martes, 14 de junio de 2011

¿Cómo sabemos que los sucesos de la Torá son ciertos? (I)



¿Cómo puede probarse que la historia realmente sucedió tal como la conocemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que realmente vivió una persona como Julio César? Después de todo, no existen filmaciones de sus acciones ni grabaciones de su voz. Indudablemente, ninguna persona viva puede afirmar haberlo visto en persona. Sin embargo, los historiadores convienen en que hace muchos siglos vivió un dirigente romano llamado Julio César.

¿Cómo saben que esto es así? Los historiadores se basan en distintas fuentes: Libros escritos acerca de él y de sus hazañas, relatos sobre él que comenzaron a circular en el curso de su vida y que fueron transmitidos oralmente a generaciones posteriores, documentos, inscripciones y obras de arte que datan de esa época, así como los sucesos históricos que fueron el resultado de sus acciones y que afectaron los destinos de muchas personas en el curso de su vida. No nos cabe la menor duda, que Julio César existió. Todas las generaciones que aceptaron su existencia como un hecho no pueden haberse equivocado.

Consideremos ahora la autenticidad de los sucesos que se describen en la Torá. Tampoco en este caso hay una sola persona viva que pueda atestiguar haber visto a Abraham o a Moshé Rabenu, y no había cámaras de televisión que filmaran cómo se abrió en dos el Mar Rojo. Sin embargo, ello no significa que las personalidades y los sucesos que se describen en la Biblia sean mitos, tal como algunas personas afirman vehementemente. Con el paso del tiempo, se han acumulado más y más pruebas que respaldan los datos que figuran en la Torá.

Una razón para creer en ellos se basa en la lógica más simple. Nadie duda de que la Torá sea muy antigua. El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en 1947 así lo demostró. Estos rollos de la Torá habían permanecido en el mismo sitio desde la época del segundo Bet Hamikdash, durante un período de alrededor de 2000 años, lo cual demuestra que la Torá actual es la misma Torá de entonces.


Las personas que vivieron en la época en que fueron escritos los Rollos del Mar Muerto no estaban demasiado alejadas temporalmente de los acontecimientos descritos en el Tanaj. Ha transcurrido más tiempo desde los días de Julio César hasta nuestra época que entre el Éxodo de Egipto y la destrucción del segundo Bet Hamikdash. Si los judíos de entonces hubiesen tenido alguna razón para dudar de la existencia de Moshé, las dotes de mando de los Jueces o la existencia de los Reyes Judíos, indudablemente habrían considerado el Tanaj un fraude. ¿Habrían transmitido las primeras generaciones relatos de la Torá, especialmente aquéllos que tienen repercusiones negativas, como el pecado del Becerro de Oro o las derrotas sufridas en manos de los cananitas, si estos sucesos no hubiesen ocurrido? ¿Habría estas generaciones basado su religión en una historia inventada que podría haber sido fácilmente desmentida? ¿Habría los primeros judíos aceptado una Torá con tantas leyes difíciles si no hubiesen realmente experimentado la Revelación Divina en el Monte Sinaí o visto la separación del Mar Rojo? El hecho de que vivieran de acuerdo con la Torá y de que no desafiaran su historia da prueba de su veracidad. Pero probablemente, los descubrimientos arqueológicos del último siglo constituyan una prueba aún más convincente, por cuanto que en muchos casos, éstos confirman las aseveraciones formuladas en la Torá.

Los arqueólogos que trabajan en excavaciones en la zona del Oriente Medio, han descubierto numerosas ruinas, artículos e inscripciones antiguas que coinciden con los hechos mencionados en el Tanaj. Cabe recordar, que las obras de excavación continúan y que podrían producirse nuevos descubrimientos, que algunos hallazgos recientes en Siria no son revelados a los eruditos por razones políticas, y que el clima de Eretz Israel no ha sido muy propicio para la conservación de documentos y ruinas. Por consiguiente, hay muchos enigmas en los descubrimientos arqueológicos que se llevan a cabo en la zona mencionada en la Biblia. Sin embargo, lo que se ha descubierto es notable, a saber:

1. La Torá, en su descripción de la Creación, afirma que los organismos más pequeños y menos complejos fueron creados antes que los más complejos, y que las plantas y los organismos acuáticos precedieron a los animales. Esto fue escrito mucho antes de que existieran los geólogos. No obstante, dichas afirmaciones han sido ahora confirmadas.

2. Hay numerosas pruebas de que el Diluvio de Noaj (Noé) realmente ocurrió. Cabe destacar, que naciones muy distintas y separadas entre sí, y que no tenían modo alguno de comunicarse, han registrado relatos escritos casi idénticos acerca de un gran diluvio ocurrido hace mucho tiempo. Entre estas naciones se encuentran los babilonios (en cuya "Epica de Gilgamesh", descubierta alrededor del año 1900, se relata una historia acerca de un dios denominado Ea que ordenó a un hombre llamado Utnapishtim que construyese un barco para huir del diluvio con su familia y animales), (los chinos, según cuya tradición un hombre llamado lao construye el barco), (los indios, que dan el nombre de Satiavrata al constructor del barco), (y los mejicanos, que lo llaman Coxcox). Sería absurdo, afirmar que todos estos pueblos inventaron la misma historia sin fundamento alguno, si ésta no ocurrió en realidad. Esto es especialmente cierto si se tiene en cuenta el hecho de que todos los relatos ubican el diluvio en aproximadamente el mismo periodo de tiempo (hace unos 4000 años) y que las excavaciones demuestran que las poblaciones locales de Oriente Medio disminuyeron repentina y drásticamente precisamente en esa época.

Extraido de Lehavin Ulehaskil. Edit. Bnei Sholem
(Continuará)

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