todas formas encendieron la Menorá, y fueron recompensados con un milagro: Esa pequeña vasija de aceite ardió por ocho días, el tiempo necesario para producir un nuevo suministro de aceite.
A partir de entonces, los judíos han observado una festividad durante ocho días, en honor a esta victoria histórica y al milagro del aceite. Para publicar el milagro de Januca, durante los ocho días se añaden al rezo de Shajarit las alabanzas especiales de Halel, y en las noches se enciende la janukiá.

Instrucciones para encender las velas de Januca

De acuerdo a la tradición ashkenazí, cada persona enciende su propia janukiá. En la tradición sefaradí se enciende una sola janukiá por familia.

¿Cómo debe ser la janukiá?

Para publicar qué noche de Januca es exactamente, todas las velas de la janukiá deben estar a la misma altura - y preferiblemente en línea recta. Si no es así, las velas podrían no ser distinguidas con facilidad, dando la impresión de ser una gran antorcha.

Además de las ocho velas principales, la janukiá tiene una vela auxiliar llamada “shamash”. Como tenemos prohibido utilizar las velas de Januca para cualquier otro propósito que no sea el “verlas”, cualquier beneficio que pudiéramos obtener de su luz se considera que proviene del shamash.

Como el shamash no cuenta como una de las ocho velas regulares, tu janukiá debe tener el shamash separado de algún modo - ubicado más alto que las otras velas o fuera de la línea recta.

¿Cómo deben ser las velas de Januca?

Lo más importante es que tus velas deben arder por al menos 30 minutos después de que oscurezca (¡las famosas velas de color con suerte duran eso!). En muchos lugares se pueden conseguir velas de colores más largas.
De hecho, es preferible utilizar aceite de oliva, porque el milagro de los Macabeos ocurrió con aceite de oliva. Se pueden poner vasos de vidrio con aceite en los soportes de las velas de cualquier janukiá común. En algunos lugares hasta se pueden conseguir kits de vasos descartables con el aceite dentro, ya medido.
¿Dónde se debe encender la janukiá?

Para publicitar el milagro de la mejor manera, lo ideal es encender la janukiá del lado de afuera del portal de entrada de tu casa, del lado izquierdo cuando se entra (la mezuzá está del lado derecho, de este modo estás “rodeado de mitzvot”). En Israel, mucha gente enciende afuera en cajas de vidrio construidas especialmente para una janukiá.
Si esto no es práctico, la janukiá debe ser encendida en una ventana que mire hacia la vía pública.
Quienes viven en un piso superior deben encender contra una ventana. Si, por alguna razón, la janukiá no puede ser encendida cerca de una ventana, debe ser encendida dentro de la casa sobre una mesa, esto al menos cumple la mitzvá de “publicar el milagro” para los miembros de la familia.

Como la mitzvá se cumple precisamente en el momento del encendido, si uno mueve la janukiá a un lugar más apropiado después de encenderla, entonces, no cumple con la mitzvá.

¿Cuándo se debe encender la janukiá

Preferiblemente, la janukiá debe ser encendida en el momento del anochecer. Sin embargo, es mejor esperar a que todos los miembros de la familia estén presentes. Esto aporta a la atmósfera familiar y también maximiza la mitzvá de “publicar el milagro”. La janukiá puede ser encendida (con las bendiciones) tarde en la noche, siempre que haya personas despiertas.

La janukiá debe permanecer encendida por lo menos 30 minutos después del anochecer, y durante dicho tiempo no se puede obtener beneficio de su luz.

En la tarde del viernes, la janukiá debe ser encendida 18 minutos antes de la puesta del sol. Y como la janukiá tiene que arder durante 30 minutos en la noche, las velas que se utilizan el viernes necesitan ser más grandes que las “velas de colores” normales (que por lo general no arden más de media hora).

¿Cómo se debe encender la janukiá?

La primera noche, coloca una vela en el extremoderecho, mirando de frente a la janukiá. Esto se aplica ya sea que la janukiá esté al lado de una puerta o frente a una ventana.

Otra vela es colocada como shamash (vela auxiliar más alta) que es utilizada para encender las otras. El shamash no cuenta como una de las velas.

Primero enciende el shamash, luego recita las bendiciones, y luego utiliza el shamash para encender la vela de Januca.
En la segunda noche, coloca dos velas en el extremo derecho – y utiliza el shamash para encender primero la que está más a la izquierda.
En la tercera noche, coloca tres velas en el extremo derecho – y utiliza el shamash para encender en orden, siempre de izquierda a derecha.

Sigue este mismo procedimiento cada noche de Januca… ¡hasta que todas las velas estén encendidas y resplandeciendo brillantemente!

Las bendiciones de Januca

Escucha las bendiciones del encendido de la janukiá.
Imprime el texto de estas bendiciones.
Las primeras dos bendiciones se recitan con el shamash ya encendido, inmediatamente antes de encender las velas de Januca.

Bendición #1
BERAJA1
Baruj ata Ado-noi Elo-heinu melej ha-olam, Asher kid-shanu be-mitzvo-sav, Ve-tzi-vanu le-had-lik ner shel Januca.
Bendito eres Tú, Hashem, Dios nuestro, Rey del universo, que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ha ordenado encender la vela de Januca.

Bendición #2
BERAJA2

Baruj ata Ado-noi Elo-heinu melej ha-olam, She-asa ni-sim la-avo-seinu, Baia-mim ha-hem baz-man ha-ze.
Bendito eres Tú, Hashem, Dios nuestro, Rey del universo, que realizó milagros para nuestros antepasados, en aquellos días en esta época.

Bendición #3
BERAJA3
Esta bendición se dice sólo la primera noche.
Baruj ata Ado-noi Elo-heinu melej ha-olam, She-he-je-ianu ve-ki-imanu Ve-hi-gi-ianu laz-man ha-ze.
Bendito eres Tú, Hashem, Dios nuestro, Rey del universo, que nos ha mantenido con vida, nos sostuvo y no ha permitido llegar a esta ocasión.

El siguiente párrafo se dice cada noche, después de que la primera vela ha sido encendida

hanerot2-Januca.

Estas velas encendemos por los milagros, las maravillas, las salvaciones y las batallas que realizaste para nuestros antepasados en aquellos días en esta época, a través de Tus santos sacerdotes. Durante los ocho días de Januca, estas velas son sagradas y no estamos autorizados para darles uso corriente, sino para contemplarlas y así poder expresar agradecimiento y alabanzas a Tu gran Nombre por Tus milagros, Tus maravillas y Tus salvaciones.

Costumbres de Januca

Después de encender la janukiá de Januca, las familias disfrutan sentándose a observar la luz de las velas, cantando y recordando los milagros de ayer y de hoy. La primera canción cantada tradicionalmente después de encender las velas es Maoz Tzur .
También se desarrollaron muchas otras costumbres, incluyendo:
Comer comida “aceitosa” como latkes (panqueques) de papa fritos y sufganiot (rosquillas de mermelada) en conmemoración del milagro del aceite.
Dar Januca Gelt (monedas) a los chicos.
Hacer girar el Sevivón, un trompo de cuatro lados con una letra en cada uno de ellos.
¿Cuál es el origen del sevivón?

En tiempos de persecución, cuando el estudio de Torá estaba prohibido, los niños judíos estudiaban igual. Cuando los soldados investigaban, los niños sacaban un Sevivón y simulaban estar jugando.
Las letras en el Sevivón son nun, guimel, hei, shin - las iniciales de Nes Gadol Haiá Sham - “Un Gran Milagro Ocurrió Allí” (en Israel, la última letra es una pei - “Aquí”). Una forma de jugar con el Sevivón es ver quién puede mantener girando el suyo por más tiempo. O, como alternativa, ver cuántos Sevivón puedes hacer girar simultáneamente.
Otra versión del Sevivón es donde los jugadores utilizan monedas, nueces, pasas de uva o monedas de chocolate como fichas. Cada jugador pone una parte igual en el “pozo”. El primer jugador hace girar el Sevivón. Cuando el Sevivón se detiene, la letra que está arriba define:
Nun - no ocurre nada, el jugador siguiente gira el Sevivón.
Guimel - quien hizo girar el Sevivón se lleva el pozo.
Hei - quien hizo girar el Sevivón se lleva medio pozo.
Shin - quien hizo girar el Sevivón agrega al pozo la misma cantidad que hay.
En Januca añadimos “Al Hanisim” – un párrafo que describe el milagro de Januca – en el rezo de la Amidá y en la Bendición Después de las Comidas.
¡Feliz Januca!

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JAKUCA 5775


domingo, 1 de junio de 2014

JAG MATAN TORAH -- JAG SHAVUOT SAMEAJ


PERSONALIDADES DE SHAVUOT: RUTH



Quizás la razón más importante para la lectura del Libro de Ruth en este festival sea el hecho de que nos brinda una vivida descripción del perfecto Guer Tzedek, el prosélito o converso al judaísmo.
Shavuot es la época de la "Entrega de Nuestra Ley", y cuando la recibimos, nosotros también, como el Guer Tzedek, juramos aceptar la Torá y cumplir sus 613 Mitzvot —mandamientos—.
Los sinceros judíos de todas partes, no cesan de enorgullecerse por su aceptación sin vacilaciones de la Torá y sus magnificas enseñanzas. A pesar de todas las aparentes restricciones y responsabilidades, que coloca sobre los hombros de todo judío adulto, éste siempre tiene conciencia del privilegio de formar parte del "pueblo elegido" por Di-s.
Nosotros, los judíos, no buscamos prosélitos, o conversos.
Cuando un Guer viene y dice que quiere abrazar el judaísmo, nuestra Torá nos dice que es deber nuestro indicarle todas las dificultades y el peso de la responsabilidad que cabe a cada judío para cumplir dignamente la Torá. Debemos demostrarle que está eligiendo un camino muy difícil, y un modo de vida que no es popular en el resto del mundo.
Si, a pesar de todas estas consideraciones y advertencias, el Guer insiste en su deseo de abrazar el judaísmo, entonces sí podemos estar orgullosos de aceptar un hombre así en nuestra congregación, pues seguramente será un judío devoto y sincero.
Onkelos, el famoso autor del Targúm (traducción armaica de la Biblia), fue un Guer Tzedek, y también lo fue Ruth.
Ruth era una princesa Moabita que profesaba altos ideales.
No estaba satisfecha con la adoración de ídolos en su propio pueblo, y cuando se presentó la oportunidad, abandonó los privilegios de la nobleza en su tierra para aceptar una vida de pobreza entre el pueblo que admiraba.
He aquí cómo ocurrió.
Eran los días en que los Jueces regían Israel.
Los hijos de Israel se habían alejado de la observancia de la Torá, haciéndose acreedores al castigo de Di-s. El hambre reinaba en toda la tierra.
Había un cierto personaje en Judea llamado Elimelej. Era un rico mercader que no estaba acostumbrado al hambre y la pobreza, y pensaba que podía escapar a la miseria yéndose a otro lado. Junto con su esposa Naomí, y sus dos hijos, emigró a Moav.
Ruth se hizo amiga de la familia judía, y comenzó a comparar su modo de vida, diferente, con el que ella llevaba.
Aprendió a admirar las leyes y costumbres judías, y la desazón que había sentido ante la vacía adoración de ídolos por parte de su pueblo se transformó en abierta crítica.
De esta manera, cuando uno de los hijos de Naomí le propuso matrimonio, se sintió feliz y orgullosa de aceptar.
No tuvo remordimientos por lo que dejaba atrás, su vida plena de luz en el palacio, su título real, las posibilidades de riqueza y honores en futuro. Todo lo que veía era el egoísmo y la crueldad de su gente, y diferencia notoria con los judíos, a quienes ya se sentía profundamente ligada.
Elimelej y sus dos hijos murieron, y Naomí se convirtió en una pobre viuda, sin saber hacia dónde ir o qué hacer.
Por eso, dijo a Ruth y a su otra nuera, Orpá (también moabita):
—Hijas mías, debo irme, y he decidido regresar a mi ciudad natal, Bet-Lejem. Las cosas no pueden estar muy bien allí, y no hay razón para que vosotras también sufráis. Aceptad mi consejo, entonces, y regresad a la casa de vuestros padres. Vuestros esposos están muertos, y quizás, si os quedáis en vuestra propia tierra, podréis encontrar otros hombres y volver a casaros. Yo he perdido a mis hijos para siempre, pero vosotras sois jóvenes, y podréis encontrar nuevos maridos.
Orpá se entristeció, besó a su bondadosa suegra y se despidió de ella. Ruth se aferró a Naomí llorando y le suplicó que le permitiera ir con ella.
Se lo imploró con palabras emocionadas, diciendo:
—No me pidas que te deje y me vuelva, pues donde tú vayas, allí iré yo, y donde tú te hospedes, allí me hospedaré yo; tu pueblo es mi pueblo, y tu Di-s mi Di-s; donde tú mueras yo moriré, y allí seré enterrada; que esto y más me haga el Señor si nada más que la muerte nos separa.
Ruth era perfectamente consciente de lo que hacía. Naomí le había recordado las dificultades que el judío enfrentaba en todo momento, pero con todo, permaneció firme en su propósito de seguir a su suegra y aferrarse a la fe de su adopción, que se había vuelto tan preciosa para ella.
El futuro probaría que Ruth seria recompensada con justicia por su resolución, mas, aún en su pobreza, Ruth no tuvo remordimientos.
Era la época de la cosecha cuando Rut y Naomí llegaron a tierra de Iehudá —Judea—.
Ambas estaban cansadas de su viaje, y Ruth insistió que Naomí descansara, mientras ella salía a los campos de Bet-Lejem para encontrar algo con qué paliar el hambre.
Ruth penetró en un campo donde muchos hombres estaban ocupados cortando trigo, mientras otros los ataban con hojas y otros más los apilaban en carretas para su transporte.
Un poco vacilante, pero alentada por el hambre y el pensamiento de que debía obtener algo de comer para su suegra, Ruth ingresó al campo y se sentó a descansar, y ver si allí tenía suerte.
— ¡Di-s sea contigo, extraña!
Ruth hizo señas de haber recibido el amable saludo. Se sintió aliviada al escuchar a la misma persona bondadosa continuar:
— ¿Por qué no te adentras más en el campo? No temas. Junta algo de grano para satisfacer tu hambre.
Boaz mismo, el dueño del campo era el que así hablaba a Ruth. En ese momento, él era el Juez de Israel.
Ruth le agradeció y recogió algunas mazorcas.
Estaba por retirarse cuando la misma voz bondadosa le instó a quedarse y juntar aquellas que los hombres habían dejado de cosechar en las esquinas del campo, como "Peá".
— ¿Qué es peá? —preguntó Ruth.
Nuestra Torá nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo —contestó Boaz.
— ¡Qué maravilloso! —exclamó Ruth.
Se quedó pues a cortar el grano de una punta del campo, y culminada su labor se preparó para retirarse.
—No necesitas irte todavía —insistió Boaz— ¿Por qué no te quedas y te beneficias con Léket?
— ¿Qué quiere decir Léket? —preguntó nuevamente Ruth.
— Según nuestra Torá, si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños—explicó Boaz pacientemente.
Ruth no dijo nada, pero no vio razón alguna para rehusar beneficiarse con las leyes de la Torá que ella misma había abrazado sin reservas.
Cuando hubo recogido toda una canasta, volvió a Boaz, le agradeció muy sinceramente por su bondad y se dispuso a partir.
—Aun puedes quedarte —insistió Boaz—. Puedes tomar Shijejá.
—La Torá es verdaderamente ilimitada al velar por aquellos menos afortunados —dijo Ruth— ¿Ahora dime por favor qué es Shijejá?
—Cuando el propietario de un campo lleva su carga de grano hacia los depósitos, es posible que haya dejado por olvido algunos fardos en el campo. Pues bien, la Torá le prohíbe regresar y recogerlos, y debe dejarlos para los pobres, las viudas, los huérfanos y los extraños.
Ruth se alegró con su buena fortuna.
Había juntado casi más de lo que podía llevar. Naomí y ella estarían ahora a salvo del hambre, por un buen tiempo. Agradeció a Boaz una vez más, y éste le hizo prometer que volvería.
Ruth estaba llena de emoción mientras se dirigía en busca de su suegra. Le relató todo lo que le había sucedido en los campos de Boaz. Naomí se sintió feliz con el éxito de Ruth y con el hecho de que ésta hubiera agradado a Boaz, el generoso terrateniente. Además, le dijo a Ruth que Boaz era pariente de Elimelej. Entretanto, Boaz había hecho averiguaciones sobre la extraña que había capturado su corazón, y descubrió que era la nuera viuda de Naomí. Debido al parentesco existente, y de acuerdo a las leyes de la Torá era recomendable que Boaz contrajera enlace con Ruth y así se lo hizo saber.
Cuando Boaz pidió a Ruth que se casara con él, Naomí le recomendó aceptar.
De esta manera Ruth fue imprevistamente recompensada con riqueza y felicidad.
Ruth y Boaz tuvieron un hijo llamado Oved, quien fue padre de Ishai. El hijo menor de Ishai fue David, quien se transformó en el ungido del Señor y querido rey de todo el pueblo judío.
Extraído de “Shavuot, día de días” . Gentileza de Kehot Lubavitch Sudamericana. Todos los derechos reservados.
Por Nissan Mindel

SHAVUOT: 50, el número de la trascendencia

El número 50 es el distinguido número de la trascendencia. La cuenta hasta 50 se compone de dos etapas esenciales y diferentes.
La primera fase es la progresiva elevación paso a paso desde el 1 al 49. Como el cuadrado de 7 (7²=49), 49 denota el ciclo completo dentro del universo físico (1). Este es un desarrollo natural. Puede ser el límite más extremo en lo que respecta a la naturaleza, pero no es el punto final. El destino final de un judío es su llegada a la segunda fase, la fase donde da el salto sobrenatural necesario para pasar desde el 49 al trascendental 50.
La progresión desde el 49 al 50 tiene como precedente el peldaño que lleva del 7 al 8. El alma se compara con el séptimo centro de santidad dentro del cuerpo que santifica las 6 direcciones del mundo físico hacia búsquedas espirituales (2). A través de este proceso, el alma puede elevarse (acarreando también al cuerpo) hacia la perfección (3). En términos numéricos, el 8 es sinónimo de la entrada a un plano más elevado y trascendental (4). Y la llegada al 50 marca similarmente la entrada a este estado elevado.

Un pasaje a Sinaí

Quizás la cuenta hacia el número 50 encuentra su expresión histórica más conocida en el Éxodo.
Éxodo: 50
El evento crucial que conmemora el nacimiento de los hijos de Israel como nación fue el Éxodo de Egipto. No sólo recordamos dos veces al día este hito (5), sino que gran parte de la observancia de las mitzvot está marcada por repetidas referencias al Éxodo. Su importancia central se debe a que este evento celebra el nuevo estado de existencia del pueblo judío.
La salvación no fue solamente de la esclavitud física, sino también de la visión de mundo egipcia. El Éxodo nos liberó de una visión restringida por el ámbito natural (6). La redención catapultó a Israel a un estado alternativo de realidad. Ellos intercambiaron lo restringido por lo irrestricto, lo natural por lo sobrenatural y lo ordinario por lo extraordinario. Fue el evento trascendental que definió a Israel: el pueblo elegido de Dios. Su calidad trascendental se volvió evidente luego de su liberación vanguardista.
El evento histórico del Éxodo es mencionado en la Torá un total de 50 veces (7). Y el proceso de redención que comenzó en el primer día de Pesaj llegó a su completitud 50 días después en el monte Sinaí. De hecho, Dios liberó a los hijos de Israel para que ellos aceptaran la Torá. La instrucción Divina que Dios le dio a Moshé en la zarza ardiente fue guiar a Israel fuera de Egipto y llevar a la nación a servir a Dios en esa montaña (8).
Shavuot: día 50
Las 50 etapas de redención requirieron un intervalo mínimo de 49 días para lograr la metamorfosis nacional. Antes de su liberación, los hijos de Israel se habían hundido hasta el punto más bajo de impureza espiritual: el nivel 49 de impureza. El Éxodo introdujo un proceso de limpieza espiritual. Israel se embarcó en un camino gradual de ascenso, un nivel tras otro. El de ellos fue un incremento fenomenal desde su degradada posición en el nivel número 49 de impureza hasta el nivel número 49 de pureza (9). Finalmente, ellos llegaron al pináculo espiritual más alto en el día 50 (10).
Este periodo abarca las fiestas de Pesaj y Shavuot. Hay una alusión a dicho camino en la famosa mitzvá que conecta este espacio de tiempo: la Cuenta del Omer de 50 días desde el día de la recolección de la medida de un Omer de la nueva cosecha de cebada, la cual era ofrecida en el Templo en el segundo día de Pesaj: "Y contarás para ti… 7 semanas que serán completas hasta la mañana después de la séptima semana; y serán 50 días…"(11).
Torá: 50.
Shavuot es la única fiesta que no es mencionada en relación a una fecha específica del calendario judío lunar. Su clasificación como el momento de la entrega de la Torá aparece registrada como el día 50 después del Éxodo. Esto establece firmemente a Shavuot como el clímax del Éxodo. En la relación entre Dios e Israel, la entrega de la Torá en Sinaí es llamada ‘el día de tu boda’ (12).
El matrimonio celebra el compromiso total de dos partes. Las obligaciones de un acuerdo matrimonial judío son registradas en la ketuvá, el contrato matrimonial. La compensación monetaria que fue asignada para una mujer soltera es de 50 shekels de plata (equivalente a 200 zuz/dinares en la moneda de la época de la Mishná) (13). Esta suma encuentra su perfecto paralelo en la entrega de la Torá, en donde los deberes contractuales del día de boda de Israel se hicieron efectivos en el día 50 después del Éxodo.
Allí Dios le entregó a Su querida nación el mejor regalo de bodas de todos: el regalo de la Torá. La calidad metafísica de la Torá generalmente es representada como cualidades del intelecto Divino. Su naturaleza trascendental está por encima de la existencia física de este mundo. De forma sumamente apropiada, la Torá fue entregada al comienzo de la 8va semana después del Éxodo, con lo cual ingresó en el simbolismo del número 8 que trasciende el ámbito natural representado por el número 7. Además, el número 50, que viene luego del ciclo de 7 semanas, comparte la cualidad de "fuera de este mundo" del número 8 (14).
Shavuot, que corresponde al día número 50 después de la salvación egipcia —en la semana 8—, se relaciona con la naturaleza trascendental de la Torá (15). En su forma singular, se dice que la palabra Torá aparece 50 veces en la Torá (16).
Paralelo al número 8, el nivel 50 se relaciona con aquello que está "fuera de este mundo" (17). El Mishkán (Santuario) y posteriormente el Beit Hamikdash (Templo) giraban en torno a la Torá, que era representada por la Lujot (Tablas), las cuales eran guardadas en el Kodesh Hakodashim (Santo Sanctórum). (En sí misma, la construcción de una Casa para Dios sirvió para inmortalizar la entrega de la Torá en Sinaí) (18). La compra del terreno del Templo se llevó a cabo a través de los 50 shekels de plata que pagó cada tribu (19). La máxima edad para que un Levi sirviera en el Templo era 50 años (20). La cámara más interna, el Kodesh Hakodashim, se relaciona particularmente con este nivel trascendental del número 50 (21). Y había 50 ganchos dorados sobre la extensión del techo que estaba directamente arriba de la cortina que cubría la entrada al Kodesh Hakodashim (22).

Por sobre la naturaleza

Hemos visto que 50 representa el camino completo hacia la aceptación de la Torá en los 50 días que hay entre Pesaj y Shavuot. El pasar por la vida hace un llamado al judío para que imite el viaje nacional hacia Sinaí; él debe proceder hasta el final natural, y luego seguir más allá de él. Debe trascender lo finito y tocar la sublime 50ava puerta, la cual está más allá de las reglas naturales de este mundo (23).
50: a la distancia.
El número 50 se utiliza como la medida que pone algo a la distancia. El Talmud habla del uso de una cuerda que mide 50 codos para asuntos como la medición de una distancia de 2.000 codos del tejum de Shabat, la distancia que uno puede recorrer en Shabat que está más allá de la ciudad (24). Debido al impacto negativo de un granero, una curtiduría de cuero y un cementerio, estos no tenían permitido halájicamente estar a menos de 50 codos de la ciudad (25). Y obviamente el viaje de 50 días desde Egipto a Sinaí aseguró que Israel dejara de estar bajo la pecadora influencia de su pasado idolatra.
Se requirieron nada menos que 50 etapas de redención, paralelas a las 50 veces que el Éxodo aparece en la Torá, para alcanzar una clara ruptura con el pasado. Y en el día 50, Shavuot, se rompieron finalmente las cadenas de la esclavitud. Esto aparece registrado en el relato del Éxodo en el versículo de apertura de los 10 Mandamientos: “Yo soy Hashem tu Dios Quien te sacó de la tierra de Egipto de la casa de la esclavitud” (26).
50: Puertas de entendimiento.
La formación del pueblo de Israel en los 50 días entre Pesaj y Shavuot entra también en otro aspecto de simbolismo que se encuentra en este número. Dios creo el universo con 50 Puertas de Entendimiento (Shaarei Biná) (27). Las 50 puertas se relacionan con los niveles espirituales ascendentes en el mundo a través de los cuales el hombre debe pasar para descubrir los secretos internos de la creación y para comprender los poderes, las capacidades y las fuerzas vitales que hay dentro de ella (28).
En cierto sentido, los 50 Shaarei Biná representan la lejana distancia que existe entre el hombre y la sabiduría de Dios. Es imperativo que el hombre atraviese estas Puertas del Entendimiento en un viaje para descubrir la sabiduría Divina que está escondida en las palabras de la Torá. Esto a menudo implica utilizar el razonamiento deductivo (biná en hebreo) para derivar "una cosa de otra" (29). Biná se relaciona con la palabra bein, que significa ‘entre’ (30), lo cual indica la distancia que el hombre debe atravesar para acercarse a su Creador.
Los 50 días del Omer son paralelos a los 50 Shaarei Biná (31). La palabra biná se relaciona además con la palabra binián, ‘edificio’ (32). La cuenta del Omer hacia Shavuot es el proceso de construcción en el cual el judío se construye a sí mismo desde el precario nivel de un animal hasta las alturas espirituales de un ser Divino (33). Es una invitación a recorrer los 50 portones de sabiduría Divina, en la cual el hombre intenta trascender lo natural y tocar el ámbito supernatural en el cual ganará una percepción más clara de Dios.
El nivel más alto que es humanamente posible es el de 49 puertas; es Dios quien le permite a la persona dar el salto final de 49 a 50. El ser humano que pasó a través de las 49 puertas completas fue Moshé (34). Sin embargo la ultima puerta, la número 50, estaba más allá de su alcance. El secreto de este último paso está dentro de la naturaleza secreta de Yovel (35).
Yovel: el año número 50.
Los 7 ciclos semanales de 7 días que duran hasta el día 50, Shavuot, tiene su paralelo obvio con los 7 ciclos de Shemitá, ciclos sabáticos de 7 años que culminan en el año 50, el Yovel (Año del Jubileo) (36). Yovel marca la conclusión de una época. Todo lo que ha ocurrido anteriormente —incluso algo que es llamado le olam, para siempre (37)— termina. La pizarra queda limpia. Todo regresa a su estado original para permitir que el proceso comience nuevamente.
Shemitá es clasificado como santo y como Shabat; Yovel es Santo de los Santos y "Shabat de Shabatot" (38). En realidad, la descripción de Yovel como Shabat de Shabatot es compartida por la fiesta de Iom Kipur, el Día del Perdón (39). En esta fecha, la nación judía fue perdonada por el pecado del Becerro de Oro que había menoscabado a la Torá que fue entregada en el Día 50. Una nueva era comenzó cuando Moshé le entregó a Israel las segundas Tablas en Iom Kipur (40). Esto demostró que Dios había perdonado a Israel, asegurando que Él no los destruiría.
El proceso de teshuvá, arrepentimiento —el cual está relacionado con biná (41)—, hace que el pecado sea erradicado. ¿Qué ocurre? La persona se relaciona con sus raíces trascendentales, regresa a Dios, y emerge como una nueva creación (42). Interesantemente, hay un total de 50 días de teshuvá desde Rosh Jodesh Elul (29 días) hasta el final de Hoshana Rabá (21 de Tishrei) (43).
La palabra yovel también se refiere al cuerno-shofar de un carnero (44). De hecho, el año 50 asumía el estatus de año de Jubileo solamente una vez que sonaba el shofar (45). El yovel/shofar era tocado en Iom Kipur (46) del año 50. Proclamaba que las personas y los objetos volvían a su posición original. Los campos vendidos regresaban a sus dueños originales, y los esclavos judíos eran liberados de su cautiverio (47). Ellos regresaban libremente a su verdadera identidad.
Yovel replica el impacto del shofar de despertar al hombre hacia el arrepentimiento (48). La libertad de Yovel no tenía obstáculos de ningún tipo. Denota el punto trascendental que se estira más allá de cualquier atadura previa.
50: todo en uno
En este mundo no puede haber una expresión humana independiente en el nivel 50; éste sigue siendo la máxima e inalcanzable dimensión Divina, la cual puede ser caracterizada como elevada o aparte de todo lo que la precede. Trasciende el mundo natural y la experiencia humana (49).
En un aspecto, el 50 es el número incontable. El periodo del Omer dura por 50 días, pero sin embargo solamente se cuentan 49. La cuenta de 49 lleva automáticamente a la llegada del 50. Este estado elevado fue alcanzado en Sinaí. Sobrepasó todo lo que venía antes de él (50). Fue en el día 50, Shavuot, que la unión entre Israel y Dios fue solemnizada al igual que un matrimonio (51).
Con este acto, la nación judía trascendió sobrenaturalmente la existencia de este mundo para unirse con Dios (52). Israel alcanzó esta unidad cuando llegaron a Sinaí a acampar en un estado unificado: como una sola persona con un solo corazón (53). Los nombres de las 12 Tribus de Israel, que fueron grabados en las Piedras que usaba el Kohen Gadol, tienen un total de 50 letras (54), y fueron fusionadas como una sola entidad con su Creador.
Así, el 50 es el punto de llegada. Es el punto en que el hombre ha llegado al final de su travesía. Este es el nivel máximo; él hombre ha completado exitosamente las etapas del pasaje natural que se requieren y ha progresado para trascender y elevarse al nivel Divino de eternidad. Ésta es la dimensión de la Torá, de entendimiento Divino, de verdadera libertad. Es donde Israel trasciende para convertirse verdaderamente en uno con Dios.
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(1) Ver “49: Medida completa”.
(2) Ver “7: Una chispa divina”.
(3) Ramjal, Dérej Hashem 1:3. El reingreso del alma al cuerpo después de la resurrección está destinada a impulsar al hombre a un nivel espiritual más alto del que podría alcanzar en vida.
(4) Ver “8: Fuera de este mundo”.
(5) Brajot 12b.
(6) La raíz de la palabra מִצְרַיִם se relaciona con la palabra מֵיצַר, aprietos, como en el versículo, todos sus perseguidores la sobrepasaron dentro de los aprietos (בֵּין הַמְּצָרִים) (Eijá, 1:3).
(7) Zohar 2, 85b; 3, 262a. Ver Sfat Emet, Shabat HaGadol 5634, sobre cómo las 50 referencias al Éxodo corresponden a las 50 semanas y 50 Shabatot en cada año. Ver también el Gaón de Vilna, Tikunei Zohar, p. 84.
(8) Shemot 3:12.
(9) Ver "49: Medida completa".
(10) Su desarrollo es bellamente simbolizado en el periodo de maduración de 50 días de una manzana, una alusión a recibir la Torá. El Midrash cuenta que la manzana tarda 50 días en madurar y que esto ocurre en Siván (Shir Hashirim Rabá 2:2). Esto es una referencia al periodo de 50 días que hay entre Pesaj y Shavuot, cuando la nación judía abrazó la Torá. (La manzana simbólicamente se relaciona con la declaración Naasé venishmá, "Haremos y escucharemos", Shabat 88a. Ver Tosafot, ad loc. sobre cómo la manzana se relaciona con el etrog).
(11) Vaikrá 23:15-16.
(12) Shir Hashirim 3:11 y Rashi ad loc.
(13) Mishná, Ketubot 1:2. Una mujer viuda divorciada que vuelve a casarse tiene derecho a la mitad de esta suma, es decir 100 zuz. La cantidad básica de 50 shekels de plata para una soltera se aprende de las leyes de la penalización que debe pagar un hombre que viola o seduce a una mujer soltera. (Devarim 22:29; Ketubot 10a).
(14) Maharal, Tiferet Israel 25.
(15) Maharal, ibid. Aunque la cuenta del Omer se dice que es por 50 días, solamente se cuentan 49. Uno no cuenta, y de hecho no puede contar, el 50. No es simplemente otro día que sucede al día 49. Es separado y está aparte; va más allá de lo posible, más allá de lo contable.
(16) Rokeaj, Devarim 6:7.
(17) Ver Tanjumá, Pinjas 15, sobre cómo Shminí Atzeret, el octavo día después del comienzo de Sucot, debiera haber sido puesto idealmente 50 días después de Sucot, tal como el día de Shavuot fue puesto 50 días después de Pesaj. Ver "8: Fuera de este mundo".
(18) Rambán, Shemot 25:1 (Introducción a Terumá). Ver "410: Primer Templo".
(19) Zevajim 116b. Ver también Suca 53a y Sifri, Naso 42 por sobre cómo David compró el sitio del altar por 50 shekalim.
(20) Ver Bamidbar 4:3, 23, 30, 35, 39, 43, 47.
(21) Maharal, Jidushei Hagadot, Rosh Hashaná 21b. Ver "8: Fuera de este mundo".
(22) Shemot 26:6. Ver Rokeaj, Shemot 26:6, p. 141, sobre cómo los 50 ganchos de oro que unen las cortinas son paralelos a las 50 veces que la palabra Torá es mencionada en singular en el Jumash.
(23) Ver Maharal, Netivot Olam, Netiv HaTorá 1 sobre cómo el 50 es incontable ya que pertenece al etéreo y elevado mundo que no está subordinado al tiempo.
(24) Eruvin 57b.
(25) Bava Batra 24b-25a. Ver Rambam Hiljot Beit HaBejirá 7:13.
(26) Shemot 20:2.
(27)Rosh Hashaná 21b; Nedarim 38a. "Las 50 ocasiones que el Éxodo es mencionado en la Torá corresponden a las 50 Puertas de Entendimiento" (Gaón de Vilna, Aderet Eliyahu, Balak).
(28) Rambán, Introducción a Sefer Bereshit. Ver también Gaón de Vilna, Safra D'Tzniusa 1.
(29)Ver Rashi, Shemot 31:3.
(30) Iben Ezra, Shemot 31:3; Rav S.R. Hirsch, Bereishit 41:33.
(31) Gaón de Vilna, Aderet Eliyahu, Balak.
(32) Ver Nidá 45b.
(33) El Omer que se llevaba en Pesaj era una ofrenda de cebada, un grano que se usa para alimento animal. En contraste, los dos panes de Shavuot eran hechos de trigo, un alimento humano. Esto simboliza la transformación de una bestia no espiritual a un humano espiritual. Ver Sota 15b; Maharal, Tiferet Israel 25.
(34) Rosh Hashaná 21b. Ver "49: Medida completa". Paralelo a la inhabilidad de Moshe de alcanzar las 50 Puertas de Entendimiento, él no pudo pasar sobre el Río Jordán, cuyo ancho se dice que es de 50 codos (Tosafot, Sotá 34b), ni pasar sobre ni siquiera 1 codo del suelo de la Tierra Santa (ver Baal HaTurim, Devarim 3:25 y Rokeaj ad loc).
(35) Rambán, Introducción al Sefer Bereshit.
(36) Vaikrá 25:8-13.
(37) Shemot 21:6; Kidushin 21b. Esto se refiere al sirviente judío que rechaza quedar libre después de sus originales 6 años de esclavización.
(38) Maharal, Jidushei Hagadot, Rosh Hashaná 21b.
(39) Vaikrá 23:32.
(40) Ver Taanit 26b extendiéndose sobre el versículo, el día de Su boda (Shir HaShirim 3:11). Ver Rashi ad loc.
(41) En la Amidá, la bendición de teshuvá es yuxtapuesta a biná (Megila 17b). Ver Shelá HaKadosh, Julin, Tora Or 63, Shelá Toldot HaAdam, Beit Jojmá (segundo) 24. Ver Rav Tzadok HaKohen, Pri Tzadik, Tu BeAv, 6, sobre cómo el nivel de 50 Puertas del Entendimiento es el nivel de conocimiento entregado a un penitente.
(42) Ver Rav Itzjak Hutner, Pajad Itjak, Iom HaKipurim 1. Ver Shelá Toldot HaAdam, Beit Jojmá (segundo) 24, sobre como Iom Kipur es una fuente de biná, regresar el año pasado a sus raíces y fuente.
(43) Ver Panim Yafot, Vaikra 16:30.
(44) Rosh Hashaná 26ª y Rashi, Shemot 19:13 en la aceptación de la Torá en Sinaí, un sonido extendido del yovel (shofar) indicó que la Shejiná se había ido y el pueblo podía ahora subir a la montaña (Shemot 19:13). Esto también se relaciona con el cese de una fase.
(45) Rosh Hashaná 9b.
(46) Ver Minjat Jinuj, Mitzvá 335.
(47) Vaikrá 25:10-13. Ver también "9: ¿Hacia dónde dirigirse?".
(48) En Iom Kipur la puerta número 50 y la más profunda de todas se abre, el nivel más cercano de alcanzar entendimiento sobre los caminos de Dios (Sfat Emet, Iom Kipur 5653).
(49) Incidentalmente, podemos explicar con esto la razón de que, en la narrativa de Purim, Hamán haya construido una horca que era específicamente de 50 codos de alto (Ester 5:14). Simbólicamente, el malvado Hamán se presentó a sí mismo como un dios que "supuestamente" no estaba sujeto a la ley natural de la tierra (Maharal, Or Jadash, Ester 5:14). Ver también Maharal, Or Jadash, p. 175 y Beer Hagolá 4:14 para el simbolismo de esta horca de 50 codos construida de madera del Arca de Noaj (Yalkut Shimoni, 1056). Ver también Rav Tzadok HaKohen, Pri Tzadik, Purim, 2, sobre cómo la horca de Hamán de 50 codos corresponde a las 50 Puertas de Entendimiento.
(50) Maharal, Rosh Hashaná 21b, Jidushei Hagadot.
(51) Quien abusa de una jovencita debe darle a ella 50 monedas de plata para casarse con ella (Devarim 22:29). Esto es paralelo a que Israel recibe la Torá en Shavuot, el día 50 después de haber dejado Egipto (Rokeaj, Bereishit 32:11).
(52) Ver Tikunei Zohar, final del Tikún 22.
(53) Shemot 19:2 y Rashi ad loc.
(54) Las 12 Tribus de Israel estaban representadas en las Avnei Shoam, las piedras que estaban pegadas en los hombros de la vestimenta del Sumo Sacerdote. Había 6 nombres, que consistían de 25 letras, en cada una de las 2 piedras, un total de 50 letras (Sota 36a-b).

Extraído del libro Jewish Wisdom in the Numbers
http://www.aishlatino.com/h/sh/sinai/

jueves, 8 de mayo de 2014

Parashá Behar - (En el Monte). 10 Iyar 5774 - 10 Mayo 2014. Reflexiones

"...en el Monte Sinai...." (Vayikrá 25:1)

Una conversación imaginaria:

- "Inventemos esta religión en la que decimos a la gente que cada siete años tienen que abandonar las herramientas, dejar de plantar y cosechar, y que milagrosamente van a recibir una cosecha abundante en el sexto año, el año siguiente y el año después de ese cuando, por supuesto, no va a haber nada para cosechar ya que nada habrá crecido en el año séptimo...".

-"¿Estás loco, cómo puedes predecir el futuro? ¡Tu religión va a fracasar en el primero de los siete años cuando todos comiencen a estar hambrientos, cuando no haya nada que cosechar ni que comer!"

La Parashá de esta semana se inicia con las palabras "Y Hashem habló con Moshé en el Monte Sinai...".

¿Por qué la Torá se toma el trabajo de especificar que fue precisamente en el Monte Sinai que Hashem le explicó a Moshé la Mitzvá de Shemitá? ¿Acaso en el Sinai Moshé no recibió todas las otras Mitzvot?

El motivo por el cual la Torá conecta el Monte Sinai con la Mitzvá de Shemitá es para que entendamos que, asi como la Shemitá proporciona una prueba verificable de la veracidad de la Torá (pues seria imposible inventar una religión que tuviera un precepto semejante), del mismo modo, el resto de la Torá, que fue transmitido en el Sinai, es igualmente auténtico, tanto en lo general como en lo particular.

(Rashi y Jatam Sofer Rabí Yehudá ha Levi - Kuzari)

"...en el Monte Sinai..." (Vayikrá 25:1)

Toda la enseñanza de la Shemitá es que "la naturaleza" es una ilusión. Hashem dirige el mundo y asi como Él hace que no haya pérdida por no trabajar en Shabat, asi también él asegura que nada va a ser perdido por cesar de trabajar la tierra todo un año. Esto es para enseñarnos a no convertirnos en esclavos de la "naturaleza", porque este mundo no es más que un corredor al verdadero mundo de la espiritualidad. Pero el hombre no puede desasociarse a sí mismo del marco del mundo en el cual existe; la Torá claramente le ordena sembrar y cosechar por seis años, así como tiene que trabajar seis días por semana. Pero a través de contar los días de trabajo en relación al Shabat y los seis años de cultivo en relación al año de Shemitá, podemos conectar lo mundano y la rutina con lo sagrado y lo especial.

"La tierra observará un Shabat para Hashem..." (Vayikrá 25:2)

Cuando el pueblo judío estuvo esclavizado en Egipto, Moshé fue a ver al Faraón y lo convenció de que debía aliviar el yugo de los israelitas. Le explicó que cuando los esclavos trabajan sin descanso, al final terminan muriéndose. Y asi fue como, simulando que aconsejaba al Faraón como aumentar la producción, le sugirió que le concediera al pueblo judío un día libre a la semana. El Faraón aceptó su consejo, y le dio permiso a Moshé para que escogiera el día. Cuando, más adelante, Hashem dio el precepto de que el Shabat debería ser un día de descanso, Moshé sintió gran alegría de haber anticipado cuál sería el día en el que el pueblo descansaría.

En otras palabras, en Egipto, el pueblo judío ya contaba con el Shabat, pero únicamente como un respiro del trabajo agotador, y no como un precepto. Pero cuando Hashem les mandó el precepto del Shabat: "Observarán mis Shabatot", Israel descansa en Shabat, no porque necesite de un descanso, sino, única y exclusivamente, porque esa es la voluntad de Hashem.

En la parashá de esta semana hallamos un concepto parecido: "...La tierra observará un Shabat para Hashem". En el séptimo año, cuando dejamos que los campos de Eretz Israel permanezcan inactivos, no es para darles un descanso, para mejorar su rendimiento o para que los procesos ecológicos los renueven. Los dejamos inactivos únicamente porque eso fue lo que nos ordenó Hashem.

(Kedushat Levi)

".. en el Monte Sinai..." (Vayikrá 25:1)

La Mitzvá de la Shemitá le ordena al Pueblo judío que deje de trabajar sus campos cada séptimo año, con la promesa de que, milagrosamente, Hashem les proporcionará todas sus necesidades.

Sin embargo, el milagro de la Shemitá variaba de acuerdo con su nivel de bitajón (confianza en Hashem).

Cuando el pueblo judío tenía un nivel alto de bitajón, la cantidad de alimentos que se cosechaban en el sexto año no variaba de un año a otro; no obstante, alcanzaba para proveer nutrición durante tres años, en vez de uno.

Pero cuando el nivel de confianza en Hashem era bajo, los campos daban, en términos reales, tres veces la cantidad que se cosechaba en un año común.

En el primer caso, se producía un milagro oculto; en el segundo, un milagro descubierto. ¿Por qué el nivel más bajo invocaba un milagro aparentemente más grande, más abierto? El milagro descubierto siempre es el "segundo mejor" en el plan de Hashem. El Hombre es la criatura que está designada en forma especifica para tener libertad de elección. Los milagros abiertos son tan compulsivos que limitan la libertad de elección del Hombre.

No obstante, Hashem responde hasta al nivel más bajo de confianza en Él y proporciona la pirotecnia de un milagro abierto, si eso es lo que hace falta para hacer que el pueblo se sienta seguro.

Una vez, Rabí Jaim de Volozhin le preguntó al Gaón de Vilna qué es lo que quiere decir el Talmud cuando dice que uno de los atributos de Hashem es "estar satisfecho con Su parte". El Gaón de Vilna le respondió que la parte de Hashem es el pueblo judío. El querría que estuviésemos en un nivel más elevado, pero no obstante está satisfecho con nosotros, cualquiera sea el nivel en que nos encontremos.

"Y Hashem le habló a Moshé en el Monte Sinai, diciendo..." (Vayikrá 25:1)

Hashem le dijo a Moshé todas las Mitzvot en el Monte Sinai. Entonces ¿por qué la Torá registra en forma específica que la Mitzvá de Shemitá le fue transmitida a Moshé "en el Monte Sinai"? ¿Acaso todas las otras Mitzvot no le fueron también transmitidas a Moshé en el Monte Sinai?

Uno de los efectos de la Mitzvá de Shemitá es implantar en el corazón de pueblo judío la idea de que Hashem, a pesar de toda Su Trascendencia, igualmente supervisa hasta el más mínimo detalle de este mundo.

La Shemitá nos enseña que Hashem nos proporciona todo lo que necesitamos a pesar de al parecer no somos más que un punto minúsculo en el espacio intergaláctico. En Sus ojos, todos esos billones de años luz no son más que un parpadear de ojos.

No está "por debajo de Su dignidad", por decirlo de alguna manera, el interesarse por este plano físico nuestro. Pues "en el lugar de la grandeza de Hashem, allí está Su humildad".

Hashem eligió, como el sitial para Su revelación, no al Monte Everest, la montaña más alta del mundo, sino al humilde, bajo Sinai. Fue en el Sinai que Él quiso revelarnos Su Torá. Pues a pesar de toda la inefable Majestad y Trascendencia de Hashem, la humildad de espiritu Le son muy preciadas.

Y precisamente ahí está la conexión entre la Shemitá y el Sinai: asi como la Shemitá pone de manifiesto que Hashem se ocupa hasta de este mundo tan bajo, asi también Él nos reveló la Presencia Divina en el Sinai, la más baja de las montañas.

"Y haréis Mis jukim, y Mis mishpatim, las observareis" (Vayikrá 25:18)


Todo el mundo sabe que los judíos no comen cerdo. ¿Por qué?

La historia se remonta a hace tres mil años, cuando la refrigeración no había alcanzado aún gran nivel de sofisticación, y la contracción de triquinosis por comer cerdo era una amenazadora realidad.

Pero ahora, que todos contamos con heladeras que producen cubitos de hielo a montones, y se puede congelar una chuleta uno y hasta dos años, uno no tiene por qué negarse uno de los deleites gastronómicos más finos de la "haute cuisine". Ese es el cuento que te cuentan...

Pero la verdad del asunto es que el cerdo, al igual que el shatnez (la mezcla de lana y lino en la ropa) es un jok, una ley que está más allá del entendimiento humano.

Las leyes que prohíben la conducta antisocial en la Torá se llaman mishpatim. Toda persona razonable entiende que está prohibido robar o asesinar. Ninguna sociedad civilizada permite semejantes actos.

Sin embargo, para el judío el asesinato esta prohibido debido a que la Torá dice que está prohibido. Matar a una persona y llevar puesta una prenda que contiene shatnez son dos actos que comparten una misma esencia: ambos fueron prohibidos por el Creador.

Hashem le permitió a nuestra lógica comprender por qué está prohibido matar. Pero no hizo lo mismo con la prohibición de comer cerdo.

En el versículo antedicho, la Torá habla de "hacer" los jukim (los preceptos supralógicos), mientras que al referirse a los mishpatim (leyes aparentemente lógicas) habla de "observar".

¿Qué diferencia hay entre "hacer" y "observar"? La esencia misma del jok reside en hacerla. El desafió del jok es decirse a sí mismo: "El mundo no se limita a lo que yo entiendo de él. Y porque no pueda entender algo no significa que no sea cierto". Por eso, la esencia misma del jok es hacerla. Ese es el desafió.

Pero cuando se trata de los mishpatim, nos enfrentamos a un desafió diferente. Es obvio que está prohibido robar y matar. ¿Cuál es la prueba?

Hace muchos años, ocurrió una tragedia desgarradora. Habia una mujer que sufría una terrible enfermedad incapacitada. Día tras día, su marido la veía sufrir. Un día, fuera de si de tanta angustia, le dio una sobredosis de barbitúricos.

El desafió de los mishpatim es observarlos. No excusar el asesinato, llamándolo "muerte piadosa" o "eutanasia". Aquel Cuya piedad es eterna decreta que no debemos matar. ¿Cómo vamos a ser nosotros más piadosos que Di-s, Cuyo Nombre es "El Compasivo"?. El desafío de los preceptos "lógicos" consiste en no manipularlos indebidamente, no pervertirlos según nuestros propios conceptos de bien y mal.

Incluso cuando el corazón se quiebra de dolor, cuando nuestros seres más queridos se enferman y mueren, a veces con enorme sufrimiento, el desafío de los mishpatim es saber que nuestra mente no puede ni podrá entender nunca la lógica más esencial de hasta aquello que nos parece lógico a nosotros.

(Rabí Isajar Frand)

"Cuando vengáis a la tierra que os estoy dando, la tierra observará un descanso de Shabat para Hashem" (Vayikrá 25:2)

Al mirar el membrete de algunos estudios jurídicos, uno podría pensar que está leyendo la guía de teléfonos de Nueva York. Parecería que todo el mundo es un socio menor.

En cierto modo, nosotros también queremos ser socios menores. Los socios menores de Hashem. Pensamos: "Está bien, Di-s, Tú diriges el mundo. Tú eres el Jefe. Yo solamente quiero ser socio menor en mi zona, para poder hacer lo que me plazca. Necesito tener mi propio espacio".

¿Cómo vas a tener tu propio espacio cuando "Su Honor colma la tierra"? ¿Cómo vas a ser el socio menor de Aquél para el que no hay un "dos"? El judío está de servicio las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, desde la cuna hasta la tumba.

Nosotros somos el Pueblo que Di-s eligió para que Lo sirviera. Pero esto tal vez suene un poco prohibitivo. ¿Acaso no soy más que una cifra? ¿Un autómata sin mente que obedece instrucciones? ¿Dónde está mi espacio? ¿Dónde está mi individualidad?

En realidad, Hashem sí nos deja ser los socios menores. Pero no entramos en sociedad para poder "hacernos una escapadita" para ir a jugar al tenis a la tarde. No. Esta es una sociedad en la mismísima creación del tiempo.

Cuando Hashem creó el mundo, lo creó con dos clases de santidad, que están expresadas en el Shabat, por un lado, y en las Fiestas, por el otro.

La santidad del Shabat es fija e inmutable. Cada siete días entramos a un mundo llamado "Shabat". No precisa de intervención de nuestra parte. El Shabat fluye desde los mundos superiores sin nuestra asistencia, y por encima de nuestro control.

Las fiestas de Pésaj, Shavuot y Sucot son otro tema. Hashem le permite al Hombre, en tanto que Beit Din, que establezca el día en que comienza el mes, y, por ende, las fechas exactas de las fiestas.

Con respecto a la Shemitá (el año sabático para la tierra), la Torá afirma: "La tierra observará un Shabat para Hashem". Exactamente la misma expresión que se emplea en la creación del Shabat. "Un Shabat para Hashem".

Asi como hay dos tipos de santidad en los días y en los meses, el Shabat y las fiestas, también hay dos tipos de santidad en los años. El séptimo año es como un Shabat de la tierra. Su santidad es "fija", como la del Shabat. La santidad de yovel (el año de jubileo) es como la santidad de las fiestas. Su santidad representa la relación de Di-s con el Hombre. "Porque es un yovel; santo será para vosotros".

Si no se toca el Shofar al comienzo del año de yovel, entonces el año no es yovel. Si no se libera a los esclavos, ese año no es yovel. Si no se devuelven los campos a sus dueños originales, ese año no posee el status de yovel y está permitido cosechar y sembrar, como en cualquier otro año.

El año de Shemitá es diferente. Su santidad es fija, independiente del Hombre. Aunque no se hayan contado los años, aunque el Beit Din no hay santificado el año como un año de Shemitá, y no haya habido cese de cosecha y de siembra, el año de cualquier forma es de Shemitá.

Es por eso que la Shemitá es llamada "un Shabat para Hashem". La Semita, igual que el Shabat, no permite "socios menores".

(Torat Cohanim, Rosh Hashaná 9, Rambán Hiljot Shemitá y Yovel. cap. 26, Meshej Jojma en Iturei Torá)

Shabat Shalom.