"Un Llanto en Vano"
Se iba acercando el momento en el que el pueblo tendría que conquistar la tierra de Israel. Siendo que aquel sueño comenzaba a hacerse realidad, D'os le ordenó a Moshé que envíe espías para que exploren la tierra e informen acerca de los pueblos que la habitaban y los caminos que allí se encontraban, para poder preparar una adecuada estrategia de guerra.
Moshé elige a los principales dirigentes de cada tribu para esta misión tan especial y les dice: "Vayan por el sur y suban hacia las montañas. Y observarán cómo es la tierra y cómo son sus habitantes: si son fuertes o débiles, si son pocos o numerosos" (Bamidbar 13:17,18).
Al llegar a la tierra de Israel, los espías vieron que sus habitantes eran gigantes, al igual que sus frutos. De manera disimulada tomaron con ellos un racimo de uvas que por su tamaño debieron llevarlo entre varios hombres hasta llegar al lugar donde acampaba el pueblo de Israel.
En ese momento, comenzó una discusión que devino en trágicas consecuencias para nuestro pueblo.
El pueblo de Israel estaba reunido esperando ansiosamente escuchar los datos que traerían los doce espías. Frente a Moshé y Aharón, los espías comenzaron a describir la experiencia:
"Y le contaron a él diciendo: Llegamos a la tierra que nos has enviado, y también ella fluye leche y miel, y estos son sus frutos. Pero es poderoso el pueblo que la habita, y las ciudades son poderosas y muy grandes, y también vimos a los hijos de los gigantes. Amalek está asentado en la tierra del Neguev." (Bamidbar 13:27-29).
En ese momento el pueblo de Israel comenzó a perder el control. Al ver este episodio, Caleb, uno de los doce exploradores, irrumpió diciendo: "Habremos de ascender y la heredaremos, pues podremos vencer" (vers. 30). Pero al escuchar estas palabras los otros diez espías continuaron: "No podremos vencer al pueblo porque es más poderoso que nosotros" (vers. 31).
El texto concluye: "Y hablaron mal de la tierra que exploraron frente a los hijos de Israel diciendo: La tierra que exploramos es una tierra que se traga a sus habitantes, y todo el pueblo que vimos en ella son gigantes, y nos vimos como insectos, y así también nos vieron ellos" (13:32, 33).
El pueblo se encontraba frente a un gran dilema. Por un lado, diez de los doce espías brindaron una información muy desalentadora y además reforzaron su reporte mostrando los enormes frutos que recogieron allí. Por otro lado, estaban Caleb ben Iefuné e Iehoshúa bin Nun, que tenían una visión positiva de la tierra y también estaban convencidos de que con la ayuda de D'os, el pueblo de Israel lograría conquistarla y destruir a aquellos pueblos Quenaanitas.
Lamentablemente, ellos eligieron creer la versión de los diez espías, y lloraron en el campamento toda esa noche. Por su desesperación, ellos se quejaron delante de Moshé y de Aharón diciéndoles que hubieran preferido morir en la tierra de Egipto o en el desierto, antes que ser eliminados por aquellos pueblos gigantes.
Caleb e Iehoshúa no dieron el brazo a torcer, y seguían insistiendo en que podrían vencer al enemigo. Pero el pueblo estaba tan desesperado que además de no hacerles caso quisieron apedrearlos.
El final de la historia es conocido: D'os castiga al pueblo y decreta que todos los hombres mayores de veinte años no podrán entrar a la tierra de Israel y fallecerán en el desierto, siendo sus hijos y sus mujeres los que tendrán el mérito de entrar a la tierra sagrada, pues ellos sí la amaron.
Al estudiar este triste episodio surgen varias preguntas. En primer lugar, tenemos que entender por qué la Torá culpa a los espías por lo que dijeron, si en realidad ellos sólo describieron cómo era la tierra y sus habitantes, como Moshé les había ordenado.
En segundo lugar, no se entiende por qué el pueblo se desesperó tan rápidamente y de una manera tan terrible. ¿Acaso ellos ya se olvidaron de todos los milagros que D'os les había hecho en Egipto, en la entrega de la Torá y en el desierto? ¿Qué ocurrió con el milagro del man (maná) que les caía del cielo cada día, o el del manantial de agua que los acompañaba en todo momento por el desierto?
En tercer lugar, cuesta entender por qué el castigo del pueblo fue no poder entrar a la tierra de Israel. ¿Acaso no era lógico creerle a los espías? Y si en verdad se equivocaron, ¿por qué tuvieron que pagar un precio tan alto por su equivocación?
Intentaremos responder a todas estas preguntas.
Cuando un país desea atacar a otro es lógico y normal que envíe espías para estudiar al enemigo. La función del espía es recaudar la máxima cantidad de información, para luego entregarla a las personas encargadas de tomar las decisiones. Después, estas personas deberán decidir si atacar o no, y en caso de que la decisión sea atacar, ellos definirán cuál será la estrategia de guerra.
Y este es el punto donde los espías se equivocaron, ya que ellos comenzaron reportándole a Moshé cómo era la tierra y sus habitantes, pero no se conformaron sólo con eso, sino que además emitieron su opinión personal sobre la conveniencia de la misión, aprovechando la gran influencia que tenían sobre el pueblo.
Uno de los motivos que los llevaron a actuar de esta forma, fue su falta de fe en D'os. Ellos pensaban que a pesar de que D'os les hizo muchos milagros en el pasado, Él no les haría un milagro como el que necesitaban para poder entrar a la tierra y vencer a esos pueblos.
Pero lo que cuesta entender todavía es la reacción que tuvo el pueblo, que rápidamente perdieron la estabilidad y se ahogaron en el mar de la desesperación.
En verdad, la falencia que tuvo el pueblo fue la misma que tuvieron los espías: la falta de emuná. A pesar de todos los milagros que vivieron, ellos no lograron grabar en sus mentes y en sus corazones la emuná de que todo está manejado por D'os y que todo lo que Él prometió lo cumplirá de manera natural o a través de milagros.
Esta falta de fe provocó su gran desesperación, y en esa situación era imposible lograr que el pueblo entre en razones, pues quien está desesperado no puede detenerse a analizar si está actuando de manera correcta o no.
Ahora, podremos entender también por qué el castigo para el pueblo fue la prohibición de ingresar a la tierra de Israel.
La historia de la conquista de la tierra de Israel, nos muestra que a pesar de que D'os les hizo muchos milagros, de todas formas, esa no fue una etapa simple para el pueblo. Los milagros que D'os hace, necesariamente deben estar acompañados por un crecimiento espiritual por parte de quien o quienes los reciben.
Por cuanto que en este episodio tan lamentable, el pueblo demostró que no estaba suficientemente maduro en su fe, y por consiguiente, que no tenían la fuerza espiritual necesaria como para soportar sin desesperarse, situaciones tan difíciles como las que ellos deberían atravesar en las batallas de conquista de la tierra, el castigo fue simplemente una consecuencia natural de su nivel espiritual.
En esas condiciones, era más conveniente que la nueva generación, que estaba mejor preparada en su emuná por no haber soportado tan de cerca la dura esclavitud egipcia, sea quien tenga el mérito de conquistar la tierra de Israel, bajo el liderazgo de Iehoshúa bin Nun.
De esta manera, teniendo presente constantemente el error cometido por sus padres al no haberse encontrado en el nivel necesario de emuná, la nueva generación de judíos nacidos en libertad, pudieron prepararse correctamente en su fe para llegar a poder luchar las batallas de conquista de la Tierra Prometida, viendo los grandes milagros que D'os les habría de hacer.
Moshé elige a los principales dirigentes de cada tribu para esta misión tan especial y les dice: "Vayan por el sur y suban hacia las montañas. Y observarán cómo es la tierra y cómo son sus habitantes: si son fuertes o débiles, si son pocos o numerosos" (Bamidbar 13:17,18).
Al llegar a la tierra de Israel, los espías vieron que sus habitantes eran gigantes, al igual que sus frutos. De manera disimulada tomaron con ellos un racimo de uvas que por su tamaño debieron llevarlo entre varios hombres hasta llegar al lugar donde acampaba el pueblo de Israel.
En ese momento, comenzó una discusión que devino en trágicas consecuencias para nuestro pueblo.
El pueblo de Israel estaba reunido esperando ansiosamente escuchar los datos que traerían los doce espías. Frente a Moshé y Aharón, los espías comenzaron a describir la experiencia:
"Y le contaron a él diciendo: Llegamos a la tierra que nos has enviado, y también ella fluye leche y miel, y estos son sus frutos. Pero es poderoso el pueblo que la habita, y las ciudades son poderosas y muy grandes, y también vimos a los hijos de los gigantes. Amalek está asentado en la tierra del Neguev." (Bamidbar 13:27-29).
En ese momento el pueblo de Israel comenzó a perder el control. Al ver este episodio, Caleb, uno de los doce exploradores, irrumpió diciendo: "Habremos de ascender y la heredaremos, pues podremos vencer" (vers. 30). Pero al escuchar estas palabras los otros diez espías continuaron: "No podremos vencer al pueblo porque es más poderoso que nosotros" (vers. 31).
El texto concluye: "Y hablaron mal de la tierra que exploraron frente a los hijos de Israel diciendo: La tierra que exploramos es una tierra que se traga a sus habitantes, y todo el pueblo que vimos en ella son gigantes, y nos vimos como insectos, y así también nos vieron ellos" (13:32, 33).
El pueblo se encontraba frente a un gran dilema. Por un lado, diez de los doce espías brindaron una información muy desalentadora y además reforzaron su reporte mostrando los enormes frutos que recogieron allí. Por otro lado, estaban Caleb ben Iefuné e Iehoshúa bin Nun, que tenían una visión positiva de la tierra y también estaban convencidos de que con la ayuda de D'os, el pueblo de Israel lograría conquistarla y destruir a aquellos pueblos Quenaanitas.
Lamentablemente, ellos eligieron creer la versión de los diez espías, y lloraron en el campamento toda esa noche. Por su desesperación, ellos se quejaron delante de Moshé y de Aharón diciéndoles que hubieran preferido morir en la tierra de Egipto o en el desierto, antes que ser eliminados por aquellos pueblos gigantes.
Caleb e Iehoshúa no dieron el brazo a torcer, y seguían insistiendo en que podrían vencer al enemigo. Pero el pueblo estaba tan desesperado que además de no hacerles caso quisieron apedrearlos.
El final de la historia es conocido: D'os castiga al pueblo y decreta que todos los hombres mayores de veinte años no podrán entrar a la tierra de Israel y fallecerán en el desierto, siendo sus hijos y sus mujeres los que tendrán el mérito de entrar a la tierra sagrada, pues ellos sí la amaron.
Al estudiar este triste episodio surgen varias preguntas. En primer lugar, tenemos que entender por qué la Torá culpa a los espías por lo que dijeron, si en realidad ellos sólo describieron cómo era la tierra y sus habitantes, como Moshé les había ordenado.
En segundo lugar, no se entiende por qué el pueblo se desesperó tan rápidamente y de una manera tan terrible. ¿Acaso ellos ya se olvidaron de todos los milagros que D'os les había hecho en Egipto, en la entrega de la Torá y en el desierto? ¿Qué ocurrió con el milagro del man (maná) que les caía del cielo cada día, o el del manantial de agua que los acompañaba en todo momento por el desierto?
En tercer lugar, cuesta entender por qué el castigo del pueblo fue no poder entrar a la tierra de Israel. ¿Acaso no era lógico creerle a los espías? Y si en verdad se equivocaron, ¿por qué tuvieron que pagar un precio tan alto por su equivocación?
Intentaremos responder a todas estas preguntas.
Cuando un país desea atacar a otro es lógico y normal que envíe espías para estudiar al enemigo. La función del espía es recaudar la máxima cantidad de información, para luego entregarla a las personas encargadas de tomar las decisiones. Después, estas personas deberán decidir si atacar o no, y en caso de que la decisión sea atacar, ellos definirán cuál será la estrategia de guerra.
Y este es el punto donde los espías se equivocaron, ya que ellos comenzaron reportándole a Moshé cómo era la tierra y sus habitantes, pero no se conformaron sólo con eso, sino que además emitieron su opinión personal sobre la conveniencia de la misión, aprovechando la gran influencia que tenían sobre el pueblo.
Uno de los motivos que los llevaron a actuar de esta forma, fue su falta de fe en D'os. Ellos pensaban que a pesar de que D'os les hizo muchos milagros en el pasado, Él no les haría un milagro como el que necesitaban para poder entrar a la tierra y vencer a esos pueblos.
Pero lo que cuesta entender todavía es la reacción que tuvo el pueblo, que rápidamente perdieron la estabilidad y se ahogaron en el mar de la desesperación.
En verdad, la falencia que tuvo el pueblo fue la misma que tuvieron los espías: la falta de emuná. A pesar de todos los milagros que vivieron, ellos no lograron grabar en sus mentes y en sus corazones la emuná de que todo está manejado por D'os y que todo lo que Él prometió lo cumplirá de manera natural o a través de milagros.
Esta falta de fe provocó su gran desesperación, y en esa situación era imposible lograr que el pueblo entre en razones, pues quien está desesperado no puede detenerse a analizar si está actuando de manera correcta o no.
Ahora, podremos entender también por qué el castigo para el pueblo fue la prohibición de ingresar a la tierra de Israel.
La historia de la conquista de la tierra de Israel, nos muestra que a pesar de que D'os les hizo muchos milagros, de todas formas, esa no fue una etapa simple para el pueblo. Los milagros que D'os hace, necesariamente deben estar acompañados por un crecimiento espiritual por parte de quien o quienes los reciben.
Por cuanto que en este episodio tan lamentable, el pueblo demostró que no estaba suficientemente maduro en su fe, y por consiguiente, que no tenían la fuerza espiritual necesaria como para soportar sin desesperarse, situaciones tan difíciles como las que ellos deberían atravesar en las batallas de conquista de la tierra, el castigo fue simplemente una consecuencia natural de su nivel espiritual.
En esas condiciones, era más conveniente que la nueva generación, que estaba mejor preparada en su emuná por no haber soportado tan de cerca la dura esclavitud egipcia, sea quien tenga el mérito de conquistar la tierra de Israel, bajo el liderazgo de Iehoshúa bin Nun.
De esta manera, teniendo presente constantemente el error cometido por sus padres al no haberse encontrado en el nivel necesario de emuná, la nueva generación de judíos nacidos en libertad, pudieron prepararse correctamente en su fe para llegar a poder luchar las batallas de conquista de la Tierra Prometida, viendo los grandes milagros que D'os les habría de hacer.
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