jueves, 15 de julio de 2010

HISTORIAS PARA CONTAR EN FAMILIA (XI)


40. Limpiando los Pollos

Rabí Shelomó Mutzafi era una persona extremadamente cuidadosa cuando se trataba de cumplir con las mitzvot. Por ejemplo, el revisaba muy cuidadosamente todos los órganos de los pollos que su mujer iba a cocinar, por si existía una señal de treifut (algo no kasher). Él tenía un gran standard de kashrut y sentía que debía revisar el pollo por si su mujer accidentalmente no había visto algo.

Sin embargo, a él también le importaba los sentimientos de su mujer, y es por eso que a pesar de que él entraba a la cocina regularmente cuando ella estaba abriendo los pollos, él siempre tenía una buena excusa para estar allí: quería tomar algo, o lavar sus manos, o ayudar a su mujer con los pollos. Cuando él veía que todo estaba bien, él retornaba a su estudio de Torá.

A pesar de que él sentía que era muy importante revisar los pollos por sí mismo, él siempre era muy sensible a los sentimientos de ella, y era extremadamente cuidadoso en la manera en que él lo hacía. Él no quería arriesgarse a insultar a su mujer de cualquier manera, y es por eso que él hacía todo lo posible para evitar la posibilidad de que su mujer piense que él no confiaba en ella.

41. En las Aguas Termales

El famoso Rabino Iejiel Danzig de Alexandría visitaba un lugar de aguas termales con su hijo, cuando supo que el nieto de un gran y famoso tzadik también estaba allí. Él envió a su hijo a que vaya a preguntarle a este nieto cuándo estaría disponible para que él pudiera ir a visitarlo y darle sus respetos. El nieto le contestó que a las 8 de la mañana del día siguiente estaría bien.

A la mañana siguiente el Rab Iejiel hizo un esfuerzo especial para levantarse temprano y no llegar tarde a la cita. Cuando él y su hijo llegaron a la habitación de este nieto, se encontraron con que él ya se había ido, olvidándose de la cita que habían hecho el día anterior.

Rabí Iejiel no estaba enojado por haber sido tratado con tanta falta de cortesía, sino que envió un nuevo mensaje para arreglar otra hora en la cual podían encontrarse. Esto fue hecho, pero una vez más este nieto no se presentó a la cita. Esto ocurrió varias veces, y cada vez este nieto arreglaba una hora pero no se presentaba.

"¿Cuánto tiempo más tendremos que aguantar este comportamiento arrogante y despreciable?" - preguntó el hijo del Rab Iejiel.

Rabí Iejiel calmó a su hijo diciéndole: "Hijo mío, escúchame, nuestro principal trabajo en la vida es buscar ser humildes y perdonar. Ahora se nos presenta la oportunidad de practicar lo que estamos buscando. Entonces, ¿vamos a desperdiciar tan preciada oportunidad?".

43. La Tripulación de la Sala de Máquinas

El Jafetz Jaim ó la siguiente parábola: Un poderoso príncipe estaba viajando en un lujoso barco. Un día decidió inspeccionar la sala de máquinas. Bajó hasta allí y se sorprendió al observar que todos los que trabajaban allí estaban negros de pies a cabeza con grasa y hollín. Entonces él dijo que no era apropiado que semejante barco lujoso con muebles tan finos tenga una sección con paredes tan negras, y también estaba asombrado de que la tripulación que trabajaba allí no estaba presentable. Él ordenó que esa habitación se cierre y que toda esa tripulación vista ropas blancas, así como vestían las azafatas que trabajaban con los pasajeros. Por supuesto, después de que las órdenes fueron puestas en práctica, el barco inmovilizado estaba en gran peligro en el medio del mar, puesto que no podía navegar y había quedado a la suerte de las corrientes oceánicas.

Una situación similar prevalece con aquellos que dedican su vida al estudio de la Torá. Ellos pueden vestir ropas humildes, vivir con pobreza, y carecer de muchos lujos que otros tienen. Sin embargo, nuestros Sabios dicen que si se dejaría de estudiar incluso por un segundo, el mundo dejaría de existir. Es por eso que aquellos que estudian Torá son similares a aquellos en la sala de máquinas, quienes eran absolutamente necesarios para la supervivencia del barco, puesto que el mundo existe por el mérito de estas personas.

44. El Plato de Arroz

El Rab Iaacov Valenski (1866-1918), de la ciudad de Kosova y luego del barrio de Mea Shearim, fue uno de los judíos justos de la ciudad de Jerusalem. Desafortunadamente, él falleció poco después de la primer guerra mundial a una temprana edad.

Cuando él estaba en su lecho de muerte, requirió de su esposa, Ester, que obtenga leche y arroz, y los cocine. Aquellos días eran días de hambre, y era muy difícil encontrar comida. Su mujer pensó que su marido quería el arroz y la leche para apresurar su recuperación. Con felicidad ella fue a buscar esta comida y cuando la obtuvo, la cocinó y se la sirvió a su doliente marido.

Rab Iaacov le dijo: "Yo no te he pedido esta comida para mí. Yo quería que tú cuides tu salud para poder tener fuerzas para criar a nuestros hijos". Con estas palabras él le pidió que se siente y que coma el plato de comida que ella había preparado. Unos momentos después él falleció.

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