jueves, 9 de diciembre de 2010

LÁGRIMAS POR SHABAT


En un pequeño Bet Hakenéset (sinagoga) de los Estados Unidos se encontraban algunos miembros de la comunidad local realizando el homenaje al fallecimiento de Rabí Israel Meir Hacohén, el “Jafetz Jaim”.

Como era costumbre en estos casos, el Rabino principal preparó un discurso donde recordaba algunos de los tantos hechos de tan respetada figura.

Entre las palabras del Rabino, se relató un suceso que a pesar de no contar con muchos detalles, valía la pena ser revelado públicamente.

-Años atrás, en la Yeshivá del Jafetz Jaim, habían descubierto a un muchacho fumando un cigarrillo en pleno Shabat, y debido a que esta falta no podía ser pasada por alto en una institución de tal magnitud, los dirigentes de la misma decidieron expulsarlo definitivamente del plantel.

Al enterarse el Jafetz Jaim de esto, mandó a llamar inmediatamente al joven, quien después de una corta entrevista con él, decidió arrepentido cambiar de magnitud.

“Ignoro cuales fueron las palabras que le dijo el Jafetz Jaim al muchacho” –prosiguió el rabino-. “Realmente me encantaría saber que sucedió entre ellos para poder así transmitir del mismo modo la trascendencia e importancia del Shabat”.

Con esta incógnita concluyeron sus palabras, y dando por terminada la sesión se dispuso a desalojar la sala; cuando de pronto sintió la presencia de un anciano al final del salón.

El Rabino se acercó a él y le ofreció ayuda. Pero el hombre se negó a recibirla. El Rabino, se alejó sin decir palabra.

De pronto, el anciano lo llamó y le dijo:

-¿Sabes? Yo soy aquel joven que mencionaste…

El Rabino, sorprendidote encontrarse frente al protagonista de su historia, le preguntó si podría revelarle cuáles fueron las palabras que en aquel tiempo intercambió con el Jafetz Jaim.

El anciano accedió y le dijo:

-En realidad, no fue mucho lo que hablamos. En un principio, y debido a mi juventud e inexperiencia, me imponía de sobremanera la idea de entrevistarme con el personaje más importante de la generación. Sin embargo, cuando me vi en aquella casa tan humilde y ante una persona de tan baja estatura que me llegaba a los hombros, pensé: ¿acaso es este el personaje más importante de la generación?

“Muy pronto se aclararon mis dudas, pues fue cuando estrechó el Jafetz Jaim sus manos con las mñias que se ruborizó mi rostro inmediato, y yo, sin atreverme a mirarle a la cara, me sorprendí al descubrir la humedad de sus lágrimas deslizándose sobre nuestras manos. Fue entonces cuando me atrecí a mirar su rostro que sollozaba y murmuraba con grana amargura: “¡Shabat! ¡Shabat Kodesh…!”

“No puedo expresarle lo que pasó por mi mente en esos momentos-continuó-. Sólo recuerdo que sentí una gran humillación y tormento, de pensar cómo era posible que un hombre desconocido para mí fuera capaz de derramar tantas lágrimas por alguien que lo único que tenía en común con él era ser judío.

“Me atormentaba la idea de pensar por qué no sentía yo el mismo dolor por las faltas de mis demás compañeros”.

“Fue entonces cuando comprendí la grandeza de aquel hombre y me decidí a seguir sus pasos. Bastó este detalle de amor e interés por los demás, para que yo entendiera la razón por la cual el Jafetz Jaim era el líder de aquella generación.

Estas palabras del anciano dejaron al Rabino fascinando e impresionado, por la grandeza del Jafetz Jaim.

El anciano, con una sonrisa en los labios, le dijo al Rabino discretamente: ¿Sabes? Éste es el mejor recuerdo de mi vida…”

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