La cuarta y última de las parashot
especiales que se deben leer en el mes de Adar es parashat Hajódesh, y es por
eso que no se leerá la haftará semanal sino la haftará correspondiente a shabat
Hajódesh, que ha sido seleccionada del libro del profeta Iejezkel.
En parashat hajódesh se lee acerca
del sacrificio de Pesaj que debieron comer los hijos de Israel en la tierra de
Egipto y en nuestra haftará leeremos un tema parecido a ese.
En los capítulos anteriores de su
libro, el profeta Iejezkel nos había descripto con lujo de detalles cómo será el
tercer y definitivo Templo de Jerusalem, y en los capítulos 45 y 46 nos describe
cómo serán efectuadas algunas de las ofrendas y los sacrificios a través del
"nasí" (príncipe, representante, dirigente).
Respecto de la identidad de este
nasí hay distintas opiniones: algunos comentaristas sostienen que el nasí
es el Cohén Gadol (Sumo Sacerdote) que dirigirá todo el servicio a D'os en el
tercer Templo, mientras que otros comentaristas opinan que es el Mélej Hamashíaj
(el Mesías).
Dice el texto al final de nuestra
haftará (de acuerdo a la costumbre de los judíos ashkenazitas):
"Así ha dicho D'os: Cuando le
dé el nasí un regalo a alguno de sus hijos, es su herencia, para sus
hijos será, su posesión es como herencia" (46:16).
Sin embargo, encontramos que D'os
advierte cómo deberá ser el comportamiento del nasí en lo que a rectitud
se refiere:
"Y no tomará el nasí
de la propiedad del pueblo robándole sus posesiones, de su posesión hará
heredar a sus hijos, para que no se disperse Mi pueblo, cada hombre de su
posesión" (46:18).
Esta advertencia, a pesar de
encerrar una lógica y una justicia indiscutible, necesita ser estudiada en
profundidad, pues ¿cómo puede ser que exista la necesidad de advertirle al
nasí (el Cohén Gadol o el Mashíaj) que no debe robarle al
pueblo?
En su comentario a las haftarot
llamado "Kol Tzofáij", nos explica el Rav Jaim Efráim Zaitchik que no es
inusual encontrar en la Torá advertencias de esta índole a personajes bíblicos
inigualables. Por ejemplo, nosotros encontramos que respecto de Iehoshúa Bin
Nun, el sucesor de Moshé Rabenu en la conducción del pueblo de Israel, y de
Elazar, el hijo de Aharón Hacohén quien le sucedió en el puesto, dice la
Torá:
"Estos son los nombres de los
hombres que van a hacer que ustedes hereden la tierra: Elazar el sacerdote e
Iehoshúa Bin Nun" (Bamidvar -Números- 34:17).
Rashí (Rabí Shelomó Itzjaki 1040 -
1105) comentando ese versículo nos recuerda las palabras de Nuestros Sabios en
el Talmud:
"Cada jefe es el representante
de su tribu y reparte la heredad que le corresponde a su tribu de acuerdo a las
familias y a los hombres que la componen, y designa para cada uno una parte
buena, y lo que ellos hacen, que sea hecho como si lo hubieran hecho los
representantes…" (Kidushín 42b).
¿Por qué es que era necesario
aclarar que lo que hicieran los jefes de las tribus al ejercer el rol de
representantes de los individuos de sus tribus, era como si lo hubieran hecho
los representantes de las tribus? Eso estaba claro! Es una redundancia!
Nos explica nuestro autor que la
respuesta es que el ser humano al comienzo, efectivamente, se siente un simple
representante sin poder alguno, sin embargo su naturaleza es que de a poco,
lentamente, en lugar de sentirse un simple representante, pasa a sentirse el
jefe y el dueño de la cosa.
Otro ejemplo lo encontramos
respecto del mismo Moshé Rabenu del cual la Torá atestiguó que no había otro
hombre tan humilde como él sobre la faz de la tierra:
"Habló D'os a Moshé y le dijo a
él: Yo soy D'os" (Shemot -Éxodo- 6:2).
Los Baalé Hatosafot en el libro
"Daat Zekenim" se formulan la siguiente pregunta respecto del
entendimiento de ese versículo:
"¿Qué significa 'Yo soy
D'os'? [¿Cuál fue la intención de D'os al recordarle ese dato tan obvio
a Moshé?]. Es como que D'os le
quiso decir: A pesar de que te he dicho: '…Mira te he puesto como elohim
("dios", rector, líder) sobre el Faraón…' (Shemot -Éxodo-
7:1), tú sólo eres elohim sobre
el Faraón pero Yo soy D'os también sobre ti".
Otra vez nos encontramos ante la
misma dificultad interpretativa. ¿Es que acaso Moshé dudó por un instante que
D'os había dejado de estar por encima de él, sólo porque Él le asignó cumplir
una misión tan importante ante el Faraón?
La respuesta es clara. Aunque
Moshé Rabenu no pensó eso ni por un segundo, D'os que es el Creador de todos los
hombres - hasta de los más elevados - sabe que dentro del ser humano, con el
correr del tiempo, existe esa naturaleza de tender a sentirse el dueño de la
casa más que un huésped, y es por eso que decidió recordarle esto a Moshé, el
más grande de todos los profetas.
Y ahora que hemos comprendido este
importante concepto - dice el Rav Zaitchik - fácilmente podremos comprender por
qué D'os le advierte al nasí: "Y no tomará el nasí de la
propiedad del pueblo robándole sus posesiones, de su posesión hará heredar a sus
hijos, para que no se disperse Mi pueblo cada hombre de su
posesión" (46:18), pues incluso un hombre
de su talla, corre el riesgo de sentir en algún momento que a él le pertenece lo
que en realidad le pertenece al pueblo.
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