viernes, 7 de agosto de 2009

Parashá Ékev - (Por consiguiente). 18 Av 5769 (8 de Agosto 2009)."Los Frutos en Este Mundo"

"Los Frutos en Este Mundo"

¿Por qué es necesario que mi hijo estudie Torá todos los días? ¿Acaso no alcanza con los preceptos que cumplimos? Ese tiempo se puede aprovechar mejor enriqueciendo sus conocimientos en geografía, matemática o computación, ¡qué es algo tan importante en esta generación!

En los comienzos del siglo XXI, no es extraño escuchar que los padres formulan planteos de esta índole. Sin embargo, esta clase de preguntas surgen a raíz de una visión equivocada de las obligaciones que cada judío tiene.

Cuando recitamos el Shemá Israel decimos: "Y estas palabras que te ordeno hoy estarán sobre tu corazón. Y las enseñarás a tus hijos y hablarás sobre ellas…" (Devarim 6:6,7). La intención de estos versículos es enseñarnos que debemos hablar de Torá con nuestros hijos, para que así ellos aprendan a estudiarla. Mucha gente tiende a pensar que si deciden acercarse al judaísmo, tendrán que abandonar las carreras que están estudiando.

Sin embargo, esto no es así. La Torá quiere que la persona se dedique a lo que le gusta dentro del marco de la halajá, es decir, dentro del marco de lo permitido por la ley judía. Más, por otro lado, aunque sean muchas las ocupaciones que la persona pueda tener, no está exenta de fijarse tiempos para estudiar Torá cada día, un poco durante el día y otro tiempo durante la noche.

Además de ser esta un obligación halájica irrefutable, evidentemente ella conlleva varios beneficios. La Mishná dice que la persona que estudia Torá, podrá recoger los frutos de su mitzvá en este mundo, además de recibir la recompensa principal en el mundo venidero.
Realmente es muy difícil para nosotros entender cómo será esta recompensa futura y de qué se trata en términos espirituales. Pero lo que sí podemos y debemos entender es cuáles son los frutos de la Torá, que de ellos nos alimentamos en este mundo.

En primer lugar, al estudiar algo de Torá diariamente, con el tiempo la persona llegará a saber el motivo por el cual se cumple cada precepto, y esto lo ayudará a afianzar su conducta día a día, pues normalmente cada persona quiere y necesita saber la razón y la lógica que encierran los preceptos de la Torá. La Torá es infinita y sus detalles también, y si no le dedicamos un tiempo diario a su estudio, nos será muy difícil poder abarcar todo su contenido. Así como es necesario que un médico estudie profundamente medicina para poder practicarla como corresponde, así también cada judío, para poder cumplir los preceptos como corresponde tiene que estudiar extensivamente cómo ponerlos en práctica.

Otro beneficio de estudiar Torá es que al hacerlo la persona crece espiritualmente. El estudio de la Torá, es lo que nos da la fuerza para apegarnos constantemente a D'os. Quien estudia Torá siente una satisfacción especial que es muy difícil de expresar mediante las palabras.
Por este motivo, David Hamelej escribió en el libro de Tehilim: "Prueben y vean que D'os es bueno". Si la persona decide ver el judaísmo desde la vereda de enfrente, no obtendrá una perspectiva correcta del mismo, ya que para tener una visión correcta de la Torá, primero hay que "probar" un poco.

Además, quien estudia Torá tiene en sus manos la llave para no tener "huecos" durante las horas del día que deben ser rellenados con televisión, revistas u otras formas de distracción. Él nunca caerá en una situación de aburrimiento, ya que cada momento podrá ser utilizado para enriquecer sus conocimientos y desarrollar su espiritualidad. En lugar de tener una sensación de hastío, se sentirá satisfecho de sí mismo porque ha aprovechado correctamente su tiempo, además de saber que está incrementando su recompensa en el Olam Habá.
Este punto del hastío no es un punto que carece de importancia ni podemos permitirnos descuidar. El Rab Shalom Shvadrón z"l, nos cuenta un hecho verídico que ocurrió en la segunda guerra mundial, relacionado con el peligro que conlleva el aburrimiento:

Los Estados Unidos habían enviado varios submarinos al frente de batalla. En cierto momento la guerra se complicó para el gobierno americano, y éste dio la orden a sus submarinos de que no avanzaran, pues corrían el riesgo de ser bombardeados. Entonces el capitán informó a su tripulación que durante 30 días ellos no podrían desplazarse hacia otro lugar.

El depósito de alimentos estaba lleno y había reservas para pasar varios meses allí, por lo que el problema más importante estaba solucionado.

Los días transcurrían y comenzó a sentirse el aburrimiento entre los soldados. El nerviosismo y la tensión aumentaron rápidamente. Por un lado, ellos querían salir del submarino, pero por el otro, sabían que si lo hacían corrían un riesgo muy grande.

El capitán sentía impotencia, ya que las palabras de consuelo que decía no entraban en los corazones de sus soldados.

Sin embargo, entre toda la tripulación se encontraban dos soldados que no se mostraban nerviosos ni desalentados.

El capitán comenzó a dudar de ellos, pues no sabía a que se debía tanta tranquilidad. Él comenzó a sospechar de que en sus camarotes consumían drogas, y eso los ayudaba a escaparse de la realidad.

Los días transcurrían y la conducta de la tripulación era cada vez más insoportable, pero esos dos soldados continuaban tranquilos como si fuese el primer día de inmovilidad.

Sin que se dieran cuenta, el capitán comenzó a controlarlos. Éste observó que al finalizar el almuerzo, esperaban unos minutos y se iban a sus camarotes. Era obvio que algo que allí estaban guardando en su camarote les daba esa gran tranquilidad.

Al ver que los dos soldados ingresaron al mismo camarote, el capitán esperó unos minutos y luego se acercó a la puerta para poder escuchar si allí ocurría algo raro.

Lo único que se escuchaba era una constante conversación entre ellos.

Varias horas después, el capitán volvió a escuchar detrás de la puerta y la conversación seguía con el mismo fervor que al comienzo.

Este mismo hecho ocurrió durante los tres días que el capitán los siguió de cerca.

Una noche, al finalizar la cena, los dos soldados se dirigieron al camarote, y a los pocos minutos que ingresaron, el capitán golpeó la puerta y pidió que abrieran enseguida, para no darles tiempo de esconder nada.

Uno de los soldados abrió la puerta y para sorpresa del capitán, no había nada especial dentro del cuarto. Lo único que encontró fueron dos libros grandes sobre la pequeña mesa.

Él les preguntó: "¿De qué tratan los libros que están leyendo?". Y estos dos soldados - que eran judíos - le respondieron que eran dos libros de Talmud.

Ellos le explicaron que desde el momento en que les dieron tantas horas libres por día, decidieron estudiar Torá para aprovechar todo ese tiempo sin desperdiciarlo ocupándolo en vanalidades.

Entonces, el capitán entendió que detrás de este estudio había un gran mensaje espiritual. Y al ver el gran valor de estos dos soldados, les pidió que trataran de hablar con el resto de la tripulación para ayudarlos a sobrellevar esos momentos tan difíciles.

Quien estudia Torá no sólo se beneficia en el mundo venidero, sino que disfruta de ella también en esta vida, colmando sus días de sentido, tranquilidad y felicidad.

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