viernes, 30 de julio de 2010

Reflexiones

Dijo el Jazón Ish: No hay dolor más grande en el corazón, que el herir el honor de un semejante. Y no sólo que no hay herida más grande que la del herir el honor de alguien, sino que la persona que provoca algo así, ella misma es la que finalmente saldrá más herida.

Y a diferencia de otra clase de "necesidades" o "instintos" que pueden llegar a debilitarse en la persona con el avance de la edad, la necesidad de ser honrado acompaña al individuo hasta su propia tumba, sin importar cuan "grande" o "pequeña" sea la persona, cuando su honor es herido, toda la existencia de la persona se ve alterada.

No en vano los escritos de nuestros sabios nos instan a ser sumamente cuidadosos con el honor de nuestros semejantes, pues mientras que las heridas físicas con el tiempo pueden llegar a cicatrizar, las heridas en el corazón y en el alma generalmente no cicatrizan ...

Además, el honor del individuo mismo, tanto a los ojos de sus semejantes como a los ojos del Creador del mundo, no pasa por el grado en que la persona misma es honrada, sino por la forma como honra a los demás, a nivel de los demás, y cuanto más honre la persona a sus semejantes, más grande será también su propio honor; Y no porque sí dice explícitamente el Tratado de los Principios (4, 1): "Quién es honrado? ¡Aquel que honra a los demás!

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