Durante el terrible gobierno de la Inquisición, los crueles oficiales de la iglesia acosaban a los judíos con un odio que no conocía límites. “¡Los agarraremos!” exclamaban las alegres muchedumbres. “Obligaremos a los Judíos a convertirse al Cristianismo o morirán. Compañeros ciudadanos, únanse a nosotros en este acto sagrado. Llévennos con esos Judíos obstinados y los recompensaremos generosamente.
Varios Judíos fueron capturados, torturados y quemados hasta morir. Nadie estaba a salvo, ni siquiera los niños. Entre los desafortunados cautivos se encontraba una niña de trece años. Los oficiales de la iglesia dieron por sentado que una niña tan joven no presentaría mayor resistencia cuando se enfrentara con la posibilidad de ser matada. Por eso, ellos se desconcertaron con su respuesta impetuosa: “¡No! ¡Jamás! Nunca abandonaré mi fe ni me volveré Cristiana”.
“¡Qué insolencia!” exclamó con estruendo el juez principal. “Le demostraré lo que les sucede a aquellas personas que desobedecen. Ella morirá, pero no en la hoguera. Aten su cabello a la cola de un caballo y háganlo galopar por la ciudad. Esta niña atrevida será arrastrada entre las rocas y espinas hasta que deje de respirar”.
La niña no se acobardó por su situación difícil. Uno de los oficiales más grandes estaba sorprendido por su coraje. “¿Cómo puede esta niña ser tan valiente y decidida?” se preguntó. Hasta llegó a sentir lástima por ella. Cambió su tono de voz y le habló amablemente tratando de convencerla para que salve su vida al estar de acuerdo con convertirse.
Pero la niña se negó firmemente. “Yo vivo como Judía y moriré como Judía. No tengo miedo.”, respondió valientemente. “Pero tengo un pedido”.
Un silencio tenso llenó la habitación. Todos se inclinaron hacia delante para escuchar lo que la niña iba a decir.
“Siempre he vivido una vida de recato y deseo morir recatadamente,” declaró la niña. “Mientras el caballo me arrastre por las calles, mi vestido se levantará. Les pido que aten mi vestido con mi carne con alfileres”.
Cruelmente, los oficiales cumplieron su deseo. Sólo se escucharon palabras de plegaria que salían de la boca de la niña mientras ella sufría su terrible situación.
De repente, exclamó, “¡Deténganse! ¡Deténganse!” Los oficiales que acompañaban al caballo que iba galopando pensaron que su espíritu finalmente se rompió. Estaban seguros que ella estaba lista para convertirse. Pero se sorprendieron al escuchar que dijo, “Algunos de los alfileres se han caído. Pónganmelos nuevamente para que no se me levante el vestido.
El hecho de hablar sobre el tzeniut nos ayuda a que nos volvamos más conscientes del tema.
Una persona puede ver cosas que no le interesan para nada, sin embargo el hecho de ver estas cosas le puede afectar y puede provocar que sea arrastrada hacia eso.
Nuestro tzeniut marca la diferencia, es cómo otra gente nos percibe y cómo somos percibidas por Hashem.
Que Hashem os bendiga.
Varios Judíos fueron capturados, torturados y quemados hasta morir. Nadie estaba a salvo, ni siquiera los niños. Entre los desafortunados cautivos se encontraba una niña de trece años. Los oficiales de la iglesia dieron por sentado que una niña tan joven no presentaría mayor resistencia cuando se enfrentara con la posibilidad de ser matada. Por eso, ellos se desconcertaron con su respuesta impetuosa: “¡No! ¡Jamás! Nunca abandonaré mi fe ni me volveré Cristiana”.
“¡Qué insolencia!” exclamó con estruendo el juez principal. “Le demostraré lo que les sucede a aquellas personas que desobedecen. Ella morirá, pero no en la hoguera. Aten su cabello a la cola de un caballo y háganlo galopar por la ciudad. Esta niña atrevida será arrastrada entre las rocas y espinas hasta que deje de respirar”.
La niña no se acobardó por su situación difícil. Uno de los oficiales más grandes estaba sorprendido por su coraje. “¿Cómo puede esta niña ser tan valiente y decidida?” se preguntó. Hasta llegó a sentir lástima por ella. Cambió su tono de voz y le habló amablemente tratando de convencerla para que salve su vida al estar de acuerdo con convertirse.
Pero la niña se negó firmemente. “Yo vivo como Judía y moriré como Judía. No tengo miedo.”, respondió valientemente. “Pero tengo un pedido”.
Un silencio tenso llenó la habitación. Todos se inclinaron hacia delante para escuchar lo que la niña iba a decir.
“Siempre he vivido una vida de recato y deseo morir recatadamente,” declaró la niña. “Mientras el caballo me arrastre por las calles, mi vestido se levantará. Les pido que aten mi vestido con mi carne con alfileres”.
Cruelmente, los oficiales cumplieron su deseo. Sólo se escucharon palabras de plegaria que salían de la boca de la niña mientras ella sufría su terrible situación.
De repente, exclamó, “¡Deténganse! ¡Deténganse!” Los oficiales que acompañaban al caballo que iba galopando pensaron que su espíritu finalmente se rompió. Estaban seguros que ella estaba lista para convertirse. Pero se sorprendieron al escuchar que dijo, “Algunos de los alfileres se han caído. Pónganmelos nuevamente para que no se me levante el vestido.
El hecho de hablar sobre el tzeniut nos ayuda a que nos volvamos más conscientes del tema.
Una persona puede ver cosas que no le interesan para nada, sin embargo el hecho de ver estas cosas le puede afectar y puede provocar que sea arrastrada hacia eso.
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Que Hashem os bendiga.
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