viernes, 14 de mayo de 2010

HISTORIAS PARA CONTAR EN FAMILIA (III)

7- Sonrie

Rab Itzjak Ariel de Petaj Tikvá entrenó a sus hijos cuando eran jóvenes a saludar a las personas con una sonrisa. En función de que este entrenamiento penetrase en ellos, él solía hacer que un niño salude a otro cuando entraban a la casa y que expresaran su alegría al ver al invitado, quien era en realidad su hermano o hermana. Rab Itzjak sentía que no era suficiente que los niños tengan un modelo en su padre, ellos también necesitaban practicar estos ejercicios para asegurar que esta buena conducta de saludar a las personas con una sonrisa, se convierta en una parte integral de su carácter.

Una y otra vez uno de los niños golpeaba la puerta y el otro niño respondía saludándolo con un cálido "shalom alejem", y con una gran sonrisa. Si el Rab Ariel sentía que los saludos no habían sido suficientemente cálidos, ellos tenían que repetir el ejercicio.

Una vez, un amigo del Rab Ariel le preguntó: "¿No piensa que está entrenando a sus hijos a actuar de manera forzada, sin ningún sentimiento verdadero?".

Él respondió: "Lo que yo hago es entrenarlos a hacer lo correcto. Yo espero que el entrenamiento se convierta en parte de la naturaleza de ellos, puesto que en estos temas la naturaleza de la persona tiene mucho que ver con su éxito. Cuando ellos crezcan ellos tendrán que trabajar sobre sí mismos para que, a pesar de que esto ya sea parte de la naturaleza de ellos, no se convierta en un hábito vacío sin sentimientos. Cuando ellos lleguen a ese momento, yo espero poder entrenarlos en ese punto también".

8- Nada ocurre gratuitamente

Una vez, cuando el Jafetz Jaim viajaba en una carroza desde su ciudad, Radin, hacia la estación de trenes, el conductor de la carroza le dijo: "Rabí, probablemente usted sabe que el caballo que lleva la carroza pertenece a la comunidad. Cuando mi viejo caballo murió, yo estaba en tan mala situación económica que ellos me donaron un caballo para que pueda trabajar. Pero mi pregunta es: ¿Por qué D'os me hizo esto? ¿Usted sabe cuán humillante es para mí salir y pedir?".

"Déjeme explicarle", le contesto simpaticamente el Jafetz Jaim. "El versículo dice: 'D'os es justo en todos Sus caminos' (Tehilim 145:17). A veces el conductor estipula un precio al comienzo del viaje, y en el medio él cambia de parecer y pide más dinero. A veces, él corta una rama de un campo que está en el camino para su caballo, o él incluso puede dejar que el caballo se alimente de los pastos del vecino. Entonces usted ve, que fácilmente puede darse el caso de que el conductor sea castigado por alguna transgresión que pudo haber hecho en el pasado".

"Yo entiendo", contestó el conductor. "Pero, sobre usted Rabí, ¿qué pasa? Usted no es un conductor. ¿Por qué el invierno pasado cuando usted estuvo en Vilna su sobretodo de piel fue robado?".

El Jafetz Jaim respiró profundamente y dijo: "Yo también soy una persona que comete errores. Usted sabe que yo vendo mis libros, y a veces la encuadernadora puede poner mal alguna hoja, o puede faltar alguna hoja o no estar claramente impresa. Incluso que yo soy cuidadoso en revisar cada libro antes de venderlo, de todas maneras pueden haber errores. Las personas que compran mis libros tienen vergüenza de decirme cuando ven un defecto, pero en sus corazones realmente les importa, y esa es la razón por la cual yo también fui castigado"

9- Ni Rencor, Ni Venganza

En la ciudad vieja de Jerusalem hace como setenta años atrás, el lavado de la ropa era hecho completamente a mano y requería un enorme esfuerzo. Generalmente llevaba unas 6 horas de trabajo duro, y frecuentemente toda la familia ayudaba. Una familia había terminado de lavar toda la ropa y la esposa la colgó en la soga de la terraza, la cual compartía con otros vecinos.
Justo en ese momento, una de las vecinas entraba a la terraza y se molestó por ver la ropa colgada, la cual estaba en medio de su camino. En lugar de caminar por alrededor de la ropa, ella se enojó mucho y fue a su casa a buscar unas tijeras para cortar las sogas que sostenían a la ropa. Cuando ella retornó y cortó las sogas, todo cayó sobre la terraza no pavimentada y se ensució con barro.

Cuando la mujer que había colgado la ropa vió lo que había sucedido y se dió cuenta que seis horas de duro trabajo fueron desperdiciadas, ella sintió enojo y quiso vengarse de su vecina, quien estaba volviendo a su casa con una sonrisa malvada en su cara y sus tijeras bien guardadas en el bolsillo de su delantal. Pero después de algunos minutos, ella consiguió calmarse y decidió no hacer nada. Ella se dijo a sí misma: "Probablemente yo me merezco esto y ahora obtendré el perdón por mis pecados".

Y así ella fue a lavar su ropa nuevamente, y después de mucho trabajo, pudo una vez más colgar la ropa, pero esta vez en un lugar que no estaba a la vista de la vecina. Después de varias horas ella pudo volver a casa, completamente exhausta, pero con la ropa limpia. Cuando su marido regresó esa noche, ella no le reveló la terrible carga que había caído sobre ella ese día.

Todo el asunto pudo haber quedado como un secreto, si la vecina no hubiera venido a golpear la puerta esa noche para disculparse. Ella dijo que su hijo se había enfermado repentinamente con fiebre muy alta y ella temía que estabasiendo castigada por el mal que ella le había causado a su vecina. Sólo de esta manera es que la historia fue revelada.

La mujer que tuvo la valentía de reprimir su enojo fue compensada por el Cielo con el nacimiento de un hijo al año siguiente, quien más tarde se convirtió en uno de los más grandes Sabios de Jerusalem.

10. Paciencia y Más Paciencia

Un grupo de estudiantes del Talmud Torá Etz Jaim llegó junto con su maestro hasta la casa del Rosh Ieshivá, Rabí Iser Zalman Meltzer, en función de que él los examine. El Rab le pidió a uno de los estudiantes que le explique un Tosafot, pero el estudiante lo explicó incorrectamente.

El Rab trató de evitar la vergüenza del estudiante y le sugirió la correcta manera de explicarlo. Pero el estudiante obstinadamente se encerró en su errónea explicación. Una y otra vez el Rab intentó dirigir al estudiante hacia la correcta explicación. Esto duró como unos 10 minutos, durante los cuales el Rabino no pudo convencer al estudiante, y el maestro estaba perdiendo la paciencia con ese obstinado estudiante.

Repentinamente el Rab se disculpó con aquellos que estaban presentes, diciendo que él tenía que retirarse de la habitación por unos minutos. Él salió al corredor y comenzó a caminar de un lado a otro diciendo para sí mismo: "Honrar a otras personas es también honrar a los niños!". Sólo después de repetir esto varias veces, él retornó a la habitación con nuevas energías como si recién hubiera comenzado. Con una gran sonrisa, él explicó otra vez el Tosafot al estudiante hasta que finalmente lo entendió y fue salvado así de la vergüenza.


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