martes, 3 de noviembre de 2009

La Bendición

Está escrito en el Tratado de Berajot: “Todo aquél que tiene provecho de este mundo sin bendecir es como si hurtaría de Di-s y de la Congregación de Israel”.

Y de la misma manera que está prohibido robar, incluso una pequeña cantidad, así también aquel que saltea una letra o una palabra, se considera que roba a Di-s.

Y pobre del hombre si la causa de la omisión es estar sumergido en el acto de la comida como animales que no alaban ni agradecen a su Creador. E incluso cuando se domina a sí mismo, y bendice, arroja la bendición de su boca, como si arrojara piedras.

Mientras habla con su hijo o con su sirviente conversa pausadamente, prestando atención a sus palabras, y al bendecir al Di-s del Universo, en cuyas manos se encuentra la vida de todas las criaturas, se traga las letras y las palabras. Y en vez de concentrarse en la bendición, toda su atención la dedica a observar si el fruto maduró por completo o cosas por el estilo.

Y si el hombre adquiriera sabiduría, comprendería que su pecado es insoportable, ya que en el acto de comer invierte el hombre mucho tiempo, especialmente si se trata de una comida abundante, mientras que la bendición sólo lleva el tiempo necesario para extender su mano al plato y tomar una fruta, y muchísimo menos aun, si otra persona bendice y él sólo debe contestar “Amén”. ¡Y cuán grande es el pecado del que no lo hace!

¿Acaso hay un servicio a Di-s más sencillo? Como está escrito: “Ofrendaremos vacas con nuestros labios”.

Si un vecino le envía un guisado, ¿no se esforzará el hombre en conseguir algún manjar apropiado para enviarle a ese vecino en retribución?, y si no, por lo menos espera que se le presente la oportunidad de ayudarlo en algo, y cuando lo ve se apresura a saludarlo, como un esclavo delante de su señor.

Asimismo, cuando le hacen un favor, siente el hombre la obligación de devolverlo de alguna manera ,y si su compañero fallece antes de que pueda retribuirlo, entonces se ve obligado a retribuir a sus descendientes.

Entonces, cuanto más debemos sentir la obligación de alabar y agradecer con gran amor al Santo, Bendito Sea, que constantemente nos envía un flujo con el cual nos sustenta y nos mantiene. Y está escrito en el Tratado de Berajot 35: Está prohibido que el hombre tenga provecho del mundo sin que bendiga y todo el que tiene provecho sin bendecir, le roba a Di-s. ¿Qué arreglo tiene ? Que vaya a visitar a un sabio ¿En qué lo va a ayudar ?

He aquí que ya cometió la trasgresión.

Debe visitar a un sabio en un principio para que le enseñe las leyes de las bendiciones y evite cometer transgresiones.

En el libro Menorat Hamaor se explica que la persona que come sin bendecir, piensa que con su dinero lo adquirió por completo y a él le pertenece, pero en realidad todo pertenece a Di-s, y él le facilito el dinero para adquirirlo.

Y nos muestra el Talmud una contradicción entre dos versículos, en uno está escrito: “A Di-s le pertenece la tierra y todo lo que contiene”, y en otro “La tierra entregó a los hombres” y contesta el Talmud, que en el primer versículo se habla antes de que la persona bendiga, mientras que en el segundo después de que la persona bendice, es decir, que sólo aquel que bendice adquiere por completo lo que consume.

Se asemeja a un deudor que llega el tiempo en el cual pague su deuda, y carece del dinero necesario para el pago de la deuda, y entonces le pide el acreedor que por lo menos le cante con su agradable voz, y eso vendrá en lugar del pago monetario de la deuda. Por supuesto que el deudor se alegró, y dejó de lado la angustia que lo acompañaba, y está dispuesto a cantarle varias canciones una tras de otra, y sino que está dispuesto a cantarle diariamente en toda ocasión que el acreedor lo requiera, y más aun si su acreedor está dispuesto a facilitarle mercadería a cambio de sus canciones.

Así también el Santo, Bendito Sea, provee constantemente al hombre alimentos y todo lo que necesita, y lo único que se le requiere es que bendiga y todo lo que necesita, y lo único que se le requiere es que bendiga la bendición de los alimentos como pago, lo que no exige mucho esfuerzo.

Por lo tanto no es correcto el comportamiento de aquella persona que se sienta plácidamente a la mesa, y come opíparamente y al llegar el momento de pagar la deuda, al final de la comida, se ve envuelto en la somnolencia, y cuando lo despiertan su mujer y sus hijos, se enfurece con ellos, y si se controla a sí mismo y bendice, sólo mueve sus labios sin que su voz se escuche y, aunque no sea atacado por la somnolencia, de todos modos se ve afectado por la holgazanería, y se abstiene de efectuar el lavado ritual final de las manos, que nuestros Sabios nos ordenaron realizar. Y a pesar que él sostiene que es obligatorio cumplir con las palabras de nuestros Sabios, su proceder es contrario a su creencia; y sus hijos pequeños observan su comportamiento y así harán ellos también cuando crezcan.

Y nos cuenta el Talmud que la abstención de la realización del lavado de las manos para la comida ocasionó que una persona comiera carne de cerdo.

En una época de persecución religiosa, había un judío que vendía carne Kasher y carne de cerdo, para que no sospecharan que era judío. Y acostumbraba que a todo aquel que entraba en su posada y no efectuaba el lavado ritual de las manos, le ofrecía carne de cerdo, pues pensaba que se trataba de un no judío. Mientras que a todo aquel que hacía el lavado ritual de las manos, le ofrecía carne kasher.

Una vez entró un judío y no efectuó el lavado de las manos y le dio carne de cerdo.

Cuando le hizo la cuenta, protestó el cliente que el día anterior le había cobrado mucho más barato. Le explicó que la carne que le sirvió hoy era de cerdo y era mucho más cara.

Yo soy judío y me ocasionaste cometer un grave pecado –le dijo el hombre acongojado.

Por cuanto no vi que efectuaras el lavado de las manos pensé que eras un no judío, se disculpó el posadero.

Otra vez un hombre comió hortalizas, y fue al mercado y su boca y sus manos estaban sucias a causa de la comida. Lo vio su compañero, y fue donde su esposa y le dijo: Entrégame el anillo para tu marido, y la clave que me entregó es que comió hortalizas en el almuerzo.

A la noche cuando retornó su esposo, la mujer le contó lo ocurrido. Al escuchar lo sucedido, su esposo la mató enfurecido.

Y la holgazanería fue la responsable de esta desgracia.

Y si el hombre tiene hijos grandes ,debe efectuar zimún (la invitación a la bendición ), y es apropiado pronunciar la bendición de la comida juntos en voz alta, pues la elevación de la voz ayuda a concentrarse, y a disipar los pensamientos ajenos a la bendición.

Y por el contrario al bendecir en voz baja, penetran en él pensamientos ajenos que lo acompañan desde el principio de la bendición hasta el final, y el mismo muchas veces no sabe lo que dice, y no recuerda que es lo que dijo. Por lo tanto, se debe bendecir en voz alta para que se sepa qué es lo que sale de su boca, y debe cuidarse de bendecir pausadamente, sin apuro, de manera que cuando sus hijos lo vean, van a aprender de él a conducirse de esa manera en todos sus días.

Y si el hijo observa que su padre no bendice apropiadamente o no efectúa el lavado, debe cuidarse de hacer todo como corresponde abiertamente, de manera que su padre vea y se avergüence y empiece a comportarse adecuadamente.

Nos prescribe el Zóhar, que bendigamos con alegría, pues la alegría proviene de la santidad, mientras que la tristeza proviene del lado opuesto a la santidad. Por lo tanto es importante comer y beber alimentos y bebidas que le produzcan alegría, para que pueda bendecir con espíritu de alborozo.

Y el alabar a Di-s con alegría ayuda a enriquecerse, de manera que puede disfrutar de los dos mundos, pues enriquecerá en este mundo, y tiene un lugar reservado en el paraíso, y su alma podrá disfrutar del brillo de la presencia Divina. Y en esta Época en la que no podemos sacrificar ofrendas, la mesa de la persona reemplaza al altar para expiar los pecados. Cuando la persona pronuncia las palabras de Birkat Hamazón, la bendición posterior de las comidas, prestando atención a sus palabras diciendo que él nos alimenta con piedad y misericordia; entonces reconocerá su grandiosidad, y que se encuentra por encima de todos los encumbrados, y él alimenta desde los huevos de los piojos hasta los cuernos de los ciervos, y se llenará de reverencia hacia Di-s.

Y si Di-s creó tan variados animales, verduras, cereales y frutas para alimentar al hombre cuando podría haber creado un solo tipo de alimentos con el cual el hombre podría sustentarse, posiblemente lo hizo para que el hombre pueda tener el privilegio de incrementar el agradecimiento a Di-s. Y su alabanza , y no para que el hombre llene su vientre sin efectuar el lavado ritual de las manos, y se abstenga de bendecir. Y si se comporta de esa manera no es diferente a los animales, pero éstos se conforman con aprecio o demás alimentos no sofisticados, ¿y para qué Di-s le entregó la posibilidad de refinar sus alimentos, cuando podría haber sido suficiente con cebada o centeno?

Por eso, al parecer, fue dicho que todo aquél que tiene provecho de este mundo sin bendecir le roba a Di-s. ¿Y cuál es su posibilidad de reparar lo que hizo? Que vaya a visitar a un Sabio, de manera tal que la observación de la conducta del Sabio que se cuida de pronunciar las bendiciones, lo lleva a contestar “Amén” y a imitarlo; y después que se acostumbra a bendecir durante una época, se convierte en parte de su Naturaleza.

De acuerdo a lo antedicho, podemos ver que el asunto de las bendiciones es sencillo, y de gran importancia , y por su intermedio el hombre puede elevarse a elevadas alturas espirituales, y quizás a esto se refirieron nuestros Sabios al decir que en la época en que existía el Beit Mikdash, los sacrificios expiaban los pecados, y en nuestra época la mesa reemplaza al altar. Pues, en épocas de antaño la Torá era apreciada por el pueblo, y estaban dispuestos a utilizar sumas exorbitantes para cumplir con la voluntad de Di-s. Pero en estas generaciones tan sumidas en el interés material, por lo menos la mesa cumple la función del sacrificio, y cuando recita las bendiciones apropiadamente con concentración, sabiendo cuál es el significado de las palabras que pronuncia, sin exigir de él esfuerzos monetarios ni físicos, sino voz agradable y alegría.

Y una vez un anciano judío llamado Bunim, que trabajaba como sepulturero, madrugó y se dirigió a la sinagoga y vio a un hombre que tenia una corona de hierbas en su cabeza, y temió de él pensando que era un demonio. Le preguntó ¿Acaso tú no eres fulano, que ayer falleciste, y fuiste enterrado?

-Así es, le contestó.

-¿Cómo te va en ese mundo?, le preguntó.

-Muy bien.

-Tu siempre fuiste una persona sencilla, ¿qué mérito posees para que puedas volver a este mundo?

-Sólo el mérito del que bendice con voz agradable. Por eso fui traído al paraíso, y me honran y me encuentro muy cómodo, y la señal que puede demostrarte que yo soy aquél que enterraste ayer, es que mis mortajas están desgarradas pues, las desgarraste cuando me vestiste.

¿Qué son las hierbas que tienes en tu cabeza?, le preguntó.

-Son hierbas del paraíso que preparo antes de venir a este mundo para poder sufrir el mal olor que hay aquí.

Y nos cuenta el Midrash Talpiot que todo aquel que bendice la bendición de la comida con concentración no es afectado por el enojo, siempre se conduce en serenidad y su manutención está asegurada.

Es preferible bendecir leyendo la bendición, de manera que se estimula la concentración, y pueda pronunciar las palabras claramente. Debe bendecir sentado, y así también debe comer sentado.

http://www.mesilot.org

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