viernes, 18 de junio de 2010

HISTORIAS PARA CONTAR EN FAMILIA (VII)


23. El Negocio del Sr. Kashdan

En su juventud, antes de que Rabí Iehoshúa Zinberlast se convirtiera en un rabino de la ciudad de Minsk, él tenía una sociedad con alguien que producía y vendía vinos.

Una vez, ellos produjeron una gran cantidad de vino y lo almacenaron en el negocio para ser vendido para Pesaj. Obviamente ellos estaban impacientes por vender el vino, pues ellos sabían que el tiempo era limitado. Un día entró al negocio un judío de los suburbios de Minsk, y le encargó a Rab Iehoshúa una gran cantidad de vino.

Después de terminar de hacer el pedido, el cliente le preguntó a Rab Iehoshúa si el negocio pertenecía al Sr. Kashdan, el famoso comerciante de vinos de Minsk. Rabí Iehoshúa le constestó que el negocio no pertenecía al Sr. Kashdan. Después de escuchar esto, el cliente canceló el pedido y se fue directamente al negocio del Sr. Kashdan.

Cuando el socio de Rabí Iehoshúa escuchó lo que había ocurrido, se enojó mucho y le dijo a Rabí Iehoshúa: "si perdemos más oportunidades como esta, nunca llegaremos a vender todo el vino que preparamos".

Rabí Iehoshúa lo tranquilizó diciéndole: "Tú no tienes nada por lo que preocuparte. Cuando una persona es honesta no pierde nada. Yo estoy seguro que venderemos todo el vino que hemos preparado para Pesaj, e incluso la cantidad que preparamos no será suficiente".

Eso fue exactamente lo que ocurrió. Ellos tuvieron tanto éxito que vendieron todo el vino que tenían y tuvieron más pedidos de lo que esperaban tener.

24. El Etrog Invalidado

En el primer día de Sucot, Rabí Shimshón Aharón Palonski, el Rab de Teflik, llegó a la sinagoga y le pidió a una de las personas de su congregación si podía usar su etrog para decir sobre él la bendición correspondiente. Las personas en la sinagoga se sorprendieron de que el Rabino no tenía su propio etrog. Entonces, el rabino les contó la siguiente historia:

Temprano en la mañana, él se despertó por los gritos de la niña de la casa vecina. La mujer del rabino fue a ver lo que sucedía, y al volver a su casa le dijo al rabino que la niña había estado jugando con el etrog del marido de su madre, y se le había caído de las manos y había quedado invalidado. La madre, asustada por lo que podría llegar a hacer su marido al enojarse, le había pegado a la niña.

Puesto que el marido no estaba en la casa en ese momento, el Rab fue hasta la casa de la vecina y le dió su propio etrog como un regalo incondicional para el marido. Él le dijo a la vecina que le diga al marido que el Rabino había estado allí y al ver que su etrog no era apto para cumplir con la mitzvá, le dejó otro etrog. En su apuro, el Rab Shimshón se olvidó de decir la bendición sobre su etrog antes de entregarlo, y es por eso que tuvo que pedir uno prestado.

Luego el Rabino dijo: "Todas las riquezas del mundo no pueden compensar el valor de la alegría que surge de haber salvado a un judío del enojo".

25. Los 400 Guilders

Una mujer vivía en Hungría. Ella no tenía hijos y por esa razón se acercó al rabino local con 400 guilders y le pidió que le envíe el dinero a un tzadik para que rece para que ella pueda tener hijos. Cuando el rabino le sugirió que el dinero sea enviado a Rabí Iosef Jaim Zonenfeld, el rabino de Jerusalem, la mujer aceptó.

Como tres semanas más tarde, el marido de esa mujer llegó hasta la casa del rabino local con una queja: ¿cómo es que el rabino estuvo de acuerdo en enviar una cantidad de dinero tan grande sin su consentimiento? El rabino dijo que naturalmente él pensó que la señora había actuado con el consentimiento del marido. El marido no aceptó la excusa y le pidió al rabino que envíe una carta al Rab Zonenfeld requiriendo que devuelva el dinero.

Era muy desagradable para el rabino local hacer tal cosa, y es por eso que sugirió pagar de su propio bolsillo toda la suma de dinero. El marido estuvo de acuerdo y comenzaron a hablar sobre los detalles de los pagos, puesto que el rabino no podía devolver todo ese dinero de una sola vez.

En ese momento, el cartero golpeó la puerta y anunció al rabino que había recibido una carta registrada de Jerusalem. El rabino miró el nombre del remitente y vio que era el Rab Zonenfeld. Él abrió la carta y encontró que ella contenía 400 guilders en su interior. El marido que quedó bastante impactado con el acontecimiento, le pidió al Rab que le lea la carta, y el rabino le leyó:

"Yo he recibido su carta junto con el dinero. Pero puesto que la carta dice que usted ha recibido el dinero de la señora, yo temo que ella lo haya donado sin el consentimiento de su marido. Es por eso que yo le retorno el dinero, y le pido que lo devuelva de inmediato a la señora. Pero por supuesto, yo no he disminuido mis rezos por ella, y ciertamente yo espero que D'os cumpla con el requerimiento de ella".

El rabino y el marido comenzaron a lagrimear y el marido, de todo corazón, estuvo de acuerdo en enviar el dinero nuevamente al Rab Zonenfeld.

27. Un Bebé Hambriento

Uno de las grandes personas que vivían en Jerusalem fue el Rab Shlomo Zalman Beharan Levy. Él estaba constantemente haciendo jesed (bondad) con las personas.

Una vez, su vecina dio a luz a un niño pero no podía amamantarlo a causa de una enfermedad que había tenido. Ella tampoco tenía los medios económicos como para pagar a una mujer que lo amamante. Varios días pasaron y el Rab Levy escuchó del otro lado de su pared un llanto constante del bebé hambriento.

En ese mismo tiempo, la mujer del Rab Levy estaba amamantando a su propio bebé. Él le dijo a su mujer: "Escúchame, querida. D'os nunca envía la enfermedad antes de enviar la cura. Ahora que tú estás amamantando, nosotros podemos ayudar a nuestra vecina y su hijo. Yo tomaré tu lugar en la casa y me dedicaré a todos los quehaceres. Tú comerás más y descansarás mucho para poder tener suficiente leche para alimentar al niño de la vecina también". Su mujer, quien era tan bondadosa como él, enseguida aceptó la proposición. Todo momento que ella escuchaba al hijo de la vecina llorar, ella iba a su casa y amamantaba al niño.

Esto funcionaba bien durante el día y la tarde, pero durante la noche, la vecina se sentía demasiado avergonzada para ir y molestar al rabino y a su mujer. Para resolver este problema, Rabi Levy cambió sus hábitos diarios, y comenzó a ir a dormir temprano en la mañana. Él se sentaba a estudiar Torá cuando todos se iban a dormir y de esa manera, él podía escuchar fácilmente si el bebé de la vecina lloraba y luego despertaba a su mujer para que vaya a alimentarlo

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