4. Sintiendo al Prójimo
El Rab Iosef Dov Soloveitchik, el famoso Rab de Brisk y autor del libro Bet Haleví, fue, en una temprana etapa de su vida, el Rab de Slotzk. Un día él estaba sentado en la casa de estudio en Slotzk estudiando Torá con su hijo, Reb Jaim, cuando uno de los carniceros locales irrumpió allí en estado de furia y comenzó a maldecir al Rab Iosef Dov, pues en un din Torá (juicio), el día anterior, había dado un veredicto en su contra. El carnicero clamaba que el otro lado había coimeado al Rabino, y esa era la razón por la cual él había juzgado injustamente a favor del oponente.
El furioso hombre desató una interminable cadena de maldiciones e insultos, e incluso amenazas de daño físico. El Rab se quedó silencioso todo el tiempo y cuando el carnicero finalizó se fue de la casa de estudio. Entonces el Rab Iosef Dov murmuró: "Estás perdonado, estás perdonado".
Al día siguiente, cuando el carnicero salió a comprar un toro para hacerle la shejitá, un toro lo atacó y murió en el momento.
Cuando el Rab Iosef Dov escuchó lo que había ocurrido con el carnicero se impactó. "¿Quién sabe? Quizás a causa de mi falta de voluntad para perdonarlo este hombre fue castigado, y yo causé la muerte de otro judío".
Su hijo, Reb Jaim, le dijo: "Padre, tú lo has perdonado; ¿por qué estás tan preocupado?".
Rab Iosef Dov pensó que Reb Jaim estaba tratando de calmarlo, y le preguntó a su hijo una y otra vez si verdaderamente él había perdonado al carnicero. Reb Jaim obstinadamente se mantuvo en la posición de que su afirmación era verdad, e incluso le mostró a su padre el lugar en donde él había estado parado murmurando las palabras de perdón y sólo después de eso su padre se tranquilizó.
Sin embargo, Rab Iosef Dov sintió una gran angustia por lo acontecido, y lloró en el funeral del carnicero como si ese hombre hubiese sido uno de sus mejores amigos. No sólo eso, sino que también dijo Kadish y estudió mishnaiot en nombre de su alma, durante un año, y también ayunaba todos los años en el día del iortzait (aniversario de la muerte) del carnicero, lo cual es costumbre que el hijo haga por su padre.
De la actitud del Rab Soloveitchik debemos aprender hasta donde debe llegar nuestro sentimiento de consideración y preocupación por nuestro prójimo.
5. Confianza en D-os
Durante los días de la Primer Guerra Mundial había mucho hambre en Jerusalem. Las personas caían en las calles por el hambre. Incluso el Rab Arie Levin, el tzadik de Jerusalem, no tenía comida en su casa, y no tenía medios para alimentar a sus hijos. Él escuchó que uno de los hombres ricos de la ciudad, alguien que ya había ayudado al Rab Arie en el pasado, estaba dando préstamos de dinero. La esposa del Rab Arie le suplicó que vayahasta lo de este hombre e intente conseguir un préstamo. A pesar de que esto iba en contra de la naturaleza de Rab Arie, él se dió cuenta que bajo tales circunstancias no tenía otra opción.
Y así Rab Arie fue a la casa de este hombre, pero para su asombro su requerimiento fue rechazado. Él le pidió al hombre rico una explicación sobre el rechazo a su pedido, pues él sabía que muchos otros estaban recibiendo los préstamos. La respuesta que recibió fue honesta y explícita: "A otros yo debo prestarles dinero, pues ellos saben que yo tengo dinero, y si yo no les doy ellos me odiarán o se vengarán de mi. Pero yo sé que usted es un tzadik y no dañaría ni a una mosca. Y es por eso que estoy seguro que no me causará sufrimiento por causa de mi rechazo, y no tomará venganza ni me odiará".
Esta cruel explicación sobresaltó al Rab Arie, pero de todas maneras él encontró en su corazón lugar para perdonar al hombre, a pesar del hecho de que él no ayudaría al Rab Arie cuando sus hijos estaban hambrientos. Rab Arie regresó a casa y lloró: "¿Señor del Universo, el no tomar venganza y no dañar a las personas, es una razón para morir de hambre?".
Su mujer lo escuchó y lo amonestó diciendo: "Reb Arie, ¿dónde está tu confianza en D'os? ¿Ha desaparecido?". Y luego ella citó el versículo (Tehilim 146:3) que dice: "No confíes en los ricos, en las personas de las cuales no se obtiene la salvación". Ella le dijo: "tú lo has intentado". Y luego citó otro versículo (Tehilim 55:23): "Tira tu carga a D'os y Él te sustentará".
En ese mismo día, misteriosamente, llegó desde otro país un sobre para el Rab Arie con una gran cantidad de dinero en su interior.
6. Ceder
Después de regresar de un viaje a los países del norte, Rabí Eliahu Dessler, el famoso autor de Mijtav Mieliahu, describió su viaje.
"Yo he visto una manada de lobos corriendo y buscando comida. Ellos encontraron el cadáver de un animal abandonado en la ruta. Inmediatamente todos se tiraron sobre el animal, pero ninguno de ellos podía comerlo, pues unos saltaban sobre los otros, sin permitir a ninguno que tomase siquiera un pequeño mordisco. Ellos se mordieron unos a otros y lucharon unos con los otros hasta que estuvieron todos heridos y sangrando. La lucha continuó hasta que todos quedaron devastados completamente sobre la nieve e incluso algunos murieron.
Sólo los pocos que eran fuertes pudieron poner sus dientes en el pequeño cadáver. Algunos momentos pasaron y comenzaron otra vez a luchar unos con otros, hasta que finalmente uno de los lobos agarró el cadáver y se escapó.
Yo ví al victorioso correr, dejando detrás de él huellas de sangre que salían de sus heridas. Ví que los otros quedaron gravemente heridos, con sangre que fluía de ellos, sus fuerzas estaban acabadas y muchos habían sido matados. ¿Qué ganaron de esa lucha?. Esto es lo que ocurre cuando alguien pelea y no cede"
El Rab Iosef Dov Soloveitchik, el famoso Rab de Brisk y autor del libro Bet Haleví, fue, en una temprana etapa de su vida, el Rab de Slotzk. Un día él estaba sentado en la casa de estudio en Slotzk estudiando Torá con su hijo, Reb Jaim, cuando uno de los carniceros locales irrumpió allí en estado de furia y comenzó a maldecir al Rab Iosef Dov, pues en un din Torá (juicio), el día anterior, había dado un veredicto en su contra. El carnicero clamaba que el otro lado había coimeado al Rabino, y esa era la razón por la cual él había juzgado injustamente a favor del oponente.
El furioso hombre desató una interminable cadena de maldiciones e insultos, e incluso amenazas de daño físico. El Rab se quedó silencioso todo el tiempo y cuando el carnicero finalizó se fue de la casa de estudio. Entonces el Rab Iosef Dov murmuró: "Estás perdonado, estás perdonado".
Al día siguiente, cuando el carnicero salió a comprar un toro para hacerle la shejitá, un toro lo atacó y murió en el momento.
Cuando el Rab Iosef Dov escuchó lo que había ocurrido con el carnicero se impactó. "¿Quién sabe? Quizás a causa de mi falta de voluntad para perdonarlo este hombre fue castigado, y yo causé la muerte de otro judío".
Su hijo, Reb Jaim, le dijo: "Padre, tú lo has perdonado; ¿por qué estás tan preocupado?".
Rab Iosef Dov pensó que Reb Jaim estaba tratando de calmarlo, y le preguntó a su hijo una y otra vez si verdaderamente él había perdonado al carnicero. Reb Jaim obstinadamente se mantuvo en la posición de que su afirmación era verdad, e incluso le mostró a su padre el lugar en donde él había estado parado murmurando las palabras de perdón y sólo después de eso su padre se tranquilizó.
Sin embargo, Rab Iosef Dov sintió una gran angustia por lo acontecido, y lloró en el funeral del carnicero como si ese hombre hubiese sido uno de sus mejores amigos. No sólo eso, sino que también dijo Kadish y estudió mishnaiot en nombre de su alma, durante un año, y también ayunaba todos los años en el día del iortzait (aniversario de la muerte) del carnicero, lo cual es costumbre que el hijo haga por su padre.
De la actitud del Rab Soloveitchik debemos aprender hasta donde debe llegar nuestro sentimiento de consideración y preocupación por nuestro prójimo.
5. Confianza en D-os
Durante los días de la Primer Guerra Mundial había mucho hambre en Jerusalem. Las personas caían en las calles por el hambre. Incluso el Rab Arie Levin, el tzadik de Jerusalem, no tenía comida en su casa, y no tenía medios para alimentar a sus hijos. Él escuchó que uno de los hombres ricos de la ciudad, alguien que ya había ayudado al Rab Arie en el pasado, estaba dando préstamos de dinero. La esposa del Rab Arie le suplicó que vayahasta lo de este hombre e intente conseguir un préstamo. A pesar de que esto iba en contra de la naturaleza de Rab Arie, él se dió cuenta que bajo tales circunstancias no tenía otra opción.
Y así Rab Arie fue a la casa de este hombre, pero para su asombro su requerimiento fue rechazado. Él le pidió al hombre rico una explicación sobre el rechazo a su pedido, pues él sabía que muchos otros estaban recibiendo los préstamos. La respuesta que recibió fue honesta y explícita: "A otros yo debo prestarles dinero, pues ellos saben que yo tengo dinero, y si yo no les doy ellos me odiarán o se vengarán de mi. Pero yo sé que usted es un tzadik y no dañaría ni a una mosca. Y es por eso que estoy seguro que no me causará sufrimiento por causa de mi rechazo, y no tomará venganza ni me odiará".
Esta cruel explicación sobresaltó al Rab Arie, pero de todas maneras él encontró en su corazón lugar para perdonar al hombre, a pesar del hecho de que él no ayudaría al Rab Arie cuando sus hijos estaban hambrientos. Rab Arie regresó a casa y lloró: "¿Señor del Universo, el no tomar venganza y no dañar a las personas, es una razón para morir de hambre?".
Su mujer lo escuchó y lo amonestó diciendo: "Reb Arie, ¿dónde está tu confianza en D'os? ¿Ha desaparecido?". Y luego ella citó el versículo (Tehilim 146:3) que dice: "No confíes en los ricos, en las personas de las cuales no se obtiene la salvación". Ella le dijo: "tú lo has intentado". Y luego citó otro versículo (Tehilim 55:23): "Tira tu carga a D'os y Él te sustentará".
En ese mismo día, misteriosamente, llegó desde otro país un sobre para el Rab Arie con una gran cantidad de dinero en su interior.
6. Ceder
Después de regresar de un viaje a los países del norte, Rabí Eliahu Dessler, el famoso autor de Mijtav Mieliahu, describió su viaje.
"Yo he visto una manada de lobos corriendo y buscando comida. Ellos encontraron el cadáver de un animal abandonado en la ruta. Inmediatamente todos se tiraron sobre el animal, pero ninguno de ellos podía comerlo, pues unos saltaban sobre los otros, sin permitir a ninguno que tomase siquiera un pequeño mordisco. Ellos se mordieron unos a otros y lucharon unos con los otros hasta que estuvieron todos heridos y sangrando. La lucha continuó hasta que todos quedaron devastados completamente sobre la nieve e incluso algunos murieron.
Sólo los pocos que eran fuertes pudieron poner sus dientes en el pequeño cadáver. Algunos momentos pasaron y comenzaron otra vez a luchar unos con otros, hasta que finalmente uno de los lobos agarró el cadáver y se escapó.
Yo ví al victorioso correr, dejando detrás de él huellas de sangre que salían de sus heridas. Ví que los otros quedaron gravemente heridos, con sangre que fluía de ellos, sus fuerzas estaban acabadas y muchos habían sido matados. ¿Qué ganaron de esa lucha?. Esto es lo que ocurre cuando alguien pelea y no cede"
No hay comentarios:
Publicar un comentario