jueves, 8 de mayo de 2014

Parashá Behar - (En el Monte). 10 Iyar 5774 - 10 Mayo 2014. Reflexiones

"...en el Monte Sinai...." (Vayikrá 25:1)

Una conversación imaginaria:

- "Inventemos esta religión en la que decimos a la gente que cada siete años tienen que abandonar las herramientas, dejar de plantar y cosechar, y que milagrosamente van a recibir una cosecha abundante en el sexto año, el año siguiente y el año después de ese cuando, por supuesto, no va a haber nada para cosechar ya que nada habrá crecido en el año séptimo...".

-"¿Estás loco, cómo puedes predecir el futuro? ¡Tu religión va a fracasar en el primero de los siete años cuando todos comiencen a estar hambrientos, cuando no haya nada que cosechar ni que comer!"

La Parashá de esta semana se inicia con las palabras "Y Hashem habló con Moshé en el Monte Sinai...".

¿Por qué la Torá se toma el trabajo de especificar que fue precisamente en el Monte Sinai que Hashem le explicó a Moshé la Mitzvá de Shemitá? ¿Acaso en el Sinai Moshé no recibió todas las otras Mitzvot?

El motivo por el cual la Torá conecta el Monte Sinai con la Mitzvá de Shemitá es para que entendamos que, asi como la Shemitá proporciona una prueba verificable de la veracidad de la Torá (pues seria imposible inventar una religión que tuviera un precepto semejante), del mismo modo, el resto de la Torá, que fue transmitido en el Sinai, es igualmente auténtico, tanto en lo general como en lo particular.

(Rashi y Jatam Sofer Rabí Yehudá ha Levi - Kuzari)

"...en el Monte Sinai..." (Vayikrá 25:1)

Toda la enseñanza de la Shemitá es que "la naturaleza" es una ilusión. Hashem dirige el mundo y asi como Él hace que no haya pérdida por no trabajar en Shabat, asi también él asegura que nada va a ser perdido por cesar de trabajar la tierra todo un año. Esto es para enseñarnos a no convertirnos en esclavos de la "naturaleza", porque este mundo no es más que un corredor al verdadero mundo de la espiritualidad. Pero el hombre no puede desasociarse a sí mismo del marco del mundo en el cual existe; la Torá claramente le ordena sembrar y cosechar por seis años, así como tiene que trabajar seis días por semana. Pero a través de contar los días de trabajo en relación al Shabat y los seis años de cultivo en relación al año de Shemitá, podemos conectar lo mundano y la rutina con lo sagrado y lo especial.

"La tierra observará un Shabat para Hashem..." (Vayikrá 25:2)

Cuando el pueblo judío estuvo esclavizado en Egipto, Moshé fue a ver al Faraón y lo convenció de que debía aliviar el yugo de los israelitas. Le explicó que cuando los esclavos trabajan sin descanso, al final terminan muriéndose. Y asi fue como, simulando que aconsejaba al Faraón como aumentar la producción, le sugirió que le concediera al pueblo judío un día libre a la semana. El Faraón aceptó su consejo, y le dio permiso a Moshé para que escogiera el día. Cuando, más adelante, Hashem dio el precepto de que el Shabat debería ser un día de descanso, Moshé sintió gran alegría de haber anticipado cuál sería el día en el que el pueblo descansaría.

En otras palabras, en Egipto, el pueblo judío ya contaba con el Shabat, pero únicamente como un respiro del trabajo agotador, y no como un precepto. Pero cuando Hashem les mandó el precepto del Shabat: "Observarán mis Shabatot", Israel descansa en Shabat, no porque necesite de un descanso, sino, única y exclusivamente, porque esa es la voluntad de Hashem.

En la parashá de esta semana hallamos un concepto parecido: "...La tierra observará un Shabat para Hashem". En el séptimo año, cuando dejamos que los campos de Eretz Israel permanezcan inactivos, no es para darles un descanso, para mejorar su rendimiento o para que los procesos ecológicos los renueven. Los dejamos inactivos únicamente porque eso fue lo que nos ordenó Hashem.

(Kedushat Levi)

".. en el Monte Sinai..." (Vayikrá 25:1)

La Mitzvá de la Shemitá le ordena al Pueblo judío que deje de trabajar sus campos cada séptimo año, con la promesa de que, milagrosamente, Hashem les proporcionará todas sus necesidades.

Sin embargo, el milagro de la Shemitá variaba de acuerdo con su nivel de bitajón (confianza en Hashem).

Cuando el pueblo judío tenía un nivel alto de bitajón, la cantidad de alimentos que se cosechaban en el sexto año no variaba de un año a otro; no obstante, alcanzaba para proveer nutrición durante tres años, en vez de uno.

Pero cuando el nivel de confianza en Hashem era bajo, los campos daban, en términos reales, tres veces la cantidad que se cosechaba en un año común.

En el primer caso, se producía un milagro oculto; en el segundo, un milagro descubierto. ¿Por qué el nivel más bajo invocaba un milagro aparentemente más grande, más abierto? El milagro descubierto siempre es el "segundo mejor" en el plan de Hashem. El Hombre es la criatura que está designada en forma especifica para tener libertad de elección. Los milagros abiertos son tan compulsivos que limitan la libertad de elección del Hombre.

No obstante, Hashem responde hasta al nivel más bajo de confianza en Él y proporciona la pirotecnia de un milagro abierto, si eso es lo que hace falta para hacer que el pueblo se sienta seguro.

Una vez, Rabí Jaim de Volozhin le preguntó al Gaón de Vilna qué es lo que quiere decir el Talmud cuando dice que uno de los atributos de Hashem es "estar satisfecho con Su parte". El Gaón de Vilna le respondió que la parte de Hashem es el pueblo judío. El querría que estuviésemos en un nivel más elevado, pero no obstante está satisfecho con nosotros, cualquiera sea el nivel en que nos encontremos.

"Y Hashem le habló a Moshé en el Monte Sinai, diciendo..." (Vayikrá 25:1)

Hashem le dijo a Moshé todas las Mitzvot en el Monte Sinai. Entonces ¿por qué la Torá registra en forma específica que la Mitzvá de Shemitá le fue transmitida a Moshé "en el Monte Sinai"? ¿Acaso todas las otras Mitzvot no le fueron también transmitidas a Moshé en el Monte Sinai?

Uno de los efectos de la Mitzvá de Shemitá es implantar en el corazón de pueblo judío la idea de que Hashem, a pesar de toda Su Trascendencia, igualmente supervisa hasta el más mínimo detalle de este mundo.

La Shemitá nos enseña que Hashem nos proporciona todo lo que necesitamos a pesar de al parecer no somos más que un punto minúsculo en el espacio intergaláctico. En Sus ojos, todos esos billones de años luz no son más que un parpadear de ojos.

No está "por debajo de Su dignidad", por decirlo de alguna manera, el interesarse por este plano físico nuestro. Pues "en el lugar de la grandeza de Hashem, allí está Su humildad".

Hashem eligió, como el sitial para Su revelación, no al Monte Everest, la montaña más alta del mundo, sino al humilde, bajo Sinai. Fue en el Sinai que Él quiso revelarnos Su Torá. Pues a pesar de toda la inefable Majestad y Trascendencia de Hashem, la humildad de espiritu Le son muy preciadas.

Y precisamente ahí está la conexión entre la Shemitá y el Sinai: asi como la Shemitá pone de manifiesto que Hashem se ocupa hasta de este mundo tan bajo, asi también Él nos reveló la Presencia Divina en el Sinai, la más baja de las montañas.

"Y haréis Mis jukim, y Mis mishpatim, las observareis" (Vayikrá 25:18)


Todo el mundo sabe que los judíos no comen cerdo. ¿Por qué?

La historia se remonta a hace tres mil años, cuando la refrigeración no había alcanzado aún gran nivel de sofisticación, y la contracción de triquinosis por comer cerdo era una amenazadora realidad.

Pero ahora, que todos contamos con heladeras que producen cubitos de hielo a montones, y se puede congelar una chuleta uno y hasta dos años, uno no tiene por qué negarse uno de los deleites gastronómicos más finos de la "haute cuisine". Ese es el cuento que te cuentan...

Pero la verdad del asunto es que el cerdo, al igual que el shatnez (la mezcla de lana y lino en la ropa) es un jok, una ley que está más allá del entendimiento humano.

Las leyes que prohíben la conducta antisocial en la Torá se llaman mishpatim. Toda persona razonable entiende que está prohibido robar o asesinar. Ninguna sociedad civilizada permite semejantes actos.

Sin embargo, para el judío el asesinato esta prohibido debido a que la Torá dice que está prohibido. Matar a una persona y llevar puesta una prenda que contiene shatnez son dos actos que comparten una misma esencia: ambos fueron prohibidos por el Creador.

Hashem le permitió a nuestra lógica comprender por qué está prohibido matar. Pero no hizo lo mismo con la prohibición de comer cerdo.

En el versículo antedicho, la Torá habla de "hacer" los jukim (los preceptos supralógicos), mientras que al referirse a los mishpatim (leyes aparentemente lógicas) habla de "observar".

¿Qué diferencia hay entre "hacer" y "observar"? La esencia misma del jok reside en hacerla. El desafió del jok es decirse a sí mismo: "El mundo no se limita a lo que yo entiendo de él. Y porque no pueda entender algo no significa que no sea cierto". Por eso, la esencia misma del jok es hacerla. Ese es el desafió.

Pero cuando se trata de los mishpatim, nos enfrentamos a un desafió diferente. Es obvio que está prohibido robar y matar. ¿Cuál es la prueba?

Hace muchos años, ocurrió una tragedia desgarradora. Habia una mujer que sufría una terrible enfermedad incapacitada. Día tras día, su marido la veía sufrir. Un día, fuera de si de tanta angustia, le dio una sobredosis de barbitúricos.

El desafió de los mishpatim es observarlos. No excusar el asesinato, llamándolo "muerte piadosa" o "eutanasia". Aquel Cuya piedad es eterna decreta que no debemos matar. ¿Cómo vamos a ser nosotros más piadosos que Di-s, Cuyo Nombre es "El Compasivo"?. El desafío de los preceptos "lógicos" consiste en no manipularlos indebidamente, no pervertirlos según nuestros propios conceptos de bien y mal.

Incluso cuando el corazón se quiebra de dolor, cuando nuestros seres más queridos se enferman y mueren, a veces con enorme sufrimiento, el desafío de los mishpatim es saber que nuestra mente no puede ni podrá entender nunca la lógica más esencial de hasta aquello que nos parece lógico a nosotros.

(Rabí Isajar Frand)

"Cuando vengáis a la tierra que os estoy dando, la tierra observará un descanso de Shabat para Hashem" (Vayikrá 25:2)

Al mirar el membrete de algunos estudios jurídicos, uno podría pensar que está leyendo la guía de teléfonos de Nueva York. Parecería que todo el mundo es un socio menor.

En cierto modo, nosotros también queremos ser socios menores. Los socios menores de Hashem. Pensamos: "Está bien, Di-s, Tú diriges el mundo. Tú eres el Jefe. Yo solamente quiero ser socio menor en mi zona, para poder hacer lo que me plazca. Necesito tener mi propio espacio".

¿Cómo vas a tener tu propio espacio cuando "Su Honor colma la tierra"? ¿Cómo vas a ser el socio menor de Aquél para el que no hay un "dos"? El judío está de servicio las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, desde la cuna hasta la tumba.

Nosotros somos el Pueblo que Di-s eligió para que Lo sirviera. Pero esto tal vez suene un poco prohibitivo. ¿Acaso no soy más que una cifra? ¿Un autómata sin mente que obedece instrucciones? ¿Dónde está mi espacio? ¿Dónde está mi individualidad?

En realidad, Hashem sí nos deja ser los socios menores. Pero no entramos en sociedad para poder "hacernos una escapadita" para ir a jugar al tenis a la tarde. No. Esta es una sociedad en la mismísima creación del tiempo.

Cuando Hashem creó el mundo, lo creó con dos clases de santidad, que están expresadas en el Shabat, por un lado, y en las Fiestas, por el otro.

La santidad del Shabat es fija e inmutable. Cada siete días entramos a un mundo llamado "Shabat". No precisa de intervención de nuestra parte. El Shabat fluye desde los mundos superiores sin nuestra asistencia, y por encima de nuestro control.

Las fiestas de Pésaj, Shavuot y Sucot son otro tema. Hashem le permite al Hombre, en tanto que Beit Din, que establezca el día en que comienza el mes, y, por ende, las fechas exactas de las fiestas.

Con respecto a la Shemitá (el año sabático para la tierra), la Torá afirma: "La tierra observará un Shabat para Hashem". Exactamente la misma expresión que se emplea en la creación del Shabat. "Un Shabat para Hashem".

Asi como hay dos tipos de santidad en los días y en los meses, el Shabat y las fiestas, también hay dos tipos de santidad en los años. El séptimo año es como un Shabat de la tierra. Su santidad es "fija", como la del Shabat. La santidad de yovel (el año de jubileo) es como la santidad de las fiestas. Su santidad representa la relación de Di-s con el Hombre. "Porque es un yovel; santo será para vosotros".

Si no se toca el Shofar al comienzo del año de yovel, entonces el año no es yovel. Si no se libera a los esclavos, ese año no es yovel. Si no se devuelven los campos a sus dueños originales, ese año no posee el status de yovel y está permitido cosechar y sembrar, como en cualquier otro año.

El año de Shemitá es diferente. Su santidad es fija, independiente del Hombre. Aunque no se hayan contado los años, aunque el Beit Din no hay santificado el año como un año de Shemitá, y no haya habido cese de cosecha y de siembra, el año de cualquier forma es de Shemitá.

Es por eso que la Shemitá es llamada "un Shabat para Hashem". La Semita, igual que el Shabat, no permite "socios menores".

(Torat Cohanim, Rosh Hashaná 9, Rambán Hiljot Shemitá y Yovel. cap. 26, Meshej Jojma en Iturei Torá)

Shabat Shalom.
 

La Cuenta del Omer: El secreto de las 7 semanas

El mandamiento de contar el omer es uno de los preceptos más curiosos de la Torá. Se nos pide contar los 49 días entre Pesaj y Shavuot a pesar de que, por supuesto, el número de días nunca cambia. Es por eso que en el cumplimiento de esta mitzvá, que requiere un esfuerzo continuo, el proceso es en sí mismo valioso.
La palabra para "número" en hebreo es "mispar" y su raíz está muy relacionada con la palabra "sipur" - que significa "cuento". ¿Cuál es la relación entre estas dos palabras?
Contrariamente a una antología casual de eventos, una serie de eventos se convierte en un cuento o una historia cuando hay un comienzo en el cual los personajes son presentados, una trama en la cual toma lugar la situación, y un desenlace en el cual aparece el final de la historia.
Nuestras vidas corren tan rápido que frecuentemente perdemos conciencia del enorme poder de nuestras propias historias. La metamorfosis de hoy hacia mañana es lo suficientemente sutil como para que perdamos la conciencia sobre los comienzos y los finales de nuestras vidas.
El mandamiento de contar el omer nos enseña a prestar atención a las cosas, y reabre nuestros corazones para escuchar historias.
¿Y qué historia es contada?
Hay dos historias que están entrelazadas.
La primera es la historia de la transformación de un pueblo que en Pesaj se liberó físicamente, a un pueblo que en Shavuot se liberó espiritualmente.
El día que dejamos Egipto fue un día en el cual nosotros rechazamos la definición egipcia de lo que nuestras vidas pueden ser. Nosotros nos liberamos para ser lo que queríamos ser. Pero aún no conocíamos nuestra propia historia. Fue sólo cuando recibimos la Torá que encontramos los canales que podían darle expresión a nuestras almas.
Fue entonces así que aprendimos el proceso de encontrarnos con los desafíos que son genuinos y duraderos. Nuestra historia comenzó a evolucionar.

Cebada y trigo

Los rituales que definen esta época del año reflejan este cambio. El sacrificio que era ofrecido en Pesaj era de cebada. En tiempos pasados, la cebada era usada como pastura para los animales. El sacrificio que era ofrecido en Shavuot era de trigo. El trigo es frecuentemente usado como una alegoría de la capacidad humana para usar su inteligencia. Mientras que un animal puede comer una fruta o una hoja, hacer pan requiere de la inteligencia y creatividad humana.
El pueblo judío fue transformado de ser un buscador de libertad en ser un buscador de humanidad.
Lo que esto simboliza es la transformación del pueblo judío, que primero fue definido mediante las búsquedas y los deseos de una libertad que es compartida con los animales, en un pueblo de humanos verdaderamente evolucionados. Esto es realmente una historia.
¿Qué nos hace verdaderamente humanos? La literatura mística discute los vínculos que compartimos con Dios, siendo estos lazos el factor que nos humaniza. Estos vínculos son llamados sefirot, un nombre que, como es obvio, tiene también la misma raíz que "mispar" y "sipur" -número e historia.
Esta raíz en común nos muestra el hecho de que el comienzo, la trama y el final de nuestra historia son finalmente limitados y finitos, pero de todas maneras son tocados por la chispa infinita de Santidad que hay dentro de nosotros.
La mención más temprana de este concepto místico es presentada en un libro de cábala llamado "Sefer Ietzirá" - literalmente "Libro de Formación" - el cual es atribuido a Abraham Avinu. Hay más de mil comentarios escritos sobre el Sefer Ietzirá, pero aún así todavía es uno de los libros judíos más esotéricos sobre la naturaleza de Dios.
En el 1500, el Rab Itzjak Luria - un místico proveniente de Egipto que se asentó en Tzfat y que es conocido mundialmente con el nombre de Ari (literalmente "león") - dilucidó con una increíble claridad las secciones más enigmáticas de la cábala a un grupo seleccionado de discípulos. Subsecuentemente, las enseñanzas místicas del judaísmo se hicieron mucho más accesibles de lo que habían sido en el pasado.
Una de sus enseñanzas centrales es el significado de obtener conciencia sobre el vínculo que compartimos con Dios, las sefirot de nuestras almas espirituales.

Los 7 aspectos de santidad

Examinemos ahora los vínculos con Dios que nos hacen humanos - los siete aspectos expresivos de santidad. Cada uno de estos siete aspectos se relaciona con una de las siete semanas de Sefirat haOmer.
1. El primero es Jesed, "benevolencia".
Mientras que los impulsos del cuerpo están dirigidos hacia uno mismo, los impulsos del alma están dirigidos hacia afuera, hacia otros. Nosotros amamos a quien le entregamos porque ellos confirman la existencia de nuestra espiritualidad. Nosotros vemos nuestro "yo" más elevado reflejado en ellos.
2. El segundo es Guevurá, "fuerza" o "poder".
Esto se refiere específicamente a fortalecer el alma de uno para sobrepasar los obstáculos que están delante de ella. Nosotros tenemos la capacidad de vivir por nuestras metas, y para hacer los sacrificios necesarios para obtenerlas. La meta final de cada judío es ser una fuente de luz. En función de llegar a este fin, debemos someter nuestro ego y nuestros deseos a la inspección minuciosa de la Torá de Dios.
3. El tercero es Tiferet, "belleza".
La belleza es creada a través de la armonía y el contraste - eso es, cuando nosotros hacemos una "unión". Cuando nos convertimos en personas con el valor de la verdad, nuestras palabras, pensamientos y acciones se unen. Sólo los humanos pueden mentir. La razón para esto es que sólo los humanos tienen la posibilidad de crearse a sí mismos de alguna manera. Usando las palabras del Maharal de Praga: "nos damos nacimiento a nosotros mismos". Cuando mentimos caemos en nuestro deseo animal de la comodidad y la facilidad. Cuando decimos la verdad, nos reconectamos con la realidad trascendental de Dios y elegimos ser auténticos como seres humanos.
4. El cuarto es Netzaj, "infinidad".
Cualquiera que alguna vez haya resistido el deseo de obtener gratificación inmediata ha tocado esta cualidad. Es la fuente de la esperanza y la aspiración de crecer.
5. El quinto es Hod, "esplendor".
En hebreo hod es un sustantivo que significa literalmente "esplendor", pero como verbo significa "confesar" y "agradecer". Como seres humanos nosotros podemos ser movidos por el esplendor, ya sea que su fuente esté en lo espiritual o lo físico. Nuestra habilidad para ser verdaderamente sensibles en este sentido es lo que nos inspira a expresar agradecimiento. Frecuentemente nos resistimos a permitirnos ser agradecidos por la fragilidad de nuestra autoestima. Cuando nosotros comenzamos el día con las palabras Modé Aní – "Te agradezco" - estamos expresando nuestro agradecimiento a Dios, y simultáneamente nos vemos a nosotros mismos como creaciones merecedoras de vida
6. El sexto es Iesod, "fundación".
Esto se refiere a nuestra habilidad para vincularnos. Este aspecto es llamado "fundación" porque es la fundación misma de todas las interacciones. Lo que nosotros finalmente buscamos en las relaciones es bondad. Inevitablemente si tendríamos que elegir una característica en una futura pareja, sería una característica espiritual. Para algunos de nosotros sería la compasión, para otros sería la honestidad o la sensibilidad. Si nosotros vemos nuestro propio bien reflejándose hacia nosotros, nosotros amamos a la otra persona aún más. Lo que esto nos está diciendo es que lo que estamos buscando en última instancia, es un vínculo espiritual. Nosotros estamos buscando la cara de Dios.
7. El atributo final es Maljut, "reinado".
Esto se refiere a nuestra habilidad de materializar el reinado de Dios en todo el mundo y en nuestros propios corazones. La manera de hacer esto es mediante el reconocimiento de que nuestras misiones son de significado infinito. Al mismo tiempo mantenemos la humildad que resulta de saber que sólo podemos ver como propio un pequeño trozo de infinidad.
Las siete semanas entre Pesaj y Shavuot tienen el potencial espiritual para darnos la habilidad de hacer que nuestras historias se desarrollen. Nosotros podemos hacer que cada día cuente, y lograr ser más humanos de lo que jamás hubiésemos imaginado.

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