lunes, 25 de enero de 2010

Tu Bishvat (15 de Shevat). Sábado 30 de Enero de 2010 (VI).


El Árbol en el Judaísmo

Un lazo basado en un cariño y aprecio especiales se refleja en el contenido de las fuentes literarias religiosas: en la Biblia como en el Talmud y los Midrashim. Las Escrituras prohiben expresamente la tala de los árboles frutales, inclusive en tiempos de sitio o de guerra, en los que bajo tensión del peligro, no siempre se es meticuloso en el cuidado de hábitos o modales culturales y en el control de los instintos. No sólo la vida del hombre es importante en el Judaísmo sino también la de los árboles, especialmente los que dan frutos, ya que le sirven a la supervivencia humana. La excepción radica que en tiempos de emergencia sí está permitido talar árboles que no dan fruto.

Podemos ver que hay un tanto especial hacia los árboles, que fueron contemplados en la legislación bíblica especialmente.

Pero, más acentuada aún es la relación a los árboles en los textos de nuestro sabios z’’l: “Todos los árboles fueron creados para la satisfacción de todos los seres vivos”(Bereshit Rabá 13). Y no únicamente se refieren a la satisfacción de las necesidades básicas como la ingestión de comida sino que presentan una perspectiva más profunda, en la que árbol tiene importancia por ser parte de la hermosa creación del Todopoderoso. La admiración a los árboles y a su belleza lleva a Rabbí Yehudá a buscar una expresión que pueda reflejar sus sentimientos de gracias al Señor Todopoderoso. Y dijo Rabí Yehudá: “Todo aquel que sale el mes de Nisán y observa algún árbol floreciendo, debe recitar la siguiente bendición: ‘Bendito Seas, D’s, que no escatimaste en Tu creación y creaste hermosas criaturas y bellos árboles para que el humano se puede regocijar en ellos’”. (Bereshit Rabá 43).

Un árbol frutal lleno de sus frutos no es únicamente un alimento en potencia, sino también “agradable para los ojos de quien lo ve”. Las personas pasean por sus jardines acariciando con su mirada cada rama y cada fruto que está colgado de ellas. Los sienten como propios, como parte de ellos mismos, casi hijos. No nos debe sorprender que nuestros rabinos se duelan y sufran con la muerte de un árbol!. “A la hora que talan un árbol frutal, Su voz circula desde una punta del mundo hasta el último rincón de éste, mas la voz no se escucha” (Pirkei de Rabbi Eleazar 34). “El estruendo es grande, pero los oídos del hombre necio no escuchan y el corazón no siente al llevar a cabo un acto tan negativo como el de talar un árbol. Sólo los justos oyen el grito por una vida despreciada de tal manera”.

De esta relación profunda con los árboles en general y con los árboles frutales en particular, se puede comprender que el judaísmo ve con gran importancia al acto de plantar. Los árboles son símbolo de una civilización culta. Entre más desarrollado esté un asentamiento, será más progresista su cultura arbórea. La plantación la capacidad de pensar a largo plazo ya que los frutos se obtendrán, en muchos casos al cabo de largos años.

Sobre la importancia de plantar árboles podemos aprender de las palabras del gran sabio Rabbí Yojonán ben Zakai que decía: “Si estuvieses plantando un árbol y te dirían: ‘Viene el Mesías, sal a recibirlo’, primero termina de plantar el árbol y únicamente después ve a recibirlo”. De sus palabras se puede escuchar el eco de su amor por la naturaleza, de su desesperación por un orden de prioridades que era la consecuencia de la destrucción de su época. El pueblo anhela la reconstrucción, liberación de los romanos esclavizadores, y la tierra anhela que se levantan las ruinas y que crezcan las flores y las frutas de las que se preciaba antes de la destrucción total de Jerusalén.

La tierra necesita liberación y rehabilitación. Tanto así, que plantar un árbol –lo cual es una gran mitzvá por sí misma –adquiere tal importancia que es previa a recibir al Mesías…

Podemos ver la importancia de la plantación si estudiamos el Libro de Génesis: D’s, después de haber concluido la labor de la creación, después de haber creado a los cielos, las estrellas, las plantas, los animales y al hombre, no se conforma con su obra e inmediatamente planta un jardín: “Luego plantó D’s un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. D’s hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer…” (2:8-9).

Un jardín no puede sobrevivir sin alguien que lo cuide. Por otra parte, D’s le encontró al hombre la profesión en la cual podría haber encontrado la felicidad. Era la primera profesión de la historia.

Hemos visto que D’s, El mismo, plantó un jardín. Sobre ésto, nuestros sabios opinan: “De la misma manera que D’s inmediatamente después de la Creación plantó un Jardín, el Pueblo de Israel, inmediatamente después de entrar a la tierra de Israel debe plantar, como está escrito: “Cuando hayas entrado en la tierra que yo voy a daros … sembrarás..” (Levítico 25: 2-3).

Por ser la Tierra de Israel en su mayoría árida y sus cielos carentes de nubes, cobra el árbol gran importancia para los que la habitan. La sombra del árbol sirve de hogar a animales de la zona, y también para la recepción de visitas para servirles alimentos y bebida. Recordemos a Abraham recibiendo a los tres ángeles bíblicos: “Que traigan un poco de agua, y laváos los pies y recostáos bajo este árbol” (Génesis 18:4). Dentro del hogar no se reconfortaba uno a la mitad del verano, al mediodía, ya que no habían circuitos de ventilación adecuados. Sólo el árbol satisfacía las necesidades de descanso y de recuperamiento de fuerzas, para seguir las travesías –“Llegad y cobijaos a mi sombra” (Jueces 9:15). Tanto en las Escrituras como en el Talmud encontramos varios relatos sobre encuentros importantes próximos a algún árbol: Débora, la profetisa, se siente de fijo debajo de una palmera, y el Pueblo de Israel acude a ella en busca de justicia. Por éso, se llama ese árbol “la palmera de Débora” (Jueces 4:5).

El ángel que acude a Gedeón para fortalecer su ánimo para combatir a los madianitas y así salvar al Pueblo de Israel de la opresión y de la devastación de la siembra- y obviamente también de los árboles, como acostumbraban esas tribus nómades que traián consigo únicamente destrucción; también éste ángel llegó y “se sentó bajo el terebinto de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer”, padre de Gedeón. (Jueces 5:11 –in fine)

Muchos personajes se recuerdan en la Escrituras en contacto con los árboles. Por ejemplo, sobre Abraham Avinu, personaje del cual se enfatiza su amor al Creador y a las criaturas del mundo, amor al prójimo y sublimación de su ser, y que toda su historia se describe con gran cariño, se cuenta un pequeño episodio: “Abraham plantó un tamarisco en Beer Sheva, e invocó ahí el nombre de D’s” (Génesis 21:33). ¿Porqué esta actividad de plantar un árbol tuvo el honor de nombrarse entre las actividades de Abraham que fueron relatadas en las Escrituras? Sin duda, el haber plantado ese árbol fue considerado como un hecho de gran valor. Tal vez. Significó la compra de los derechos sobre la tierra del Neguev o la base de un rito antiguo, ya que está escrito inmediatamente después de haber plantado el árbol que invocó el nombre de D’s. Por todo lo anterior, podemos ver que la plantación fue un acontecimiento de gran importancia. También cuando se relata la compra de la cueva de la Majpelá, las Escrituras no olvidan mencionar los árboles que fueron incluidos en la compra. Los árboles en general, y en particular algunas clases, eran sagrados para los cananeos. Ellos creían en la santidad de los árboles frutales, bajo los cuales se enterraban los huesos de personas importantes. Esa costumbre era muy popular entre los pueblos árabes de la tierra de Israel y sus alrededores, y es por éso que hasta hoy en día hay árboles muy antiguos que están conservados. También en la época de las Escrituras se acostumbraba enterrar a personas importantes debajo de árboles, como por ejemplo, la sepultura de Débora, la nodriza de Rebeca, debajo del encino, que por eso se llamó ‘La encina del llanto’. (Génesis 35:8), también podemos recordar la sepultura de Saúl y sus hijos debajo del tamarisco en Yabesha (1 Samuel 31:13). Y podemos mencionar más personajes: Aarón HaCohén y su rama de almendra que floreció y dio fruto. La primera revelación de D’s Moisés fue en el desierto (al igual que con Elías el profeta) desde dentro de un arbusto – la zarza ardiente- (Éxodo cap 3), mientras que Jacob, nuestro patriarca se ayuda de ramos de almendras y castañas para basar la economía de su frondosa familia.

Por su parte, Noé, fue el primero en plantar un viñedo (Génesis 9:20) y por último, Kohelet, hijo de David, rey de Jerusalén, cuenta sobre sí mismo: “Me planté viñas; me hice huertos y jardines y lo planté de toda clase de árboles frutales” (Eclesiastés 2:4-5), etc… Entre las tradiciones relacionadas a los árboles, está la de llamar a los seres humanos con nombre de distintas especies de árboles. Recordemos algunos nombres y apellidos, como ejemplo: ‘Elá’ (árbol del terebinto), ‘Rimón’ (granada), ‘Tamar’ (dátil), ‘Anav’ (uva), ‘Tapuaj’ (manzana), ‘Diklá’ (palma). ‘Eshkol’ (racimo), ‘Luz’ (avellana), ‘Ilan’ (árbol frutal), ‘Hadasa’ (mirto), ‘Zeitan’ (olivo), ‘Ya’ ara’ (bosque), y muchos más.

El Olivo (Zait)

En la época de nuestros antepasados no todos los árboles tenían la misma importancia si no que cada uno poseía su grado dentro del reino de los árboles. El olivo siempre fue considerado como uno de los árboles más importantes a los ojos del pueblo y hasta hoy en día se conoce el valor que le dan los campesinos árabes. Su cuantía se basa, antes que nada, en que gracias al aceite de oliva “son honrados los dioses y los hombres” (Jueces 9:9) y al olivo acuden primero los árboles en la parábola de Yotam para otorgarle la corona del reino, pero el olivo rechaza diciendo que no es de su honra! “Voy a renunciar a mi aceite… para ir a vagar por encima de los árboles?” (Id.). El aceite de oliva era un producto lujoso en la economía nacional asentada en Israel, su cuidado, el crecimiento del árbol, la recolección de sus frutos y la extracción del aceite necesitaban gran ocupación e inversión. Varios años hay esperar hasta poder disfrutar de los frutos de olivo. La atención a los olivos era la profesión más común en las zonas montañosas de Eretz Israel. Con el aceite se ungía a los sacerdotes y a todos los instrumentos para el Servicio de D’s para el Templo el día de su primer uso, y a los reyes el día en que se les subía al trono, por lo que recibió un grado de santidad. Sin lugar dudas el olivo era el árbol más respetado de todos los árboles en la cultura judía ancestral.

El Algarrobo (Jaruv), el Sicómoro (Shikmá) y la zarza (Atad)

En comparación con el olivo, tanto el algarrobo como el sicómoro tenían muy bajo valor y hasta servían de ejemplo de todo lo abundante y barato. Amós de Tekóa le dice a Amatzia el sacerdote de Bet El: ”Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicomoros” (Amós 7:14). “Picador de sicomoros” era un peyorativo y de aquí que el sicómoro no tenga importancia, ya sea por carecer de frutos bellos o por la abundancia en la que aparece en la Tierra de Israel: “tan abundante… como los sicomoros de la Tierra” (Reyes 1,10,27). Pareciera ser, que todavía menos importante era la zarza, el cual aparece en el último lugar en el apólogo de Yotam, y que no se sabe con certeza si en realidad El ‘atad’ bíblico es exactamente la zarza de hoy en día.

La Viña (Guéfen)

Segundo en importancia después del olivo, se encuentra la uva . También ésta , fue utilizada para el servicio sagrado de D’s. En la parábola de Yotam se encuentra la viña como la fuente del mosto, “el que alegra los dioses y a los hombres” (Jueces 9,13). Y es así: en el judaísmo no hay una celebración ni una alegría sin vino, sobre todo si se trata de una alegría relacionada a una mitzvá.

En toda ceremonia religiosa la bendición “בורא פרי הגפן” adopta un lugar central en el final de ésta. Más que cualquier otro árbol, la viña está enfatizada en la bendición de Jacob a sus hijos, y por su parte, el territorio que heredó la tribu de Yehudá se destaca por sus viñedos y por la calidad de sus uvas. El mismo racimo de uvas que fue traído por los enviados que mandó Moisés a la Tierra de Israel, no es tan exagerado: hasta el día de hoy sobresale esa zona por sus viñedos abundantes y sus frutos de alta calidad. La uva era de gran valor en la antigüedad como lo era el vino en el cual era utilizado para el servicio en el Tabernáculo. En algunas ocasiones las Escrituras mencionan las palabras “mil uvas por mil monedas”, intentando explicar que un viñedo es de gran valor.

“Como cuando se encuentra mosto en el racimo (en hebreo, ‘eshkol’) y se dice: “No lo eches a perder porque es una bendición” (Isaías 65:8). De aquí la expresión hebrea ‘ish eshkolot’, un hombre sobresaliente en sabiduría y valentía’ que textualmente podría ser traducido ‘el hombre de los racimos’. Más que cualquier otra fruta, la uva sirvió de símbolo en monedas y en documentos históricos y lápidas. En el Templo había una de oro, y cada visitante depositaba sus donaciones dentro de esa uva.

El Higo (Te’ ená)

El higo no tuvo el honor de ser parte de la vida ritual de los Templos, mas, sin embargo, su parte en la economía del país era importante. Los higos satisfacían la demanda de frutos dulces en el invierno, época en la que la demanda hacia lo dulce en muy grande. Esta fruta no sólo se ingiere fresca sino también seca, ‘kitz’, en la lengua de las Escrituras. En varias ocasiones el higo es recordado como uno de los alimentos esenciales para la población en las épocas de la Biblia y del Talmud. Guedaliá ben Ajikam, que fue puesto como dirigente de los judíos de Judea por el Rey de Babilonia, le aconseja al pueblo que se quedaría dentro de las fronteras de la Tierra de Israel, para almacenar “vino, ‘kitz’ y aceite” y esperar con calma a los conquistadores.

La Granada (Rimón)

La granada no era un fruto abundante en la antiguedad, por crecer abundantemente sólo en las proximidades de fuentes de agua como los lagos, etc. La ´corona´ en la parte superior de la fruta sirve y seguramente sirvió en el pasado, para decorar, entre otras cosas los ´sifrei Torá´. “Tus brotes, un paraíso de granados, con frutos exquisitos” dice el Cantar de los Cantares (4:13). De la misma manera, la manzana, no fue abundante en el pasado por tener que crecer en tierras de mayor calidad que el resto de los árboles, por lo que esta fruta no es mencionada muchas veces en los textos bíblicos o post-bíblicos.

El Dátil (Tamar)

Tampoco esta fruta es mencionada en gran manera en las Escrituras y la razón es sencilla: ese árbol crece principalmente en los valles mientras que la población en la época bíblica se asentó principalmente en las montañas, en los montes de Yehudá y en los de Efraim. Son escasas las palmeras de dátiles que crecen en la montaña. La ‘palmera de Débora´ era un árbol solitario, famoso por la profetisa o por alguna otra razón, y su mención especial en las Escrituras demuestra que su presencia en esa zona no era frecuente. Un árbol similar, solitario en todo su alrededor se puede ver en el pueblo abandonado de Dir El –Shij, al lado de la vía del tren entre Hartuv y Jerusalén.

En comparación a la Biblia, el Midrah menciona abundantemente al dátil, y la razón es obvia: el asentamiento paulatinamente pasa a los valles: Bet She’arim, Usha, Shafaram, Tiberíades, en el norte; Yavne y Benei Berak, en el sur. Estas poblaciones están en contacto con este tipo de árboles y mucho más los judíos de la Diáspora de Babilonia, por ser esa zona famosa en la producción de dátiles, hasta el día de hoy. El dátil es utilizado de varias formas. En Bereshit Rabbá se menciona (41): “En el dátil no hay ninguna parte que se pueda deshechar. El dátil es alimento, el lulav para las festividades, las hojas secas para construir la Sucá (o para construir el techo en cualquier otra época del año), las fibras para manufacturar cuerdas”, etc.

Las palmas todavía plegadas en el corazón del tronco de la palmera, son nada menos y nada más que los lulavim, que son utilizados como un artículo religioso en la fiesta de Sucot, junto al mirto, al sauce y al etrog.

Arboles no frutales y arbustos

La situación económica tan difícil para la mayoría de la población no permitía que el individuo promedio cultive árboles no frutales destinados únicamente para el embellecimiento del paisaje. Solamente los Templos, las sinagogas y las mansiones de los ricos cultivaban estos árboles. En varios residuos arqueológicos se encontraron dibujos de cipreses muy bellos como artículos decorativos en edificios públicos, como el dibujo del mosaico del suelo del Templo de de Jamat Gader y otros. Pareciera ser que el ciprés acompañó al hombre desde tiempos muy lejanos en el oriente medio. Pero vale recordar que no estamos seguros si el árbol que hoy en día llamamos ciprés es el ciprés bíblico o más bien es lo que en las escrituras se llama Ashera o Taashor.

De los textos proféticos de consolación de Isaías podemos aprender que ya en esas épocas se cultivaban este tipo de árboles. El describe el futuro feliz junto con el Templo adornado de árboles en sus jardines: “La gloria del Líbano vendrá hacia ti, el ciprés, el olmo y el boj (arbusto de hojas pequeñas y verdosas) a una, a embellecer mi Lugar Santo y honrar el lugar donde mis pies reposen” (Isaías 60:13).

Los Cedros del Líbano

Se expresa una simpatía especial a los árboles del Líbano, en especial a los cedros, a lo largo de todas las Escrituras. Este árbol es tan ostentoso que en Líbano, todavía hay bosques con árboles de cedros que tienen 2.000 años o más.

La relación tan especial al árbol se resguardó desde los tiempos de nuestros padres a los largo de todas las generaciones, a pesar de las dificultades de la Diáspora, aunque a veces sólo se basó esta relación en recuerdos y añoranzas. Sobresale la tradición de decorar las sinagogas con dibujos de árboles en la fiesta de Pentecostés, Shavuot, tradición llamada en la literatura “Yerek Shavuot”, o sea, “lo verde de Shavuot” o “la plantación de Shavuot”. Los preceptos sobre el lulav y el etrog se conservaron hasta en países tan lejanos en los cuales no crecen estos frutos, y no menos que Sucot, también la fiesta de Tu Bishvat se consideró por años y en países lejanos, desde los cuales se añoraba a la Tierra de Israel y a sus frutos. En ese día se comían frutas, tradición aceptada en la mayoría de las Diásporas. En cada congregación tiene esta fiesta un nombre especial (pero en todas está relacionado con los árboles) y variaciones en las costumbres que se observan. Pero sobre todo en Israel esta fiesta ha tomado una nueva importancia al significar la plantación de árboles el enriquecimiento y la renovación de la Tierra de Israel y de la Nación de Israel independiente, en particular debido a la obra que realiza el Keren Kayemet.

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