jueves, 19 de agosto de 2010

El mes de Elul (XV). MES DEL DESPERTAR ESPIRITUAL


Nuestra vida se desenvuelve en una era de progreso tecnológico incesante, con grandes adelantos en los campos de la ciencia y la tecnica, pero no nos es dado comprobar que se operen transformaciones simultáneas en los valores éticos, en la misma progresión ascendente.

Relatan los textos homiléticos que en la época de Noé, inmediatamente posterior al diluvio universal, estaban los constructores de la torre de Babel tan enfrascados en su trabajo y era tan grande su afán por "tocar el cielo con las manos", que cuando se rompía un ladrillo se sentaban a llorar por la pérdida; en cambio cuando un hombre sufría algún accidente, nadie su inmutaba por ello.

Algo análogo sucede en nuestros días. Se protege con todo celo cada ladrillo de la técnica, pero no se da importancia a la caída del hombre. En la antigua civilización egipcia, el río Nilo era un dios para los habitantes de sus márgenes, ya que las aguas del curso fluvial irrigaban las tierras egipcias y les proporcionaban buenas cosechas. En consecuencia, el Nilo constituía la fuente vital de supervivencia para los egipcios, y lo consideraban un dios de quien dependían sus vidas. Por eso el egipcio miraba siempre hacia el río, hacia abajo, para ver si sus aguas crecían o bajaban.

Muy por el contrario, en Israel la feracidad del suelo depende de las lluvias. Por eso el campesino israelita tenía que dirigir su vista al cielo para ver si anunciaba lluvia, de lo cual dependía el buen éxito o la pérdida de a cosecha. En eso se manifiesta claramente la diferencia entre la cultura judía y las demás civilizaciones del mundo: en la orientación de los sentimientos religiosos, que trasuntan el pensamiento y el espíritu de las personas.

Por idéntica razón surgió en el desierto el becerro de oro; cuando los libertos judíos decidieron hacer un ídolo, fundieron sus joyas y adornos de oro, y apareció por sí mismo un becerro que también mantiene la vista clavada en el suelo, de donde obtiene su alimento. Cuando comienza el mes de Elul, trayendo consigo el anuncio de los Días Solemnes, elevamos nuevamente la vista hacia arriba, hacia las alturas, emprendiendo la difícil tarea de la purificación espiritual para comenzar el nuevo año.

Según las Sagradas Escrituras, existen tres clases de santidades: La santidad de la tierra (Eretz Israel); la santidad del tiempo y la santidad del ser humano. La topografía del planeta no es uniforme: existen prominencias y depresiones, llanuras y montanas. Lo mismo sucede con el tiempo: no son todos los días iguales entre sí, puesto que hay días hábiles y feriados, sábados y festividades. No en vano el Creador "trabajó" durante seis días para crear el mundo, y en el séptimo día descansó. Por eso el séptimo día de la semana fue santificado como de descanso obligatorio, y en las bendiciones de las fiestas decimos: "Mekadesch Israel ve-haz'manim" (Santifica a Israel y a las festividades).

Elul es algo así como la primera estación en el tiempo, destinado al despertar espiritual, a la purificación del alma humana y a la elevación del individuo. Un pensador moderno afirmó que en el mes de Elul comienza el proceso espiritual que culmina con Rosh Hashaná y lom Kipur. Durante todo el año estamos atareados con nuestros propios asuntos, como si corriésemos una carrera automovilística; en Elul empezamos a disminuir la velocidad de nuestras máquinas, para poder detenerlas completamente llegado el momento. Si se frenara brusca e imprevistamente en mitad de una carrera vertiginosa, cualquier automóvil volcaría sin remedio. Por eso es imprescindible comenzar a disminuir la velocidad un tramo antes del sitio elegido para detenerse. Lo mismo ocurre con el ser humano: Si pretendiera frenar repentinamente su tren de vida al llegar Rosh Hashaná, no soportaría el violento cambio anímico y su espíritu se desequilibraría. Por eso comienza a aminorar la marcha con un mes de anticipación, y puede detenerse sin contratiempos en el lugar exacto: en los Días Solemnes del mes de Tishré. Ese es su punto terminal en el proceso de catarsis espiritual, que incluye las dos fases principales: el examen de conciencia y la contrición.

Este último acto - la contrición - comienza precisamente a principios de Elul, según consta en Deuteronomio, IV-30 y XXX-2: "Tornarás hasta el Eterno, tu Dios, y oirás Su voz". Al respecto comentó un exégeta, que es particularmente importante el hecho de que se subraye "tu Dios" , en lugar de decir "tornarás hasta Dios". Esto significa que hay que volver la vista y el pensamiento hacia el Dios interior que cada uno lleva en su corazón. Agrega el mismo comentarista que nuestros mandamientos son distintos que los de otros pueblos. Las leyes civiles, penales, comerciales, criminales y militares de todos los países, castigan los actos delictivos de las personas y nada más. El individuo sólo es responsable de sus actos frente a la ley, pero no de sus manifestaciones verbales; en los regímenes totalitarios también puede declaraciones inconvenientes, pero de ningún modo se pueden tomar medidas contra él por sus ideas o sentimientos, mientras no los públicamente. - ¿Cómo podría imponerse en una legislación corriente el mandato: "Tornarás hasta el Eterno, tu Dios? - ¿Cómo podría ordenarse a una persona: "Amaras al Eterno, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma y con todo tu haber" (Deuteronomio, VI-5)? ¿Acaso se puede imponer rígidamente una conducta determinada en el sentir y en el pensar?

En esta emergencia acude en nuestra ayuda el Talmud, aclarando que el versículo citado en ultimo termino se refiere a la contribución personal de cada uno, para que el Nombre divino sea amado. -¿Cómo se puede lograr ese fin sublime? Mediante la práctica de las buenas costumbres, la probidad y la virtud. El Talmud dice; "Que el hombre lea y estudie, que sirva a los discípulos de maestros, que alterne plácidamente con sus semejantes, que trafique en el mercado honradamente, que maneje sus negocios de buena fe, etc." Así se conseguirá hacer amar el Nombre del Todopoderoso. Es cierto que no se pueden imponer restricciones o directivas al pensamiento ni a las pasiones, pero sí se puede encaminar al hombre por el camino de las buenas acciones; y como "la costumbre se hace hábito", la práctica de los preceptos de virtud y urbanidad conducirá a la contrición. Tal es la intención del mandato: "Tornarás hasta el Eterno, tu Dios". La finalidad es retornar al cumplimiento de los preceptos de rectitud, integridad y hombría de bien que nos ordenó el Altísimo.

El valor práctico de los preceptos del judaísmo, es la superación ininterrumpida del individuo en la faz humana, que es mucho más importante que la faz intelectual. Se procura orientar los sentimientos en determinada dirección, aunque esto parezca arbitrario, porque el judaísmo no es una religión de sentimientos sino de principios, y los sentimientos deben educarse y refinarse en función de los principios - que son absolutos. Es solo una cuestión de aprendizaje.

Un judío piadoso dijo en cierta ocasión que la exhortación: "Oye Israel, el Eterno nuestro Dios, el Eterno es Uno. Y amarás al Eterno, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu haber" (Deuteronomio, VI-4/5), no es realmente un mandamiento ni una orden, sino un consejo amistoso. "Oye!" dice la Tora; oye y entiende cómo evoluciona y se comporta el cosmos, y llegarás por ti mismo a la suprema conclusión de que Dios es Uno; y lo amarás con todo tu ser, cumplirás Sus preceptos y obrarás según Su voluntad.

De modo que estamos frente a un problema de mero acostumbramiento; todo consiste en hacer frenar paulatinamente y con suavidad el tren de nuestra vida, hasta alcanzar la meta deseada - la purificación espiritual -donde nos estacionaremos.

Se cuenta de un cantor litúrgico, que en vísperas de los Días Solemnes, le anunció al rabino de su congregación que repasaría el Ritual de Oraciones, el "majzor"; a lo cual el rabino le respondió: "Mejor haría usted en efectuar un repaso de sí mismo, porque el "majzor" ya está repasado hace mucho..."

Por todo esto, cuando comienza el mes de Elul, que es el mes del despertar espiritual, estamos llamados a ennoblecer nuestros corazones, a hacernos mejores y más buenos, examinando nuestros actos - nuestro "majzor" - el libro de nuestra vida.

Para orientar los sentimientos, para dirigir las pasiones por medio de los preceptos, buenas acciones y hábitos que nos dicta el judaísmo, debemos hacer uso prudente del libre albedrío de que gozamos, sin abusar del mismo. Así, imponiendo las debidas restricciones al libre albedrío, "tornaremos hasta el Eterno, nuestro Dios, y oiremos su voz".

Entre las muchas anécdotas risueñas que se cuentan del popular bromista Hershele Ostropolier, figura la siguiente: Oyendo cierta vez al rabino de su aldea llorar amargamente mientras decía: "El hombre proviene de la tierra y su fin es la tierra", el alegre personaje le dijo: ¿De qué se lamenta usted tanto? Si bien es cierto que el hombre proviene de la tierra y que cuando muere vuelve a ella, entre el nacimiento y la muerte hay un lapso suficiente como para servir al Altísimo cumpliendo preceptos, haciendo méritos y disfrutando de la vida.- ¿Para qué, entonces, amargarse tanto? También se dice - según las Escrituras , que cuando los judíos practican la contrición el Todopoderoso en persona se envuelve en un manto ritual y ruega por su pueblo; Dios mismo se convierte en emisario del pueblo de Israel e intercede por su bienestar y buenaventura. El poder de la contrición es tan grande, que puede hacer maravillas; por las rendijas más pequeñas pueden atravesar las cosas más extraordinarias. Dice el Eterno: Abridme una puerta minúscula como una cabeza de alfiler, y yo abriré para vosotros portones como para que pasen los más grandes vehículos. Algo parecido ocurre con el "shofar": cuando se sopla por el cuerno del lado más estrecho, se escuchan los sonidos por el extremo amplio.

El sentido del despertar espiritual, que se produce en el mes de Elul, es abrir aunque sólo fuere en mínima medida (aumentará con el tiempo) los corazones de los hijos de Israel, insuflar el aliento por el lado angosto del alma humana, con lo cual la vos saldrá por el lado opuesto y se ensanchará, llegando hasta las máximas alturas.

http://www.judaismohoy.com/

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