Hace unos trescientos anos, vivio en la ciudad de Fez, Marruecos, un gran erudito llamado Iehuda ben Atar. Este sabio adquirio gran renombre y muchas personas lo visitaban para recibir su bendicion y buenos augurios.
Tan venerada se hizo su persona, que el pueblo empezo a jurar en su nombre, dos hombres venfan al Tribunal a hacer escuchar sus argumentos y no tenian testigos para apoyarse, bastaba jurar en nombre del rabino y salir victorioso de le acusacion.
No solo esa costumbre estuvo limitada a los judios de Marruecos, sino que se extendio por todo el norte de Africa. En la ciudad de Tunez vivia un no judio muy acaudalado, que tenia vinculos comerciales con judios residentes de la ciudad acompanados por la mutua confianza de las dos partes.
El comerciante musulman acostumbraba entrcgar a un judio enormes sumas de dinero, con el cual cl judio compraba mercaderias y las vendia, repartiendo las ganancias entre los dos, en forma equitativa.
Todas las operaciones se hacian en forma oral y nunca el musulman pidio de su amigo judio ni siquiera un recibo. Una vez entrego el musulman el judio, una suma muy grande de dinero, mayor de la cntregada en todas las oportunidades anteriores. Pero esta vez, el judio no compro con el dinero mercaderia, guardo el dinero y decidio negar le enlrega del deposito.
Al pasar un mes el no judio, lo vino a visitar y pregunto si ya habfa comprado mercaderia con el dinero que le habia dado. No pudo el judio sobreponerse y la tentacion y su ambicion de riqueza le hicieron perder todos los principios morales.
— Por favor, — rogo el arabe toma este vez un 70% de las ganancias, pero devuelveme lo que me corresponde.!No, No, y No! No me entregaste nada, si me hubieras entregado, te corresponderia tu parte como de costumbre.
— Veni commigo a vuesto juez-exigio el arabe.
Se presentaron los dos ante el juez rabinico, escucho el juez el reclamo del arabe y le negation del judio.
Dirigiendose al arabe pregunto: ¿tienes algun comprobante de la entrega del dinero?
— ;No, Su Senoria! — dijo el arabe apesadumbrado — siempre reino plena confianza entre nosotros y no se me ocurrio que pretendiera enganarme.
— Si es asi — falló el juez — es la obligation del acusado jurar que su negation es verdadera.
— Yo pido — dijo el musulman que jure en nombre de Rabi Iehuda Ben Atar.
En un principio se negó el judio a jurar, al no contar con la osadia de jurar en falso, pero cuando el juez insistid firmemente que jure en nombre del santo rabino o que pague el dinero reclamado, se vio obligado a jurar.
El judio se quiso autoconveneer, que su acto no es tan grave.
— No hay obligación de devolver objetos perdidos por no judios y este dinero vendria a ser como un "objeto perdido" — se dijo
a si mismo.
Despues de jurar en nombre del gran rabino, el juez rabinico lo liberd y el musulman volvio con gran tristeza a su casa.
Salió el judio estafador ese dia, alegre y con muy buen estado animico, por el gran exito, y decidio organizar una gran fiesta, para estejar la fortuna adquirida sin ningun esfuerzo.
Al comienzo de la velada, antes de la llegada de sus familiares y amigos, descendio el anfitrion a la bodega para traer vasijas de vino depositadas en el lugar, llevando una vela para iluminar el lugar.
En esta bodega se ocultaba ademas oro, plata y mercaderia, entre ella se escondia el dinero del musulman. Entre la mercaderia, habia maderas y azufre.
Lleno las botellas con vino y al subir apresuradamente para recibir a sus invitados, olvido la vela encendida en la bodega. En un breve lapso de tiempo, el fuego de la vela prendio la madera y el azufre, expandiendose velozmente por toda la casa, siendo el dueno de casa y su familia atrapados por el fuego.
Todos los intentos de escapar de las llamas, fueron en vano y el hombre, su familia y la casa con todo lo que se encontraba en ella, fueron quemados por completo.
Al enterarse el musulman del gran castigo recibido por su antiguo amigo, se alegro y estaba seguro que el nombre del santo rabino que profano con su falso juramento provoco la impresionante tragedia.
El mismo dia, decidio viajar a la ciudad de Fez, llevando una bolsa de dinero para entregar al gran rabino Rabi Iehuda Ben Atar.
Se dirigio el arabe a la casa del rabino, le conto lo ocurrido y al terminar el relato, le entrego la bolsa con el dinero.
— No, no estoy dispuesto a tomar un solo franco replicó humildemente el rabino.
— Solo estoy dispuesto a tomar este importante dinero con la condition que lo reparta entre los pobres de la ciudad y que te sea adjudicada la buena action.
Acepto el musulman los palabras del rabino y aumento la veneration, que profesaba por la santa figura de Rabi Iehuda Ben Atar.
Fuente: el libro "Reyes rabiinicos" de Rabi Iosef Ben Nairn, que es una enciclopedia de los sabios marroquies.
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