viernes, 2 de julio de 2010

HISTORIAS PARA CONTAR EN FAMILIA (IX)


32. El Reloj Despertador

Una vez, Rab Iaacov Kaminetzky (1891 - 1986) tenía que encontrarse con alguien en la estación de Manhattan a las 7:00 am., para hacer un viaje fuera de la ciudad. Rab Iaacov llegó a la estación exhausto, habiendo pasado una noche sin dormir.

Él explicó a su compañero que cuando fue a poner su reloj despertador antes de ir a dormir, él se acordó que su vecino no judío trabajaba haciendo turnos en la noche y se iba a dormir un poco antes de la hora que el reloj tenía que sonar. Era una noche de verano cálida y todos dormían con sus ventanas abiertas y el vecino podía llegar a despertarse con el ruido de la alarma. Es por eso que Rab Iaacov no puso la alarma; y en lugar de eso, se quedó despierto toda la noche estudiando para asegurarse de estar a tiempo para su temprano viaje.

33. La Conversación Interrumpida

En los años 1950, el Rab Iehuda Zeev Segal (1910 - 1993), Rosh Ieshiva de la Ieshivá de Manchester, Inglaterra, aceptó en su ieshivá a un joven de una familia no religiosa que mostraba un gran interés por estudiar Torá. El Rab y su Rebetzin ofrecieron su casa para que el joven viva allí, dándole mucho amor y atención.

Una noche, poco antes de la fiesta de Pésaj, el Rosh Ieshivá estaba hablando con su Rebetzin sobre un importante tema y el joven - que estaba ayudando a la Rebetzin a limpiar la casa para Pesaj - estaba cerca de la habitación en donde hablaban y escuchó toda la conversación. En un momento determinado, el joven interrumpió la conversación para ofrecer su opinión al respecto. El Rosh Ieshivá no estuvo contento con esta actitud y le dijo al joven: "No hemos pedido tu opinión". Cuando la conversación terminó el Rab Segal entró a su estudio mientras que su esposa y el joven seguían limpiando la cocina.

Unas dos horas y media más tarde el Rab Segal salió de su estudio y le pidió al joven que entre. La cara del Rosh Ieshivá estaba roja y sus ojos completamente mojados por el llanto. Él abrió un volumen del libro del Rambam - Iad Hajazaká - y le pidió a su alumno que preste atención mientras que él leía: "quien muestra enojo es considerado como si hubiese adorado a un ídolo". Dirigiéndose al joven, él dijo: "Yo quiero hacer teshuvá (arrepentirme) y pedirte disculpas por haber mostrado enojo hacia ti". El joven le respondió que honestamente él no sintió que el Rab había demostrado enojo alguno; él sólo había ofrecido una crítica constructiva. De todas maneras, el Rab Segal no quedó satisfecho hasta que el joven le expresó su perdón.

34. El Taxista de Jerusalem

Durante la shivá (los siete días de duelo) por el fallecimiento del Rab Shelomo Zalman Auerbaj (1910 - 1995) - Rosh Ieshivá de Kol Torá y un gran posek de nuestros tiempos - un taxista secular de la ciudad de Jerusalem le dijo a un pasajero: "Yo escuché en la radio que el Rab Auerbaj no quiso que su tumba esté más alta que la de sus padres. En el mundo de hoy, ¿qué hijo honra a sus padres? Mis hijos apenas me miran! Y el Rab se preocupaba de honrar a sus padres que murieron muchos años atrás! Ah, si yo fuese un poco más joven, haría teshuvá (retornaría al camino de D'os y la Torá)…".

35. Cambio, Por Favor

Rabí Eliahu Dov Leizerovitz era uno de los primeros alumnos del Alter de Kelm. Una vez, cuando Rabí Eliahu Dov estaba caminando con uno de sus alumnos, un hombre pobre se acercó a ellos y les pidió algo de dinero.

El Rab tomó una gran moneda de su bolsillo y le dijo al pobre: "Yo quiero darle parte de esta moneda. ¿Tiene usted cambio?".

"Lo siento", le contestó el hombre pobre, "pero yo no tengo cambio".

"Bueno, quizás podemos buscar una solución" - propuso el Rab, y luego le preguntó a su alumno si tenía cambio. El alumno, después de sacar todas sus monedas del bolsillo, encontró justo el cambio equivalente a esa moneda, y rápidamente se lo dio al rabino.

El rabino le dio la moneda grande a su alumno y tomó todas las monedas y se las dio al hombre pobre diciendo: "Aquí tiene. Que D'os lo bendiga".

Cuando ya se habían adelantado un poco, el alumno no pudo contener su curiosidad y le preguntó al rabino: "Yo no entiendo. Si usted le iba a dar todo el monto de la gran moneda, ¿por qué pidió cambio?".

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